La estrategia del Gobierno para bajar la inflación ahora pasa por mantener altas las tasas de interés del BCRA y contener el tipo de cambio en los niveles actuales.
Para encarar lo que queda del cuatrimestre más difícil del año en términos inflacionarios, el equipo económico (incluyendo en esta definición a máximos funcionarios de Hacienda, del Banco Central y de la Jefatura de Gabinete) confían en que el tipo de cambio gane peso en la estrategia para controlar la suba de precios, hasta que quede atrás la parte más pesada de los ajustes tarifarios. Así, el precio del dólar se convertirá en una segunda ancla -cambiaria- que intentarán ayude a la tasa de interés de política monetaria, la herramienta preferida del Banco Central, para darle pelea a la inflación. Sobre todo a la inflación núcleo, aquella que supuestamente corre en paralelo al índice de precios al consumidor que marca el nivel general de la inflación.
Un poco de esta política no anunciada la sugirió el propio Banco Central en su último comunicado de política monetaria, cuando dijo que no iba a permitir que la suba del dólar terminara afectara el proceso de desinflación, que por cierto se interrumpió por los fuertes ajustes de tarifas que se vienen sucediendo desde fines de 2017.
La intervención en el mercado cambiario en forma reiterada en varias de las últimas ruedas, le hizo ver al mercado el cambio de estrategia. Se dejó de lado la “libre flotación” que llevara al dólar al nivel que lo llevaran las fuerzas de la oferta y la demanda y, en cierta forma se puso un techo, no muy rígido, pero techo al fin, para acotar los movimientos del tipo de cambio. “La inflación está bajando y el Banco Central está haciendo lo que tiene que hacer. La inflación en dos años en la Argentina sera parecida a la de nuestros vecinos” dijo ayer el ministro Nicolás Dujovne.
La aceptación más o menos explícita de que se vigilarán los movimientos del dólar, la venta de reservas y la quietud de la tasa de interés de referencia permiten suponer que, a cambio de secar la plaza con una tasa de interés más alta, el Central apelará a la venta de divisas para absorber pesos y así controlar los agregados monetarios.
“¿Este es otro régimen monetario, de bandas cambiarias? se preguntó el martes, tras conocerse el comunicado del BCRA, el economista Ivan Werning, desde el MIT (Boston) donde hace investigación económica. “Un poco, no todo, aún se fijan tasas” se respondió a sí mismo.
Para acotar los movimientos del tipo de cambio -y que no impacten en la inflación venidera- el Gobierno apuesta en las semanas que vienen a los dólares -este año un poco menos- del campo y a la señal de que si el mercado cree que el tipo de cambio no subirá, habrá un mayor ingreso de dólares financieros que apostarán al carry trade, es decir a las inversiones en Lebacs o bonos del Tesoro de corto plazo, que ofrecerán una rental real positiva si el dólar se calma.
Naturalmente, nada de esto será admitido por el Banco Central. Se sabe que a Federico Stuzenegger le gusta la incertidumbre que generan las idas y vueltas del dólar, para que ningún operador financiero.
“La inflación núcleo la teníamos que tener más abajo, sin duda. Sera cuestión ahora de mostrar coherencia en la política monetaria” dijo un alto funcionario.
Por coherencia, debería entenderse no aflojar con la tasa de interés hasta que la inflación efectivamente empiece a mostrar signos de desaceleración. El actual nivel de tasas parece estar firme por varias semanas y el mercado ya lo asumió como dato. Y se supone que el ala del Gobierno que impulsó la recalibración de metas también.
La gran apuesta es que con dólar y tasas en estos niveles, cumplimiento de las metas fiscales y paritarias cerrando en niveles cercanos a los propuestos por el Gobierno, la inflación empiece a caer sensiblemente en el segundo semestre del año. La meta oficial es del 15%; la del mercado relevado por el Banco Central está ligeramente debajo del 20%. La nueva estrategia apunta a llevar la inflación a un número intermedio. Es una pulseada que se juega todos los días.