Lo que pagaron entre 100 y 107 dólares hoy vale 77 dólares
«Una emisión de este tipo es posible gracias a que logramos recuperar la credibilidad y la confianza del mundo en Argentina y en el futuro de nuestra economía», Luis Caputo, 19/6/2017. La colocación del primer bono centenario -a 100 años de plazo- de la Argentina fue «rara»; ninguno de los legisladores del oficialismo ni la oposición fueron informados (como es habitual), se dio a conocer por la cuenta de Twitter del MinFin y a unos pocos periodistas «amigos», y cuando se convocó esa tarde a conferencia de prensa, se excluyó a «los no tanto» y no se dieron a conocer las características técnicas. Claramente, una colocación intempestiva, que algunos achacaron a la «filtración» que habría recibido el MinFin, que veinticuatro horas más tarde de la gente de MSCI no recalificaba el país como emergente (esto es otra historia…).
Las opiniones en ese entonces fueron desde el «significa confianza en la Argentina» de Luis Palma Cané (economista argentino) al que esta colocación marcaba «el pico de la locura del mercado alcista» de Robin Wigglesworth (editor del Financial Times). Modestamente, en aquel entonces preferimos quedarnos con las apreciaciones de Carmen Reinhart (profesora de Sistema Financiero Internacional en Harvard) señalando: «Al final del día, no es sobre el carácter del país, el plazo de la deuda o el tamaño de la emisión. Se trata de la tasa de interés de la oferta: 7,9%, la cual es considerablemente más alta que la mayoría de las alternativas plausibles» (el bono paga un cupón anual de 7.125%, pero al colocarse bajo la par, en u$s90 por cada u$s100 de valor nominal, terminó oblando 7,9% anual).
Hoy el «centennial» de Argentina cumple su primer año de existencia, y le queda por delante un periplo de 99 años adicionales previo a desaparecer/terminar de ser pagado -si es que el Gobierno argentino no lo rescata primero-. Antes de seguir es menester una aclaración: quien compra este tipo de títulos (sólo existe un puñado de centenarios soberanos: México 2115 colocado al 4,2%, Irlanda 16 al 2,35%, Bélgica 17 al 2,3%, Austria 17 al 2,1%, más alguna otra emisión menor o de los 90) no lo hace confiando en que vivirá otro tanto, o para dejarlo como herencia a sus bisnietos, sino apostando a una característica de todos los flujos de pagos: la «duration».
En realidad, la duration es una medida (teórica, para la cual existen diferentes fórmulas de cálculo: Macaulay, Modificada, Efectiva, Key-rate, etc.) para evaluar el riesgo/sensibilidad en el precio de un activo financiero frente a cambios en la tasa de interés (más larga, más riesgo). Pero dado que mide el tiempo necesario para recuperar la mitad de todo el dinero que pagara el instrumento (actualizado por su propia tasa de interés), frecuentemente lo utilizamos como una estimación del tiempo necesario para recuperar el dinero que pusimos.
Cuando se colocó el AC17D (el «centennial» argentino), la duration era de poco menos de 13 años (la estrategia de colocarlo «bajo la par» reduce la duration); en esa misma fecha la del bono más «largo» de Argentina hasta entonces, el Bonar 2046 (a 30 años), era de poco menos de 12 años y la del más clásico, Bonar 2026 (a 10 años) de 6,5 años. Como se ve, en realidad estamos hablando en todos los casos de apuestas a mediano plazo.
¿Por qué se emiten entonces bonos a 100 años y no a plazos más «humanos»? Podríamos argüir una serie de razones matemáticas y financieras, pero la verdad es que en definitiva no son otra cosa que un instrumento de «show off». Dado que es posible estructurar un instrumento similar a través de «sintéticos», la razón remanente es de carácter puramente político: queda bien ante el electorado -y la porción más ignorante del mercado- poder decir que es tanta la confianza que nos tienen que nos prestan dinero a 100 años (cuando como vimos, el «umbral de confianza» se parece más a los 13 años).
Pero ¿ha sido tanta la confianza en nuestro país? Es claro que hoy quienes compraron el bono cuando cotizaba sobre la par, entre agosto (el 30) de 2017 y enero (el 19) de este año, muy felices no están al ver que por lo que pagaron entre u$s100 y u$s107 apenas conseguían ayer u$s77.
La situación es algo mejor, o dicho de manera más apropiada menos mala, para los que lo compraron cuando se emitió el título. Hasta el lunes podían argumentar que «en papel» no perdían dinero porque el «carry» -el pago de los intereses- compensaba la caída del precio del Bono (acá no podemos obviar la vieja máxima del mercado que dice que «el camino al infierno está pavimentado de ‘carry’ positivo»). Pero desgraciadamente desde ayer están maldiciendo y posiblemente recordando la madre del presidente del Banco Central, el tener que reconocer una pérdida de 6% en menos de un año (más si pensamos que con treasuries hubieran ganado 2,22%).
La buena noticia atrás de todo esto es que como las finanzas son básicamente un juego de suma cero, lo que pierde uno lo gana otro. Así, la República paga por los u$s2.750 millones que consiguió con el «centennial» 7,9% anual, cuando si hoy fuese a colocar un título similar debería pagar más del 9%. El problema es que esta ganancia económica (que, dicho sea de paso, torna abstractos los cuestionamientos judiciales contra Luis Caputo) tiene a su vez un costo: la pérdida de confianza de los inversores locales e internacionales, que es justamente de lo que se trataba este bono.
Fuente: http://www.ambito.com/925937-bono-centennial-un-cumpleanos-sin-festejo