Los inversores consideran inevitable que el tipo de cambio oficial sufra un fuerte salto ante el nuevo aumento de la brecha cambiaria. En el Central aseguran que los que especulan con esa posibilidad “van a volver a perder”
Después de una tregua que duró cinco días, el Banco Central volvió a cerrar ayer la jornada financiera con saldo vendedor por USD 60 millones. Septiembre termina así con fuerte saldo vendedor, que se prolongaría tanto en octubre como en noviembre. Con esta tendencia negativa crece entre los inversores la idea de un salto cambiario post electoral ante el escaso poder de fuego para seguir sosteniendo un incremento de apenas 1% por mes para el dólar oficial. Esta visión, sin embargo, no es compartida por el BCRA, que sostiene que tiene reservas suficientes.
Los futuros de dólar que se operan en Rofex también muestran esta tendencia, con una curva que se va empinando para los cierres posteriores a fin de año. En otras palabras, los inversores lentamente ya empiezan a incorporar la posibilidad de una devaluación que no mucho tiempo después de las elecciones.
Pero el titular del BCRA, Miguel Pesce, asegura que la entidad tiene reservas para responder estas embestidas y que por ende podrá aguantar el “gradualismo” cambiario. Desde marzo el tipo de cambio oficial viene aumentando a un ritmo apenas mayor al 1% mensual, pese a que el promedio de la inflación desde ese entonces supera el 3%. Incluso el proyecto de Presupuesto 2022 ya incorpora un incremento del dólar oficial del 28%, que lo llevaría hasta $ 131 para fin del año próximo. Esto significa un salto cercano a 2% por mes, el doble del ritmo actual.
Claro que los operadores no creen que esto pueda ser posible y la percepción es que el dólar oficial tendrá un salto muy superior a lo largo del 2022. “Esta brecha superior al 90% no va a perdurar demasiado tiempo. La historia demuestra que el que se acomoda siempre es el tipo de cambio oficial y no el informal”, señala Esteban Domecq, director de la consultora Invecq.
Lo paradójico es que el tipo de cambio oficial, aún luego de la “plancha” que hizo este año, sigue siendo más alto que el promedio que tuvo el dólar en los últimos años, muy por encima incluso que el que le tocó a Cristina en el cepo anterior (2012-2015) o el de la gestión de Mauricio Macri.
¿Por qué, entonces, se espera una mayor presión cambiaria? La principal respuesta pasa por la desconfianza y la baja demanda de pesos en un contexto de alta incertidumbre. Esto combinado con la fuerte emisión monetaria de los últimos meses, que se acentuará hasta fin de año producto del gasto preelectoral, pero también el elevado rojo fiscal que las cuentas públicas muestran en diciembre.
El Banco Central tendrá la tarea de salir a absorber esa gran emisión monetaria y posiblemente precise tasas de interés más altas para conseguirlo. Pero eso deberá suceder a partir de mediados de enero.
Los inversores buscan cubrirse como sea: crecen las compras de dólar futuro para asegurar una cotización post-elecciones, también aumenta la demanda de bonos que ajustan por tipo de cambio oficial y quienes lo logren también buscarán comprar dólar “solidario” a partir de mañana, que está 9% debajo de tipo de cambio libre. Esto va a dar lugar al nuevo “rulo” de comprar a $ 172 a través del “home banking” y luego vender a $ 185.
Desde el Banco Central aseguran que no está sucediendo nada demasiado fuera de lo normal. “En septiembre vendimos la mitad del año pasado y en la primera mitad del año acumulamos USD 7.000 millones, así que estamos más que holgados. En diciembre volveremos a comprar dólares porque se liquida la cosecha fina”, explican.
Existen certezas y también dudas. Si hay algo que prácticamente nadie discute, ni el propio Gobierno, es que el tipo de cambio oficial tendrá que acelerar su suba luego de las elecciones, algo que posiblemente arranque en diciembre o a más tardar en enero.
Pero allí es donde terminan las coincidencias. En lo que no hay tanto acuerdo es en el ritmo que tendrá ese ajuste. El proyecto de Presupuesto que Martín Guzmán envió al Congreso establece que ese aumento será muy controlado e incluso por debajo de la inflación estimada para el 2022.
Las expectativas del mercado financiero son bastante diferentes. El temor es que se produzca un fuerte reacomodamiento del dólar oficial, ante la caída de las reservas netas del BCRA. Esta disminución del poder de intervención no dejaría mucho remedio que aceptar un salto cambiario, más allá de mantener las fuertes restricciones que impone el cepo.
Pero en el BCRA también consideran que se trata como mínimo de un error de cálculo. “Para nosotros todas las reservas son líquidas, no compartimos los cálculos que muchos economistas hacen cuando hablan de reservas netas u otras consideraciones por el estilo”, explican.
En buena medida lo que suceda con la evolución cambiaria luego de las elecciones dependerá de distintas señales. En primer lugar si se mantiene la ventaja de la oposición o, visto de otra manera, el kirchnerismo termina derrotado en las legislativas. Este escenario paradójicamente podría resultar favorable para el Gobierno, ya que generaría una mayor confianza ante la posibilidad de un cambio de régimen político (y también económico) en 2023.
También se estará a la expectativa de un acuerdo con el FMI y su contenido, lo que podría servir para anclar expectativas. Aunque todavía no hay demasiadas señales sobre qué es lo que se buscaría negociar, más allá de alargar los vencimientos.