Morgan Stanley marcó dos visiones sobre el país. Pero las rentas de los títulos públicos siguen atrayendo inversores
El 40% de las ventas de la cadena española de indumentaria Sara en Santiago de Chile proviene de compradores argentinos. Y el 20% de las de la tienda chilena Falabella, también.
Una parte de los argentinos no es que consuma menos, sino que lo hace afuera.
Lo conocen a la perfección los vendedores de pasajes a Miami (están siendo destronados por los que van a Chile) y también la estadística del Banco Central que contabiliza mes a mes ventas de dólares billete para atesoramiento por US$1.000 millones de promedio.
Una porción del motor del consumo tracciona hacia afuera y nada indica que el esquema pueda tener modificaciones a corto plazo.
Los empresarios se quejan por la falta de ventas y porque dicen que el peso impositivo y los aumentos de costos les impiden bajar los precios. Pero el que no rebaja no logra aumentar las ventas.
La tan esperada recuperación del consumo es muy irregular y en el corazón de alimentos y bebidas aún no se siente una mejora sensible. En abril, por caso, las ventas de supermercados y shoppings continuaron en el terreno negativo en términos anuales.
El Gobierno muestra un dinamismo notable en la colocación de deuda pero la decisión de Morgan Stanley Capital Investment de no subir a la Argentina a la categoría de país emergente la semana pasada, golpeó la expectativa que se había generado, dentro y fuera de la Casa Rosada, sobre que una mejor calificación les permitiría a las empresas argentinas conseguir fondos más baratos en el exterior.
El comunicado del banco Morgan Stanley marcó una contradicción en torno a su decisión al decir que esperaba que las acciones argentinas cayeran entre “5 y 10 por ciento” al día siguiente del anuncio pero “recomendaban a los inversores la oportunidad para comprar” bonos argentinos. La traducción del comunicado (ver facsímil) concluye diciendo: “la historia fundamental sigue intacta y les recomendamos a los inversores que aprovechen la oportunidad de compra”.
También podría arriesgarse otra traducción que les es muy propia a los bancos internacionales: mostrarse sensibles respecto a posibles cambios en el contexto político y audaces a la hora de conseguir alta rentabilidad financiera cuando el mundo no la ofrece.
Hoy pasó el miedo financiero inicial respecto del “efecto” Donald Trump sobre la evolución de la tasa de interés de EE.UU. (la suba que dispuso la Reserva Federal no se sostuvo y la tasa bajó) y el 7,9% anual en dólares del bono argentino a 100 años aparece irresistible para el apetito de fondos de inversión y aseguradoras.
Pero la dicotomía que muestra Morgan Stanley alimenta o es alimentada por la propia visión del Gobierno, que pone sobre la mesa la incertidumbre electoral a la hora de explicar los resultados financieros.
“Hay incertidumbre porque un gobierno de distinto color dé marcha atrás” con el esquema económico, dijo Sebastián Galiani, el segundo del Ministerio de Hacienda, al referirse al tema.
La teoría conspirativa parece destinada a meter la cola en la política. Mientras tanto, las ganancias financieras que dejan los bonos argentinos en pesos y dólares mantienen el carácter de locomotora financiera.
Fuente: https://www.ieco.clarin.com/ieco/bonos-argentinos-hora-comprarlos-venderlos_0_SJkN-lj7b.html