Cuando se compara el PIB de 2016 contra el de 2011 se observa que el mismo muestra una contracción del 1,3%, mientras que si la comparación se hace en términos per-cápita la retracción alcanza a un 7,2%. Así, de materializarse el objetivo del Gobierno de crecer de modo sostenido durante 20 años al 3%, ello implicaría que recién para el año 2020 estaríamos recuperando el mismo PIB per-cápita de 2011, al tiempo que desde una visión de largo plazo seguiríamos perdiendo lugares en el ranking mundial de países. Puesto en otros términos, el Gobierno nos propone como objetivo irnos a la B pero, de modo decoroso.
Desde distintos modelos teóricos y con la evidencia empírica en la mano, se puede demostrar que deberíamos ir por metas mucho más ambiciosas. La base de ello es lo que la teoría económica denomina como convergencia, donde aquellos países que tienen menores ingresos per-cápita crecen más rápido que los más desarrollados hasta el momento en que logran alcanzarlos. Así, previo a la Revolución Industrial el mundo desarrollado era dueño del 26% del PIB mundial, número que luego del hito productivo junto al inicio de la transición demográfica y su impacto sobre el capital humano, comenzó a crecer hasta alcanzar un máximo del 60% en la década del 50 del Siglo XX.
Sin embargo, luego de ello, los países en desarrollado aceleraron su ritmo de crecimiento haciendo que su peso en el PIB mundial pasara del 40% al 60%, al tiempo que el coeficiente de Gini cayó desde 0,7 a 0,5. Esto es, en un contexto caracterizado por la aceleración del cambio tecnológico, la presencia del bonus demográfico y su vínculo con la acumulación del capital humano, los datos no sólo validan la convergencia, sino que a su vez la misma tiene lugar a velocidades cada vez mayores.
A su vez, esta descripción es perfectamente consistente con la visión de Hayek sobre el mercado como un proceso de descubrimiento, donde la idea central consiste en que el conocimiento necesario para el desarrollo económico no es algo que esté dado de antemano, sino que sólo se descubre en el marco de la libre competencia. De este modo, el mercado constituye un mecanismo de extracción y transmisión de información, donde, si bien en los países desarrollados una fuerte competencia es parte importante del proceso de descubrimiento, en la cual los exploradores buscan oportunidades no aprovechadas, esto lo es aún muchísimo más en los países subdesarrollados. Esto es, las posibilidades de crecimiento tenderán a ser mayores cuanto más extensas sean las posibilidades aún no utilizadas de un país.
En esta perspectiva, una alta tasa de crecimiento es prueba de las oportunidades que no han sido descubiertas en el pasado. Así, una alta tasa de crecimiento puede también dar testimonio de la aplicación de políticas erróneas del pasado más que de buenas políticas en el presente. En consecuencia, no es razonable esperar en los países desarrollados tasas altas de crecimiento como las que pueden alcanzarse en los países donde la utilización efectiva de los recursos fue impedida durante mucho tiempo por obstáculos institucionales y/o legales.
Aparte del hecho de que en esas sociedades existe tanto más por descubrirse, hay además otra razón por la cual la mayor libertad de competencia parece ser más importante en tales países que en otros más avanzados. Esta es, que los cambios requeridos en los hábitos y costumbres tendrán lugar sólo si algunos pocos, que desean y son capaces de experimentar con métodos nuevos, consiguen que la mayoría se vea, por necesidad, obligada a seguirlos, y si son capaces, al mismo tiempo, de mostrarle a esa mayoría el camino a seguir. De no ser así, el proceso de descubrimiento será impedido u obstaculizado si la mayoría logra mantener a la minoría sujeta a los hábitos tradicionales.
De hecho, una de las razones principales de la aversión por la competencia es el que ésta no sólo muestra cómo pueden hacerse las cosas en forma mucho más efectiva, sino que además enfrenta a aquellos que dependen del mercado para sus ingresos con la sola alternativa de imitar a los más exitosos o perder parte de sus ingresos. Así, la competencia produce una coacción impersonal que obliga a numerosos individuos a ajustar su estilo de vida al servicio del resto de los seres humano de un modo mucho más poderoso que cualquier precepto o mandato a cargo de un órgano de coacción sistemática (el Estado).
Por lo tanto, Argentina no sólo podría mostrar altas tasas de crecimiento como consecuencia de las oportunidades por descubrir dado su nivel de desarrollo, sino que además, ante la brutal destrucción de capital del kirchnerismo, ello le daría un piso alto con sólo poner en marcha las ideas ya descubiertas. Así, de mediar una recomposición del ahorro fiscal, una drástica reducción de la carga tributaria y afianzarse el respeto por los derechos de propiedad (en un contexto demográfico favorable y alta competencia) hará que alcanzar el desarrollo deje de ser un sueño para volverse una realidad.