Eran de u$s52.000 millones, ahora ya están en u$s33.000 millones y las proyecciones dan cuenta de u$s20.000 millones o menos para el 2015. Analistas advierten que pasado un determinado umbral se entrará en "zona de riesgo" y podría dispararse una corrida contra el peso. Lo que viene
Caen a la misma velocidad a la que en otros tiempos subía el índice de riesgo país y generan más o menos la misma inquietud: el nivel de las reservas del Banco Central, convertido en el nuevo termómetro de la fragilidad económica argentina, no hace más que dar malas noticias.
Aun aquellos que no tienen muy en claro para qué sirven, cuánto es un nivel deseable y qué consecuencias podría traer la profundización de la caída, entienden que la disminución de reservas se transformó en un tema más que preocupante.
"En un futuro no muy lejano, el conteo diario de la caída puede llegar a convertirse en el morboso indicador de la decadencia del modelo, al estilo del riesgo-país en tiempos del 1 a 1", pronosticaba a comienzos de año el economista Federico Muñoz, uno de los primeros en dar el alerta sobre la incapacidad del Gobierno para detener la sangría de dólares.
Y el tiempo demostró que su advertencia se ha ido convirtiendo en realidad: la acuciante baja se transformó en protagonista excluyente en los títulos de los medios de comunicación y el conteo empezó a ser una rutina obligada.
Los fríos números traen cada vez mayor preocupación:
• En lo que va del año, y con el cepo cambiario en su versión más estricta, la caída ya alcanza los u$s10.000 millones.
• Desde enero de 2011, cuando se había registrado el récord histórico, la pérdida llega au$s19.300 millones.
• Sólo en octubre de este año, cayeron u$s1.400 millones.
La tendencia muestra momentos de aceleración, como la baja de u$s500 millones en apenas dos días, tras las elecciones legislativas.
Pero esto no es lo peor porque, a fin de cuentas, se podría plantear que u$s33.000 millones sigue siendo mucho dinero.
El tema es que la relación entre reservas y PBI se está acercando a uno de sus mínimos históricos, además de ocupar el tercer puesto más bajo en el ranking regional.
Actualmente es del 6,7%, y la proyección de la Fundación Mediterránea es que en dos años podría descender hasta un preocupante 3,6 por ciento.
Y hay todavía más datos para preocuparse. Según el informe elaborado por Marcelo Capello y Néstor Grión, algo tan o más grave que el menor nivel es la velocidad a la que están cayendo.
De hecho, el actual proceso sólo puede compararse con la acelerada pérdida que sufrió el Banco Central en el período 1945-49 (durante el primer gobierno peronista) y en el final de los años 70 (durante el gobierno militar).
En ambos casos, el epílogo fue una fuerte devaluación.
En realidad, para muchos expertos, este punto, el de la velocidad de la caída, es ha transformado en la cuestión central.
"La cifra actual no sería tan mala si la tendencia fuera creciente, en el marco de una economía en recuperación, tal como ocurrió en la salida de la convertibilidad. Pero ahora lo que preocupa es la tendencia", afirma Jorge Todesca, consultor y ex viceministro de economía.
Profundizando la caída
Lo cierto es que el nivel de las reservas del Banco Central está bajo la lupa de los expertos, que dedican sus esfuerzos a diagnosticar el problema, a proyectar qué tan grave puede seguir siendo el derrumbe y en analizar las consecuencias.
Desde ya, casi nadie comparte la despreocupada descripción realizada por Cristina Kirchner hace algunos meses, cuando realizó la ya célebre comparación entre los números argentinos con los de Australia y Canadá.
Los economistas minimizan tal comparativo porque -a diferencia de lo que ocurre en el resto del mundo- el hecho de que la Argentina tenga un cepo cambiario implica que la única ventanilla disponible para que los importadores, empresas, turistas y el propio Gobierno consigan dólares es el propio Banco Central.
Por otra parte, la memoria inflacionaria argentina hace que el mercado exija un respaldo en reservas para los pesos circulantes, en una proporción mucho más alta de la que se necesita en aquellos países con una historia de estabilidad monetaria.
De manera que la sensación de que "algo hay que hacer" está flotando en el ambiente desde hace tiempo.
"Dentro de lo malo del actual contexto, la mejor de las opciones sería la del desdoblamiento cambiario, porque otras alternativas, como la de avanzar en más restricciones -como un eventual cupo a las tarjetas o subir el recargo del 20%- harían que más pesos terminen yéndose al paralelo", afirma el economista Carlos Melconian.
En ese clima fue que llegaron las declaraciones de la titular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, quien dijo que no se preveía "ninguna modificación en la política monetaria y cambiaria" tras las elecciones.
La funcionaria tenía la intención de transmitir tranquilidad, pero sus palabras fueron interpretadas por los analistas como una señal de que se profundizará el actual modelo de restricciones y cepo.
"Hasta mediados de año creía que iba a haber un desdoblamiento, pero ahora no, porque viendo el esquema político de hoy día me lleva a fortalecer la idea de que primero vamos a una profundización del actual esquema", afirmó el influyente Ricardo Arriazu ante un auditorio de empresarios.
Pronósticos inquietantes
Claro que la gran mayoría de los analistas entiende que "no hacer nada" para revertir la sangría de las reservas es algo que no resultará gratis.
Es por eso que la gran pregunta de las últimas semanas -"¿qué van a hacer con el dólar?"- está dejando lugar a un nuevo interrogante: "¿Hasta dónde puede llegar a caer el nivel de las reservas?".
Y una incógnita todavía más inquietante: "¿A partir de qué momento la pérdida pasará a ser un problema tan crítico que obligará a realizar algún tipo de ajuste brusco?".
Respecto del primer punto, la cuestión a dilucidar es si la hemorragia de dólares que sufre el Central en estos días es producto de un fenómeno estacional -y, por lo tanto, pasajero- o si es un problema estructural.
Uno de los que cree que es más de base que temporal es el analista Gastón Rossi, que afirma: "Hay una cuestión estructural, porque la situación actual está provocada por la inflación, que derivó en el cepo, y por el déficit energético".
Su visión es que, de no mediar cambios, no hay otra posibilidad que la de una continuidad en la caída: "Si uno siempre usa reservas para cubrir los déficit de sectores y para pagar deudas, en algún momento se terminan", observa.
Y pronostica que, por motivos políticos, el Gobierno tratará de evitar la adopción de medidasque puedan considerarse impopulares.
Más tajante al respecto es Federico Sturzenegger, del Banco Ciudad, para quien "el Gobierno ha tomado la decisión de comerse las reservas; se va a poner cepo ajustando el cepo, de acá a 2015 vamos a tener más de lo mismo".
¿Dónde está el piso?
Hablando en plata, ¿qué tan grave es la situación?
Depende de a quién se le pregunte, pero el denominador común es que si el actual nivel de u$s33.000 millones parece bajo… será mejor relajarse y "disfrutar" de este momento, porque en pocos meses pasará a ser una cifra añorada.
Para Martín Redrado, "vamos a llegar a 2015 con u$s18.000 millones, con un Banco Central vacío de contenido y sin posibilidades de darle previsibilidad a la gente".
Desde la Fundación Mediterránea, Marcelo Capello y Néstor Grión, pronostican que, de continuarse con la actual política, entonces se llegaría a 2015 con un nivel de u$s19.600 millones.
También para Hernán Lacunza, ex gerente general del Central, el nivel de reservas de aquí a dos años se ubicará en torno de los u$s20.000 millones.
"El Gobierno hace rato que ha decidido sacrificar reservas antes que devaluar", argumenta.
Federico Muñoz pronostica la misma cifra, pero no para 2015 sino ya para el cercano 2014. Y no disimula su preocupación: "Es un nivel en el que cualquier brote de desconfianza seguramente gatillará un fuerte cimbronazo financiero que no tendría otro desenlace posible que el de un salto del tipo de cambio".
Estos pronósticos llevan a la pregunta inexorable de hasta qué nivel el Gobierno dejará que caigan hasta decidir el "no va más". O, en todo caso, en qué momento habrá síntomas demasiado graves para la economía y ello forzará a una corrección.
Es una pregunta de respuesta difícil. Según Eduardo Curia, uno de los más notorios defensores del tipo de cambio alto y de la acumulación de reservas, si caen por debajo de los u$s30.000 millones, ya es un indicador de que la economía está en problemas.
Es decir, algo bastante inminente. Y cree que, antes que devaluar, el Gobierno intentará financiarse en el mercado internacional.
Muchos de sus colegas creen que, aun con las recientes medidas para obtener crédito del Banco Mundial, ello no cambiará el panorama.
"Es como tener una bañera que pierde agua y que llegue alguien y te ofrezca como ayuda una botella de un litro y medio. Es un pequeño alivio que no resuelve el problema de fondo", afirma Rossi.
El mayor temor, en todo caso, es que un bajo nivel de reservas puede llegar a minar la confianza del público, pero nadie sabe exactamente cuándo llegará esa situación.
"No hay un número exacto que uno pueda marcar como límite, pero sí hay un momento que te lo da la experiencia histórica: aquel en el que se produce una crisis final de confianza sobre el peso y ahí a nadie le va a importar mucho si la operación de cambio es legal o ilegal. Mientras haya alguien que pida dólares va a haber alguien que oferte", afirma Todesca.
La situación no es fácil, creen los expertos, porque si primara la voluntad de fijar un "piso" a la caída, eso tampoco sería gratis: supondría un recorte a la importación aun más severo, con el consecuente mayor enfriamiento de la economía.
"Por cada punto de crecimiento del PBI, se necesita que crezcan tres puntos las importaciones. Es decir que por cada punto hay que destinar u$s2.400 millones, y eso implica más caída de reservas", explica Marina Dal Poggetto, economista jefe del Estudio Bein.
En otras palabras, todas las opciones tienen lado negativo. Un "modelo profundizado" deberá dejar caer más las reservas para poder crecer, o bien resignarse al estancamiento para cuidar la caja de dólares.
En la medida en que se le reduzca al Gobierno el margen de maniobra, las alternativas serán la del endeudamiento o la de avanzar en una brusca devaluación. Y el equipo económico irá sintiendo en carne propia la verdad de su eslogan electoral: en la vida hay que elegir.