No son ya ninguna novedad y forman parte del folclore bursátil de todos los días: bicicletas y arbitrajes de ahorristas sofisticados, que se multiplicaron y se hicieron populares en las últimas semanas de turbulencias cambiarias e incertidumbre, especialmente a partir de desequilibrios que convalidó el Gobierno para evitar mayores sobresaltos con el dólar. Los mecanismos -algunos legales, otros no tanto- generan rendimientos generosos a quienes pueden dedicar algo de tiempo al negocio. Pero tienen, eso sí, una limitación: la mayoría de ellos exige justificar el origen de los fondos. Un beneficio para ricos que, confían, durará hasta octubre. Y que en términos agregados significa una transferencia de recursos desde aquellos argentinos que no pueden escapar de los efectos de la inflación y de la devaluación hacia quienes lo hacen de esta manera.
1. El «puré
Es, a esta altura del cepo cambiario, el más conocido. Asalariados que jamás habían visitado en toda su vida una cueva financiera se ven incentivados ahora, en esta época de prohibiciones, a contar con un contacto en la City porteña que les permita cambiar sus dólares a la cotización del «blue». La ración mensual de dólar «ahorro» que empezó a permitir comprar la AFIP, a principios del año pasado, concede una ganancia de hasta el 40% en pesos, en un solo día, a quienes compran divisas en el banco, las retiran por ventanilla y las venden en el mercado informal.
2. El «rulo»
Su práctica se extendió desde que empezó a ser intervenido por el Gobierno en un esfuerzo por contener al «blue». Los ahorristas acceden a dólares en la Bolsa a un tipo de cambio que es notablemente más atractivo que el informal (ayer, por ejemplo, merodeaba los $ 14 cuando el «blue» se ubicaba en los $ 15,30), mediante la compraventa de bonos en el mercado. Una vez con las divisas en efectivo, deciden convertirlas en pesos en las cuevas, a la cotización del «blue». La ganancia obtenida es, siempre y cuando se mantenga la brecha actual, cercana al 10% en pesos. Pero llegó a ser del 25% cuando la diferencia entre ambos tipos de cambio (el bursátil y el informal) se había ubicado en los $ 3.
3. El «brushing»
Para quienes se quedaron en dólares con el mecanismo anterior -e incómodos ante la ley, por interactuar entre el mercado blanco y el negro-, una operación posible es la suscripción de CEDIN. El instrumento, lanzado hace dos años por el Gobierno como una vía para blanquear capitales, permite a quienes ingresen dólares al sistema financiero obtener un certificado por el mismo valor para aplicar a la compra de una propiedad o venderlo en la Bolsa a un precio de (ayer) $ 13,60. Si eligen la segunda opción, pueden usar los pesos obtenidos para volver a hacer la operación del dólar «Bolsa»: comprar otros bonos en moneda extranjera y venderlos contra divisas en efectivo. El resultado es el siguiente: quien haya tenido en sus manos u$s 10.000 en negro habrá quedado, con estos pocos pasos, con u$s 9.700 en blanco. Es decir, habrá pagado un costo (sin considerar comisiones) de apenas el 3% por «legalizar» completamente sus ahorros.
4. La «fuga hormiga»
El Boden 2015 es otra alternativa tentadora para dolarizar los ahorros. Pero podría convertirse, al mismo tiempo, en una vía para fugar capitales del sistema financiero, por una razón: las divisas que pagará el Gobierno a su vencimiento, el próximo 3 de octubre, serán consideradas de «libre disponibilidad» (algo que no sucede con las obtenidas con el dólar «MEP»), lo que permite a los tenedores de estos bonos la posibilidad de pedir que los billetes les sean transferidos legalmente a una cuenta del exterior. Este beneficio es lo que está detrás de quienes creen que en los próximos días el precio del título podría ubicarse por encima de los u$s 103,5 que cobrarán los bonistas por cada lámina.
5. Importación artesanal
Esta alternativa florece cada vez que se amplía la diferencia entre el dólar «tarjeta» y el «blue». El primero se ubicó ayer en los $ 12,60, un 21% por debajo del dólar informal. Algunos operadores buscan aprovechar esta brecha comprando productos en el exterior con el uso del plástico y vendiéndolos en el mercado local a un precio que, en pesos, suele ubicarse a un tipo de cambio más cercano al informal.
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