Si se sostiene el actual panorama podrían llegar al 40% entre marzo y abril. En reunión privada en hotel porteño con 14 industriales, se aclaró que “no hay otra opción” que la política de altos intereses. Al menos hasta el comienzo de 2019. Confianza en una baja de la inflación.
La conducción del Banco Central, a pleno, inició desde esta semana una ronda de encuentros con empresarios, fundamentalmente industriales. La idea es simple: abrir un «brain storming», donde se les explique a los principales perjudicados de la aplicación de la política de tasas extravagantes, que hoy por hoy «no hay otra opción», pero que en 2019 habrá una reducción importante y a niveles de supervivencia. Y que para que esto sea posible sólo se necesitará una cosa: que baje la inflación. Según las autoridades del BCRA, hay fe en que esto ocurra.
Los funcionarios que acompañan a Guido Sandleris tratan de no dar precisiones, pero deslizan que la reducción podría hacer que en el primer bimestre del próximo año los intereses de las Leliq naveguen por debajo del 50% y que en el segundo bimestre se ubiquen en un 40%. Y que, hacia delante en el próximo año, la política monetaria restrictiva hará que la inflación baje entre el 23% y el 25%, los niveles previstos en el presupuesto, y que en ese momento las tasas se moverán en porcentajes de la precrisis. Por elección de la propia conducción del BCRA, los encuentros se realizan en terreno neutral. Ni en la sede de la entidad de la calle Reconquista ni en las cámaras empresarias. Se elige un salón privadísimo de un hotel porteño (el Four Seasons), cerca (pero no dentro) del microcentro. La idea de movilizar a los funcionarios y los empresarios es que, en lo posible, la reunión (de entre 12 y 14 empresarios) transite con el mayor sigilo posible, confiando en la prudencia de los invitados. La idea es mezclar sectores, combinando rubros eclécticos como la construcción, el agro, automotrices, exportadores primarios, alimentos, textiles, químicos y bancos. El maestro de ceremonia siempre es Sandleris, quién con tono amable abre el debate luego de una breve introducción al tema. El titular del BCRA se muestra en ese momento firme y convencido en las políticas que ejecuta la entidad y asegura que entiende todos los reclamos. Comienza así la apertura de la palabra a los invitados que al unísono coinciden con la crítica de rigor: el nivel de las tasas de interés.
Se suceden así los diagnósticos sombríos hacia el futuro. Se habla de la destrucción de la valuación de activos de las empresas con la vigencia en el tiempo de las actuales circunstancias financieras, con argumentos contables y reales sobre la pérdida de los valores de los libros de las compañías. Un argumento similar al que Eduardo Constantini, de Consultatio, estuvo desplegando públicamente por estos días. Y de la consecuente caída en la riqueza del sector privado industrial. Si bien se pondera la estabilidad reciente creada a partir de la aplicación de la «zona de no intervención», se considera peligroso el reciente retraso cambiario y el miedo a que haya «enamoramiento» de los valores actuales. Se habla de la competencia externa aún sin equiparación en cuanto a los costos relativos, y de la consecuente falta de competitividad que vive la economía, aún luego de la megadevaluación de este año. Y que resulta un error insistir en que la apertura a la competencia externa puede hacer equilibrar los precios internos. Y, finalmente, se vuelve al tema recurrente: las altas tasas de interés a las que se las calificó de «extravagantes» «ilógicas» «antidesarrollistas» y «quiebra empresas», entre otros sinónimos conceptuales. Toma entonces la palabra la conducción del BCRA e insiste con la convicción de que «no hay otra forma», que «no hay otra opción» y que las consecuencias de una tasa de interés más baja que la actual «serían peores que las actuales». Se da luego una vuelta retórica sobre cómo se llegó al a situación actual. Sobre cuáles fueron las circunstancias para llegar al acuerdo 2.0 con el FMI y, finalmente, se vuelve a la conclusión que «no hay otra opción» que sostener las tasas de interés en niveles actuales y que las reducciones sean «paso a paso» y mirando permanentemente lo que sucede en el mercado cambiario.
Se pasa luego a la principal promesa oficial: la reducción de la inflación. Se mencionan los últimos datos sobre el alza de precios mayoristas en un nivel sensiblemente menor al de los meses anteriores (3% en octubre) y la certeza que ya en noviembre los resultados serán positivos. Si bien no se adelantaron en los encuentros con empresarios los porcentajes que se esperan, el Ejecutivo habla de menos del 3% en noviembre y de un 3% en diciembre; completando un redondeo del 6% acumulado en el último bimestre del año con un alza final de entre el 45%y el 48% para todo el año.
Desde el BCRA se transmite luego la confianza que el alza de precios tendrá un cambio radical en 2019, y que no hay motivos para desconfiar que el alza final del IPC) podría cumplir la meta presupuestaria del 23%. A lo sumo un 35%. Se confía además en la ejecución del plan de contracción del déficit fiscal y de la especial ponderación que sobre esta evolución hacen los técnicos del FMI que fiscalizan por estos días las cuentas argentinas. No se habla de porcentajes finales para 2019, ni mucho menos de distorsiones, pero se calcula internamente que el déficit fiscal primario podría llegar el año próximo a un máximo del 0,4%; un nivel razonable a los ojos del FMI. Al menos en esto confía el Gobierno. Y se concluye que será eficaz la combinación de la rebaja de la inflación y el logro de las metas fiscales, cruzado con la estabilidad que proporciona la vigencia de la «zona de no intervención». Se llega así a la principal señal que fueron a buscar los empresarios: ¿cuándo bajarán a niveles razonables las tasas de interés?. Los porcentajes no parten de los anfitriones, pero lograron el asentimiento de los conductores del BCRA: el 50% entre enero y febrero y un 40% antes de abril. Y a partir de allí, siguiendo la estricta línea que marque la inflación.
El mensaje del BCRA es que para el primer bimestre del próximo año, la evolución del crédito hará que las diferentes alternativas de financiamiento vuelvan a ponerse en marcha (incluyendo el descuento de cheques y las líneas de descubiertos del sistema financiero). Todo termina con un llamado de la conducción del BCRA al optimismo: «Tenemos mucha fé y confianza», afirmaron los hombres de Sandleris. Algunos de los invitados salieron más convencidos que otros.