El Gobierno empieza a hacer los deberes para cerrar con el Fondo. Marzo, un horizonte que se ve demasiado lejano
Uno de los méritos que se le puede atribuir al ministro Martín Guzmán es que cada vez que la economía estuvo al borde del precipicio, logró dar pasos para atrás. Y uno de sus principales fracasos es que nunca logró alejarse lo suficiente, sino siempre volver a acercarse. El inicio de 2022 lo encuentra, otra vez, peligrosamente cerca del abismo y con la expectativa instalada, casi certeza para muchos, de que el año que empieza no tiene ninguna chance de ser mejor que el que acaba de terminar.
Hace un año exactamente, se esperaba que 2021 fuera no sólo el año de la recuperación y de la mejora de todas las variables sino también el año del acuerdo con el Fondo Monetario, que enmarcaría el proceso de estabilización de la economía del que tanto habló el ministro durante sus dos años de gestión. Se había resuelto ya la reestructuración de la deuda con los acreedores privados, la actividad daba claros indicios de un rebote que se mostró más sólido que lo previsto y la inflación, que se había recalentado meses atrás, era el principal desafío a superar.
Aunque existían dudas respecto a si lo lograría, se daba por descontado que el principal objetivo de la política económica sería evitar un salto del dólar en un año electoral. En ese sentido, desde el verano, las cosas no pudieron dársele mejor al ministro.
Todo lo que podía jugar a favor de la Argentina, lo hizo: la pandemia, o al menos “lo peor” de la pandemia parecía haberse superado, el ingreso de divisas récord provenientes de la súper precios de la soja se sintió desde el principio y, como un regalo inesperado, llegó un giro de USD 4.300 millones en DEG del FMI que fueron puntillosamente devueltos al organismo en concepto de pago de deuda. Sin embargo, nada de eso fue suficiente y la obsesión excluyente para la economía fue, durante todo el segundo semestre, cuándo y cómo se produciría la devaluación más esperada.
Eso aún no ocurrió. Pero el Gobierno terminó el año -empezó el siguiente- con el dólar paralelo en un nuevo récord tras tocar los $210 en el último día hábil, con las reservas del Banco Central exhaustas y la sospecha firme del mercado de que la entidad ya empezó a recurrir al oro para contener la presión cambiaria.
“El BCRA habría usado ya unos USD 400 millones de oro (probablemente vía alquiler y/o swaps) para fortalecer su posición de reservas líquidas”, afirmaron desde la consultora de Gabriel Rubinstein y Asociados.
Como corolario, la confesión de Guzmán de que el acuerdo con el Fondo no tiene aún respaldo internacional. En 7 días, la Argentina debe realizar un nuevo pago de deuda, por USD 700 millones, a los bonistas que aceptaron el canje el año pasado. En otro contexto, el monto es rutinario. En las condiciones agónicas del Central, el pago es un esfuerzo titánico. La expectativas de devaluación se mantienen intactas y las dudas sobre la capacidad de administrar el trance se acrecientan.
Es en ese marco que se apuraron las señales y hasta se empezaron a hacer los deberes. Por un lado, aunque una nueva suba de impuestos se vislumbra en el horizonte, el Gobierno cumplió la promesa hecha a los empresarios y dio de baja la prohibición de despidos. También la eliminación gradual de la doble indemnización.
Por el otro, avanza con el aumento de tarifas, uno de los reclamos más serios para lograr el entendimiento con el Fondo Monetario. Después de mucho desgaste, Guzmán logró imponer su criterio respecto de los subsidios “pro-ricos”. El aumento será más brutal para aquellos segmentos de la población que menos necesitan el subsidio pero que mayor costo fiscal generan.
El Banco Central intenta acelerar el ritmo de ajuste del dólar oficial pero se topa con la dinámica de precios imparables que le acotan el margen para avanzar en esa dirección.
Otra vez, el dato de inflación de diciembre se ubicaría por encima de 3%, lo que representa para el titular de la autoridad monetaria, Miguel Pesce, un obstáculo insalvable para seguir apurando el paso en esa dirección. Como nadie dentro del Gobierno, Pesce reza por el acuerdo con el FMI cuanto antes y culpa en gran medida a Guzmán por no haber logrado evitar las dilaciones que ahora los dejan a un paso del vacío.
Desde mañana, cada día que pasa, es un riesgo nuevo de que la brecha del dólar se amplíe y complique aún más el ordenamiento del frente cambiario. Aunque marzo es la fecha límite, la preocupación se anticipa a febrero, cuando el ingreso de divisas es escaso y otra vez operan pagos por USD 370 millones, cifra ínfima si se cuenta con los recursos que no se sabe si estarán disponibles.
A tal punto es la urgencia del presidente del Banco Central que hizo público su ruego en el informe de “Objetivos y planes respecto del desarrollo de las políticas monetaria, financiera, crediticia y cambiaria para el año 2022″ difundido el jueves.
“Un pronto acuerdo con el FMI, para resolver las cuantiosas obligaciones que se concentran en 2022 y 2023 (…), ayudará a mejorar las expectativas de aquellos actores que condicionan su visión acerca de la sostenibilidad del sector externo al resultado de dicha negociación, contribuyendo a contener las presiones cambiarias y las expectativas de inflación.