El fideicomiso financiero con oferta pública es un instrumento de inversión que cotiza en la bolsa y que, habiendo tenido su principal desarrollo en la década pasada, actualmente tiene una dinámica importante en el mercado. El objetivo de este artículo es que el lector entienda en qué invierte cuando compra títulos de un fideicomiso financiero.
Lo primero que habría que comprender es qué es un fideicomiso. El artículo 1 de la ley de fideicomisos[1] es bastante ilustrativo: “Habrá fideicomiso cuando una persona (fiduciante) transmita la propiedad fiduciaria de bienes determinados a otra (fiduciario), quien se obliga a ejercerla en beneficio de quien se designe en el contrato (beneficiario), y a transmitirlo al cumplimiento de un plazo o condición al fiduciante, al beneficiario o al fideicomisario.”.
El fideicomiso financiero es un tipo particular de fideicomiso, el cual puede tener o no oferta pública. Según la ley[2] un fideicomiso será financiero si cumple con dos condiciones. La primera es que su fiduciario sea una entidad financiera (banco) o esté aprobado por la Comisión Nacional de Valores (CNV). La segunda condición es que los beneficiarios del fideicomiso sean titulares de títulos valores, los que podrán cotizar en bolsa.
Simplificando lo anterior: el fideicomiso financiero es un instrumento que recibe activos cedidos por un fiduciante (generalmente una empresa que se financia), el cual percibirá a cambio dinero de los beneficiarios (inversores). Estos inversores serán tenedores de títulos valores, que podrán cotizar en la bolsa, por los cuales cobrarán una renta. Los activos cedidos al fideicomiso serán administrados, durante la vida del mismo, por un fiduciario profesional.
Actualmente al público inversor se le ofrecen diversos tipos de fideicomisos financieros; los más comunes son los que tienen como activos subyacentes (activo cedido por el fiduciante al fideicomiso) cuentas por cobrar, generalmente documentadas con pagarés o cheques. Veámoslo en un ejemplo.
La empresa XYZ vende agroquímicos, recibiendo de sus clientes cheques que cobrará luego de la cosecha gruesa (en promedio a los cinco meses de efectuada la venta). La empresa XYZ en lugar de esperar que los cheques se paguen, decide cederlos, sin recurso[3], a un fideicomiso financiero recibiendo a cambio una suma de dinero algo menor al monto total cedido.[4] En otras palabras, anticipa la cobranza, recibiendo el dinero de los inversores que compraron al momento de la oferta pública los títulos emitidos por el fideicomiso financiero. Advierta el lector que lo que el inversor está comprando es un título que pagará una renta predeterminada que se afrontará con los cobros de los cheques que fueran entregados para el pago de, en este ejemplo, agroquímicos.
La ventaja para quien se financia de esta forma es – entre otras- que descuenta un lote de cuentas por cobrar (cheques en nuestro ejemplo) de una sola vez, evitando múltiples operaciones individuales. La ventaja para el inversor es que -de estar el fideicomiso adecuadamente estructurado[5]– reduce el riesgo del retorno prometido, ya que el repago de su dinero se encontrará protegido por determinados criterios de seguridad que velan por la robustez del instrumento.
De lo dicho se desprende que el inversor deberá, al momento de evaluar la posibilidad de destinar ahorros a un título de un fideicomiso financiero, analizar:
cuáles son los activos subyacentes, es decir, en qué se está invirtiendo;
quién es el fiduciario, responsable de la administración de los activos;
quién es el estructurador, que diseñará los títulos valores en los cuáles se invertirá, y
qué condiciones tienen los títulos en que se invierte, incluyendo tasa y plazo.
A su vez, los fideicomisos financieros que tiene oferta pública (cotizan en bolsa) son evaluados por calificadoras de riesgo que asignan una nota o grado a los títulos valores emitidos. Dicha calificación sintetiza la probabilidad de que el inversor cobre en tiempo y forma la renta prometida. La nota asignada, y publicada antes del momento de la inversión, resultará de la calidad de los activos subyacentes y de la estructuración de los títulos valores.
Si bien el fideicomiso financiero parecería ser un instrumento de cierta complejidad, el análisis de las cuestiones básicas que hay detrás del mismo es un camino que el inversor debería recorrer. Para ello es importante la individualización de los componentes y actores en estos vehículos de inversión, los cuales, como se mencionó anteriormente, constituyen una alternativa para el portafolio de los ahorristas.
El autor es integrante del equipo profesional de Worcap SA – www.worcap.com
[1] Ley 24.441.
[2] Ibídem.
[3] Las cesiones de activos a fideicomisos financieros salen del activo del fiduciante, desobligando al mismo a responder por los mismos en caso de incobrabilidad.
[4] El fiduciante recibe al momento de la salida oferta pública el total nominal a cobrar a futuro, actualizado por una tasa de descuento tal que, el descuento realizado sea suficiente para pagar los intereses a los inversores y los gastos de funcionamiento del fideicomiso.
[5] La estructuración es una parte central y fundamental en el proceso de armado de un fideicomiso financiero. Es la labor de arquitectura del instrumento, la cual asegura que, bajo condiciones normales, el inversor cobrará la renta preestablecida.