Empezamos el evento a sala colmada con un discurso del presidente de la Suprema Corte local argumentando que los inmobiliarios matriculados pueden quedarse muy tranquilos: el ejercicio ilegal de la profesión ya es un delito penal. Y a partir de allí todo el día se entrecruzaron, en las sucesivas disertaciones, dictámenes tajantes como ese, que se contrapusieron con las señales débiles de la realidad, no explícitas pero a veces demoledoras.
En efecto, el temor a la «uberización» de toda la cadena de valor de la industria inmobiliaria y de la construcción se planteó reiteradamente. Ello significa que la tecnología actual amenaza con irrumpir y transformar, en un brevísimo plazo, cualquier sector toda vez que las cosas se puedan hacer mucho mejor y mucho más barato sin que el paraguas protector legal, más temprano que tarde, alcance en serio como antídoto sustentable. La intermediación inmobiliaria no escapa a esa situación. La construcción tampoco.
Al llegarle el turno al presidente del BNA Melconian, él también fue tajante y nos dijo, sin anestesia: «¡Están todos distraídos o desatentos! Estamos ofreciendo una línea hipotecaria que es una papita. Tiene tasa fija negativa por 3 años y no es posible que en las inmobiliarias no haya cola de gente presionando para comprar, crédito en mano». Nos miramos entre todos, un poco desconcertados. Cómo puede ser? La respuesta la dio otro disertante: los ingresos requeridos por el banco son inalcanzables por la gran mayoría, de modo que la cola paradójicamente está tardando en formarse.
Cuando le tocó el turno Bibiloni, el funcionario público responsable del nuevo Procrear, nos ilustró que ya han calificado, según su grado de vulnerabilidad, a 25mil personas a través de la web como aptos para recibir un subsidio no reembolsable para adquirir, por única vez, la vivienda propia.
Esta otra gente (al igual que los clientes del BNA), deberían estar hoy golpeando ansiosos las puertas de las inmobiliarias después de haber pasado por la sucursal bancaria de la esquina de su casa para sacar un crédito hipotecario. Pero lamentablemente, como todos los argentinos sabemos, en la práctica no hay oferta hipotecaria en el país, de modo que esto tampoco está ocurriendo.
Y entre las exposiciones magistrales y contundentes se colaron las mesas redondas de los desarrolladores, pragmáticos, verdaderos «héroes» quienes, con sensibilidad por los negocios y por captar las oportunidades que cada contexto ofrece, de forma terrenal nos contaron cómo, a pesar de todo, lo hacen. Construyen lento, caro y mal para que la gente llegue a pagar su cuota. Pequeños edificios entre medianeras en 40 meses, una locura solo justificable con esta perspectiva.
Los más grandes y sofisticados, como siempre procurando capitalizar la ventana de cada momento. Al final del gobierno anterior supieron absorber los pesos atrapados para venderles, a las grandes empresas, oficinas corporativas. También fueron capaces de acceder a la oferta de préstamos productivos a tasas negativas para emprendimientos premium que en esos años se daban. Y ahora, esas mismas firmas son las que están en primera fila para los fondos cerrados de inversión aptos para blanquear a costo cero.
¿Cómo vemos que sigue la película? Sin tantas novedades. Con la expectativa puesta en los developers, quienes están muy atentos a los cambios. Esperan, con ansiedad, paciencia y algún escepticismo no confesado, el advenimiento masivo de los créditos hipotecarios accesibles que transformen de plano la fisonomía del negocio. Y que ello presione, desde la demanda, sobre la generación de nuevos productos y nos obligue a construir mejor y más barato, a comprar nueva tierra, grande y en zonas por desarrollar, y finalmente a comercializar los productos con tecnología de punta y a un menor costo.
Mientras tanto, en el contexto difícil que nos toca vivir, recesivo, hay que concentrarse en no cometer errores graves que no podamos, más adelante, corregir.
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