El tipo de cambio golpea fuerte a las exportaciones argentinas. Devaluar es fácil, pero es un remedio que no dura.
Finalmente y contra todos los pronósticos, a sólo días de las PASO que definirán los candidatos que competirán en la elección presidencial de octubre, la economía empezó a ocupar el centro de la escena, y por el lado menos deseado. La disparada del dólar marginal en las últimas semanas obligó a dirigentes oficialistas y opositores a referirse al tema, en un ambiente en el que flota la sensación de que “el dólar oficial está barato” y que podría haber una devaluación en ciernes, tan pronto como el nuevo gobierno llegue a la Casa Rosada.
Como emergente de problemas más estructurales, la suba del dólar blue y la consecuente ampliación de la brecha cambiaria –sólo en julio el marginal subió 11,5% contra 1% del dólar oficial– reflejan la pérdida de competitividad que arrastran la mayoría de las actividades productivas y el creciente atraso cambiario. Para gran parte del empresariado y los analistas el peso ya se apreció entre 25% y 30% por encima de los niveles de hace un año.
Desde que se instauró el cepo cambiario en noviembre de 2011, el tipo de cambio nominal es usado como ancla antiinflacionaria y como casi el único instrumento para controlar el alza de precios. Otra medida es el programa de precios cuidados, que hasta la fecha arroja resultados más que modestos, y claramente insuficientes para contener la inflación.
El ancla cambiaria se expresa en una política de deslizamiento gradual y continuo de la cotización del peso frente al dólar (crawling peg), a un ritmo que desde la devaluación en enero de 2014 (23%) se movió en promedio 1% mensual, frente a precios domésticos que crecieron al 2% o más, según los meses. De este modo, el peso acumula un atraso en su cotización que impacta en la competitividad cambiaria para exportar. Hoy la moneda nacional ya está en niveles semejantes a los del fin de la convertibilidad. El atraso es algo menor si se toma el tipo de cambio real multilateral (TCRM), esto es, el peso confrontado con una canasta integrada por las monedas de los principales socios comerciales.
En un contexto internacional en el que el dólar se fortalece, producto de una lenta pero sostenida recuperación de la economía estadounidense, la mayoría de los países vecinos han devaluado sus monedas para mejorar su competitividad por vía cambiaria. Todo lo contrario de lo que hace la Argentina, que no deja avanzar el tipo de cambio a ritmo mayor, temiendo que la suba del dólar se traslade a los precios.
Costo país Pero el tipo de cambio no es el único factor que incide en la pérdida de competitividad. Hay que analizar cuánto afectan la presión tributaria, los costos de transporte, los problemas de infraestructura, las regulaciones para importar y exportar, el costo de financiamiento, etcétera.
Un relevamiento del IERAL considera que “si se toma como referencia el año 2006, con dólar y precios internacionales en valores medios, puede observarse que el costo argentino en dólares más que se duplicó”. En contraste, Brasil y Chile tienen costos en dólares 20% más altos que entonces y en el caso de Europa, están al mismo nivel que hace nueve años. Y agrega: “En materia de rentabilidad, la mayoría de los productos (argentinos) están peor que antes de la devaluación de inicios de 2014”.
En el mismo sentido, un informe de Economía y Regiones conjetura que “aplicando la actual política económica, el tipo de cambio real contra el dólar terminaría para fines de 2016 un 16% más apreciado que a la salida de la convertibilidad”. Esto supone que de seguir con la actual política fiscal, monetaria y cambiaria, el año próximo “sería la primera vez en 15 años que Argentina se encontraría más apreciada que el resto de los países de la región”. En cuanto al tipo de cambio bilateral con Brasil –de mantenerse la actual política económica–, el estudio proyecta un peso “59% más apreciado que a comienzos de 2011”.
Para Ramiro Castiñeira, de Econométrica, “el atraso cambiario hoy es el problema más importante que tiene la macroeconomía argentina”. Considera que en 2016 el Gobierno necesitará más de US$20.000 millones (4% del PBI) “para financiar el atraso cambiario en estos niveles (US$12.500 millones) y el pago de la deuda pública en dólares (US$9.000)”. Esto hace que “no sólo la expectativa de devaluación estará latente, sino que es evidente que habrá cepo incluso mucho más allá de diciembre de 2015”.
Devaluación ¿sí o no?
“No hablen de atraso cambiario y devaluación porque joden a la gente”, increpó días atrás el ministro de Economía Axel Kicillof a los empresarios, quienes en el marco del VIII Coloquio organizado por la Unión Industrial de Córdoba habían alertado sobre crecientes problemas de competitividad, en medio de la disparada del dólar blue. En el encuentro, ejecutivos de la UIA estimaron que el atraso cambiario oscila entre 25% y 30%, y se quejaron por las distorsiones que genera el intervencionismo oficial, la inflación y el impacto del bajón económico en Brasil y China.
Luciano Cohan, economista jefe de Elypsis, asegura que “Argentina necesita recuperar competitividad y también una corrección cambiaria”, pero dice que una devaluación debe ser hecha como parte de un proceso de recuperación de la confianza en el peso. “Eliminar retenciones o bajar la presión fiscal pueden ser buenas medidas pero lo que se necesita es un programa económico integral, bajar la inflación y una política monetaria bastante más racional”.
Sobre cómo recuperar competitividad, Vicente Donato, director científico de la Fundación Observatorio Pyme, explicó que “sin tocar el tipo de cambio no se va a poder pero tampoco puede ser hecho como el año pasado, donde se tocó el tipo de cambio y nada más”. Propone un programa para el próximo bienio, con “desgravación impositiva para las pymes que reinviertan utilidades, incorporación de mano de obra calificada a través de un sistema dual de educación y creación de un fondo de convergencia para expandir el mercado interno”.
Fausto Spotorno, economista jefe de Orlando Ferreres y Asociados, cree que “eliminar retenciones o bajar la presión tributaria a las empresas (Ganancias o Ingresos Brutos) pueden mejorar algo la competitividad pero son paliativos, no resuelven el problema de fondo”. Recuerda que a diferencia de los granos, las industrias tienen retenciones del 5% o el 3%, de modo que sacarlas tendría un impacto reducido. Algo más efectivo podría ser el ajuste de los balances por inflación, aunque reconoce que “lo que se necesita es un plan económico integral”.
Para Maximiliano Castillo Carrillo, director de la consultora ACM, el tipo de cambio real y nominal es una variable relevante pero hay otras que inciden en la competitividad de las empresas, como la estructura de mercado, el tamaño de las firmas, la política comercial o la competencia externa. Y afirma que es preciso “mejorar el entorno de negocios, reducir las regulaciones y darle sostenibilidad a la política fiscal, minimizando la expansión monetaria del gasto”.