Confía el Gobierno en el poscanje y en el poder de fuego que tendrá con los nuevos bonos en poder de la ANSES y el BCRA. Y que agro liquide más.
La segunda etapa del plan de Martín Guzmán, controlar el mercado cambiario, ya empezó. El ministro de Economía busca tranquilizar el dólar a través del manejo de la oferta; pensando en una demanda, algo, decreciente. Para esto se especula oficialmente, con una combinación mixta de efectos positivos; donde la aparición de divisas superaría el retiro de dólares; en un proceso que, se cree, ya se inició, se profundizará la próxima semana y se acelerará hacia fin de año.
Lo primero que se analizó casi a nivel horario desde el Gobierno, es la marcha del cierre definitivo del canje de deuda, en las jornadas anteriores al cierre de las dos reestructuraciones de títulos públicos (emitidos bajo legislación local y extranjera). Según el ministerio de Economía, el posicionamiento en unos bonos por sobre otros; especulando con evitar malas reasignaciones (decisión que, por otro lado, fue la acertada), provocó que muchos inversores demandaran divisas para colocarse en mayorías de papeles a reestructurar. Terminado este proceso, esperan en Economía, gran parte de la demanda de divisas se debería enfriar; coincidiendo con una ansiada (por el oficialismo) estabilidad en el mercado de bonos. Esta se daría por partida doble. Saben cerca de Guzmán (se lo dijeron los propios fondos de inversión) que no se deberán esperar en los próximos meses desprendimientos importantes de los títulos recibidos por fondos como BlackRock, Ashmore, Fidelity, Templeton, Pimco, Monarch, Contrarian y similares.
Según coinciden tanto los analistas privados como los funcionarios de Guzmán, la estrategia de los privados sería sostener los bonos durante un tiempo considerable, esperando mejores tiempos para la economía argentina. Y, en consecuencia, mejor cotización de los nuevos bonos. Hay que recordar que el dinero reestructurado que manejan, no pertenecen a los dueños de los fondos, sino a ahorristas que confiaron en el buen criterio de los “lobos” financieros de las casas de inversión. En los últimos meses hubo que explicarles a esos clientes que el dinero de las ganancias prometido por la Argentina no sería tal; y que habría que considerar sí ganar mucho menos. Una de las maneras de recortar esa disminución en los dividendos esperados, es partir desde cero desde el 4 de septiembre (día de la emisión de los nuevos bonos), y considerar cuánto se revalorizaron esos papeles en un tiempo considerable. Y teniendo en cuenta más el 2021 que el 2020. Mientras tanto, mantendrán sus posiciones en títulos públicos reestructurados. Esto debería operar sobre la demanda de divisas, dándole cierta y necesaria tranquilidad al mercado de bonos, al menos por un tiempo. Y, en paralelo, le daría la posibilidad al Gobierno de detentar la posición dominante sobre el mercado de títulos públicos; y, en consecuencia, sobre el dólar.
Comienza allí el segundo capítulo de la estrategia oficial sobre el mercado cambiario. Según los cálculos básicos que hacen en el oficialismo (y también en el mercado financiero), desde el Fondo de Garantía Sustentable (FGS) de la ANSES y el Banco Central; podrían controlarse los mercados de los bonos estrella que dominarán el mercado en los próximos años: los 2030. El organismo que maneja Fernanda Raverta canjeó unos u$s9.000 millones, concentrados en un 30% en los Discount del 2005 y 2010 más una parte del Bonar 24; recibiendo como contrapartida los 2030 (con quita de capital de 3%, amortización de 12 pagos iguales y semestrales desde 2025 y 2030; y los 2038 (sin quita y amortización de 22 pagos iguales y semestrales entre 2028 y 2038). Por su parte, la entidad que maneja Miguel Pesce recibirá también los bonos 2030, y el 2035. Este último tendrá también una quita del 3% con amortización de 10 pagos iguales y semestrales de 2031 a 2035. Se supone que el poder de fuego que tendrá el Estado combinando ambas plataformas públicas de oferta de dólares, superaría los u$s22.000 millones, con lo que podría manejar a destajo el mercado del 2030 y el 2038, los que se descarta serán los bonos que regularán el mercado local. Y, en consecuencia, el internacional. Habrá que esperar además que el FGS continúe en el tiempo demandando esos bonos como estrategia de ahorro e inversión, al ritmo de ingreso de fondos previsionales; con lo que le podría dar mayor vigor al mercado en pesos en contra del de divisas, desconcentrando la atención también en el sector de títulos públicos en dólares en ambas cotizaciones. En otras palabras, si quisieran, tanto el FGS como el BCRA podrían operar colocando bonos en divisas, aumentando la oferta de dólares y disminuyendo la presión cambiaria. Es una estrategia riesgosa. El gobierno de Mauricio Macri puede dar fe de ello.
Otra mirada del oficialismo está en la esperanza de aumentar la oferta de dólares, a través de una aceleración de las liquidaciones de los exportadores primarios; los que, según cálculos del oficialismo, deberían ingresar unos u$s 13.000 millones, lo que implicaría retenciones por u$s4.000 millones. Los datos provienen tanto del mercado como del ministerio de Agricultura, y se basan en la cotización creciente de la soja en las últimas semanas. Para que esto ocurra (aunque sea en una parte), es necesario que los exportadores descarten que Argentina se encamina a un proceso de tranquilidad cambiaria.
Espera también el Gobierno, que otro de los motivos del aumento de la demanda de divisas -el saldo de deudas en dólares fruto de la cuarentena con proveedores exigiendo cierres de deudas al contado- comience a equilibrarse en semanas.