Cuando uno escucha en el taxi que “la posta” es comprar dólares, generalmente, conviene venderlos. La semana pasada ha sido un “clásico argentino”, bien dramática, muy febril y todos danzando al ritmo del dólar, de golpe el país entero, se convierte en experto monetario y opina sobre la correctísima gestión de nuestro BCRA, como si fuese fútbol de primera B. Parecería que, si el dólar baja, protestamos, si no se mueve, también protestamos y si sube, protestamos incluso, muchísimo más. Nos quejamos también de la deuda y la inflación, pero defendemos acaloradamente una absurda concepción de “soberanía nacional” representada por nuestro agobiante gasto público, principal causa de la inestabilidad de precios y endeudamiento, por la que protestamos en primera instancia. La protesta por lo meramente coyuntural y la indiferencia hacia lo verdaderamente relevante, parece ser parte de nuestro ADN, lo urgente siempre le gana a lo importante. El problema es que, de tanto quejarnos, nos olvidamos todo el tiempo, de pensar y perdemos, por lo tanto, racionalidad y perspectiva en el camino. La hoja siempre nos tapa el árbol y nos pasamos 70 años enroscados en miserias coyunturales y en el proceso, se nos olvidó convertirnos en Australia, mutando a lo que hoy somos, una sociedad pobre y llena de ciegos. Para recuperar perspectiva, pongamos al dólar en el contexto de lo hecho durante todo el año y en relación a las monedas de nuestros vecinos, tal como muestra la tabla siguiente:
El movimiento del dólar correspondió a factores locales. Con algunas excepciones, como el caso de Colombia, por ejemplo, claramente, el movimiento iniciado por el dólar contra el peso argentino en las últimas tres semanas, parecería responder a cuestiones locales e independientes, por lo tanto, del contexto global. Con una visión un poco más de largo plazo, lo hecho por el dólar contra el peso desde inicios de año, también parecería estar concentrado en factores locales. El dólar a 15.50 era sub-real y se debía un ajuste hacia la apreciación contra el peso, movimiento que ocurrió ferozmente y licuó casi la mitad del carry generado en Lebacs durante todo el año, toda la apreciación pendiente del dólar, se dio sólo en un puñado de días. Las monedas en general hacen estas cosas, no sólo en Argentina, el tipo de cambio puede en una semana, devorarse el carry de todo un semestre, por lo que lo acontecido en nuestro país es un ejemplo de libro de los riesgos inherentes a una posición de carry-trade en moneda local que expone a su tenedor a total riesgo cambiario: si querías llevarte la tasa en pesos, deberás en algún momento, absorber las sobre-reacciones cambiarias, a menos que el timing fuera perfecto. Argentina se convirtió en una moneda de alto carry y por lo tanto, muy demandada. De esta forma, el salto del dólar agarró a todo el mercado, “muy largo” y “muy dulce” peso argentino, un cóctel perfecto para la sobre-reacción.
El peso argentino como activo financiero y la rotación de cartera hacia la dolarización. El salto del dólar no parecería tener raíz monetaria, sino que correspondería a un simple y pendiente ajuste de portfolio, los retornos no crecen hasta el infinito y las Lebacs no son una excepción, hubo jugadores que salieron a proteger la significativa rentabilidad alcanzada en el primer semestre. Por otra parte, las monedas, además de cumplir un rol macroeconómico, son también activos financieros y tengo la sensación de que el comportamiento del peso argentino en estos últimos días se atribuye precisamente, al rol que el peso viene jugando en porfolios locales e internacionales como moneda de “alto carry”. En varias de las últimas notas, hemos venido repitiendo que el tercer trimestre sería por varias razones bastante más complicado que sus dos predecesores y finalmente, la rotación de cartera hacia la dolarización de corto plazo, se vino.
¿Cuál drama del dólar?: el jugoso retorno dolarizado de una posición en Lebacs desde inicios de año. Quien armó Lebacs cortas desde enero está 12% positivo en pesos; el peso a la vez, se devaluó en días, todo lo que no hizo en el año, a razón de un 7% aproximado, por lo que el resultado neto en dólares para el primer semestre ha sido aproximadamente, de 5%, muchísimo mejor que una Lete en dólares, que, para dicho periodo, rindió en torno al 1.50% y superando incluso, los jugosos rendimientos de la parte media de la curva soberana. Claramente, todo el mercado local estaba muy sesgado a una posición que se convirtió en un clásico argentino: “comprado Lebacs cortas, devengando tasa en pesos y desprotegido de riesgo cambiario”. Y como siempre en finanzas, cuando algunos operadores comenzaron a inmunizar posiciones, el tipo de cambio empezó a despertarse y en ese momento, todo un mercado desprotegido salió corriendo a comprar dólares cada vez más caros, lo cual resalta a la vez, la precaria disciplina de manejo de riesgo que suele tenerse en Argentina. Por lo tanto, el salto del dólar lo explico como la reacción de un mercado que, desprotegido, se asustó y salió a cubrirse y nada más que eso, totalmente aislado de la gestión del BCRA y sin poner a riesgo nada de lo actuado hasta el momento por nuestra entidad monetaria. Si te incomoda esta volatilidad, simplemente se puede inmunizar, es así de simple, en especial, si transitamos un sistema de tipo de cambio flotante, como el que hoy tenemos. Si, por el contrario, quisiste ahorrarte el costo de la protección, deberás soportar entonces el embate del dólar y aprender para la próxima. Pretender que una posición en Lebacs culminaría rindiendo 25% en dólares, era de amateurs, el algún momento se vendría el cachetazo. Bien, suficiente ya de nublarnos con la hoja, vamos a lo que importa: un árbol que requiere corrección en breve y total involucramiento de toda la sociedad argentina.
La Argentina del “NiNi”: nos esperan años enteros de un país en cámara lenta. Desarmar 72 años de errores será para la Argentina una tarea enormemente laboriosa, que requerirá un profundo cambio estructural tanto en la organización del fisco, como de nuestra economía y por, sobre todo, de nuestra mentalidad social. La carga que ha asumido este gobierno es en esa dimensión, histórica y formidablemente enorme, dado que nuestro país tiene una secuencia infinita de distorsiones microeconómicas cuyo desarme, aun comenzando hoy mismo, llevará décadas. El oficialismo enfrentará en breve, su primer gran test electoral, ¿y qué me imagino para entonces? De no haber sorpresas, un resultado que pueda mantener aproximadamente el caudal político alcanzado en la elección presidencial del 2015, será visto por la comunidad internacional como el primer signo de supervivencia del presidente Macri, el cual es mi escenario base; parecería que la generación de consenso político al ritmo de todos los otros frentes sería también, “gradual”. Algunos esperan que, de darse dicho escenario, el gobierno finalmente comience a intentar alguna reestructuración macroeconómica de relevancia para el 2018. En lo personal, no espero ninguna decisión relevante para el próximo año por una sencilla razón: así como hoy nos cuentan que se postergan decisiones urgentes dada la elección que se avecina, probablemente, en 2018 nos digan que, dado que en 2019 se viene la “verdadera elección”, culminemos en este limbo del “NiNi” en el que estamos. Claramente, tener elecciones cada dos años no sólo es costosísimo e implica una innecesaria dilapidación de recursos, sino que, a la vez, nos complica más de los que nos favorece; nos distraemos permanentemente en lo coyuntural y volvemos otra vez, a perdernos el árbol.
En el mejor de los casos, gradualmente mediocres. Durante el primer semestre del 2016 cometí el error de esperar “las 100 medidas del gobierno” que transformarían a la economía argentina. A lo largo del tiempo y a fuerza de gradualismo, me acostumbré a esperar muy poco del oficialismo a nivel económico, tampoco los culpo, cargar toda la responsabilidad del cambio en sólo algunos, sería injusto, los que faltamos en esta ecuación, somos los 43 millones restantes. La combinación entre un gobierno poco audaz, una oposición destructiva y una sociedad que votó mayoritariamente cambio y no soporta el sumo sacrificio que el mismo implica, nos obligarán en el mejor de los casos, a transitar años enteros de una economía no dramática, pero languideciente, basada en populismo atenuado y no inflacionario, pero que adolecerá de la aceleración necesaria para ir licuando nuestra crónica incapacidad para generar empleo y reducir pobreza. Así como la escasez importa, también es sumamente relevante enfrentar la restricción de una sociedad que se desentiende de los problemas y espera que los mismos se resuelvan sin costo. Lamentablemente, desperdiciamos la mejor década para mercados emergentes y ahora al ritmo de un gradualismo populista, nos toca padecer lentamente todas las penurias heredadas de la administración anterior. El drama no es el dólar, tampoco lo es el déficit, la verdadera tragedia yace en cada uno de nosotros: quienes habitamos esta república del Cono Sur, orgullosa campeona mundial de fútbol en dos ocasiones, como si eso sirviera para algo.