Una combinación de criptomonedas y preocupaciones por el medio ambiente hace que la industria se vea obligada a justificar su propia existencia.
En el mundo de la inversión sustentable, calificado de inútil desde el punto de vista social es un resultado duro de asumir.
Pero ése fue el reto que le planteó al sector del oro uno de los inversores mineros más conocidos del mundo. Evy Hambro, de BlackRock, sugirió este mes que la industria del oro tenía que justificar mejor los costos ambientales de la excavación del material brillante del suelo, dados sus limitados usos industriales y tecnológicos.
En cambio, la extracción de cobre, níquel u otros metales para baterías es más fácil de justificar, dijo, dado su papel crucial en la electrificación y la descarbonización.
Uno se pregunta dónde puede acabar esta inversión ESG (cuestiones medioambientales, sociales y de gobierno corporativo) con un costado de juicio de valor. Casi el 60% de la demanda anual de oro procede de los bancos centrales u otros inversores; alrededor de un tercio procede de la joyería, donde, sobre todo en economías emergentes como la India, se utiliza también como depósito de valor.
Los que extraen diamantes preciosos deben preguntarse cuándo alguien se cuestionará si vale la pena cavar agujeros para algo que puede producirse en un laboratorio. ¿Por qué limitarse a las industrias extractivas? El sector de los artículos de lujo debería empezar a pensar también en su utilidad. ¡Todo ese cuero!.
Pero los comentarios tocan una fibra sensible porque el oro ya está en medio de una especie de crisis existencial. Hace tiempo, el oro contaba con una tribu fiable de seguidores dispuestos a evangelizar su papel como defensa contra los gobiernos espantosos y el débil dinero fíat. Ahora, los lingotes de oro son un producto analógico en un mundo digital. El Consejo Mundial del Oro puede señalar con razón que el oro y las criptomonedas son diferentes y pueden coexistir felizmente. El oro tiene una historia larga y relativamente estable en las carteras de inversión; es fundamentalmente un activo natural escaso, pero su producción y propiedad son diversas. No hay nadie que sugiera que la inversión en oro es un salvaje oeste que necesite una respuesta regulatoria global agresiva y coordinada.
La enorme energía utilizada en la producción de criptomonedas también significa que no son obviamente la opción más respetuosa con el medio ambiente: una estimación sitúa la intensidad de carbono de la minería del bitcoin en 15 veces la de la minería del oro. A diferencia de otras materias primas, la mayor parte de las emisiones del oro se producen en la mina, donde la energía renovable y los vehículos eléctricos o de hidrógeno ofrecen la posibilidad de una reducción significativa.
Pero aún así, es difícil argumentar que las criptomonedas no han invadido el lugar del oro en el zeitgeist [espíritu de la época], si no en los portfolios. Como dijo Hambro: «Las empresas de oro tienen que describir su relevancia en el futuro». Los chicos no están comerciando con el oro en sus teléfonos en las aulas. Y nada de esto ha sido ayudado por un año en el que el mundo se volvió loco por la inflación, y el oro cotizó sólidamente de forma lateral.
Una opción -y algo que defiende Hambro- es intentar llevar el oro a la era digital y hacer mucho más explícita su posición más bien simbólica como medio de intercambio. Esto es, según el sector, algo que ya está ocurriendo en los mercados de Asia, donde el oro en forma digital es bien entendido y utilizado.
El otro argumento en el que se apoya el sector es que el oro tiene una función social, que está infravalorada y de la que carecen las criptomonedas. Gran parte de la extracción de oro se realiza en regiones remotas de países en desarrollo. El Consejo Mundial del Oro afirma que sus miembros (sólo una parte del sector mundial) emplean a cerca de 200.000 personas, con otros 1,2 millones de puestos de trabajo a través de proveedores locales; estima que más del 60% del valor del oro extraído se queda en el mismo país de una forma u otra.
Resulta irónico refugiarse en un área en la que el sector minero en su conjunto ha sido criticado durante mucho tiempo: su relación con las comunidades locales y su contribución a las economías en desarrollo, sobre todo en términos de puestos de trabajo mejor pagados y de procesamiento o refinado en el país.
La línea oficial es que la industria necesita explicar mejor lo que hace. En privado, algunos mineros e inversores reconocen que ciertas prácticas, como los acuerdos de estabilidad, que aseguran ventajas fiscales o concesiones comerciales, o el uso excesivo de mano de obra expatriada, son más difíciles de justificar en un mundo en el que la industria está siendo juzgada con más rigor por su capacidad de dejar un legado económico y social duradero en los lugares en los que opera.
En otras palabras, la respuesta a una crisis existencial inspirada en el criptoclima en el sector del oro podría ser que los mineros hagan más de lo que deberían haber hecho de todos modos.
Fuente: https://www.cronista.com/financial-times/bitcoin-esta-empujando-al-oro-a-una-crisis-existencial/