El resultado financiero de las cuentas públicas con el agregado de la deuda creciente del Banco Central se proyecta en más de 10% del PBI hacia fines del corriente año
Por Roberto Cachanosky
Con el propósito de no mostrar con claridad los datos macroeconómicos, los economistas inventaron formas complejas de presentar los indicadores claves, y fue así que se empezó a hablar del déficit fiscal primario y déficit financiero. El primario es el resultado de la diferencia negativa entre ingresos y gastos antes del pago de los intereses de la deuda pública, en tanto que el financiero lo incluye. Una forma bastante ridícula de llevar una contabilidad de las finanzas públicas porque los intereses pagados son un gasto. Eso se estudia en la contabilidad que inventó el fraile Luca Pacioli en 1494, con la “partida doble”.
No incluir los intereses dentro del cuadro de resultados es como si el contador informara el resultado operativo de una empresa sin incluir los intereses pagados por un préstamo o por el giro en descubierto en el banco. Un disparate conceptual.
Lo concreto es que los intereses de la deuda hay que incluirlos para analizar la situación fiscal, porque si no se disimula una realidad sustancialmente peor, como en el caso de las finanzas nacionales quedó de manifiesto en el colapso de la crisis de 2001, a pesar del blindaje financiero de fines de 2000 que estaba negociando el gobierno de Fernando de la Rúa.
Tomando en cuenta los intereses de la deuda, el déficit fiscal previsto en el Presupuesto para 2021 se estima en el equivalente a 6% del PBI.
Y buena parte de ese desequilibrio de las finanzas públicas se está financiando con deuda del BCRA con la colocación de Leliq y Pases netos en los bancos, públicos y privados. Esa deuda, que viene creciendo en forma acelerada, ya se multiplicó por 4 desde que el kirchnerismo llegó al gobierno, ronda los $4 billones. Haciendo una estimación optimista esa deuda genera una abultada pérdida para el BCRA, la cual no podrá pagar, a un ritmo de $1,8 billones por año, ya que equivalen a 4,8% del PBI.
De lo anterior se desprende que, midiendo bien en déficit fiscal, esto es incluyendo los intereses a pagar, este año terminaría con monto consolidado Nación más BCRA de 10,8% del PBI, número que permite presagiar una crisis fiscal, cambiaria y monetaria imposible de corregir con gradualismo.
Agrego a ese 10,8% del PBI de déficit fiscal el efecto del atraso de las tarifas de los servicios públicos y el atraso cambiario. De ahí surge que el horizonte no es muy alentador en términos económicos. En particular con un Presidente que ha perdido toda credibilidad y un ministro de Economía que cada paso que quiere dar tiene que consultarlo con La Cámpora y con el Instituto Patria.
Mientras el gobierno dice que va a acordar con el FMI en marzo próximo, momento crítico por los vencimientos de deuda que se acumulan, hay un documento del Board del FMI de enero último que establece claramente que el déficit cuasifiscal que genera el BCRA debe tenerse en cuenta a la hora de establecer las correcciones fiscales.
Dice textualmente el documento de marras: “el acuerdo marco propondrá consolidaciones solo en casos de bancos centrales con grandes posiciones de capital negativas y/o cuando el equipo de país considere que el banco central está involucrado en importantes financiamientos monetario del presupuesto y/o actividades cuasifiscales”. En otras palabras, parece escrito a medida para el caso argentino.
No solo el déficit cuasifiscal se acerca al desequilibrio fiscal financiero, sino que además la deuda del BCRA ya absorbe el 67% de los depósitos del sector privado en el sistema financiero y supera a la base monetaria en un 43%. Un verdadero descalabro cuasifiscal.
Reservas maquilladas
Las reservas brutas declaradas por el BCRA suman poco menos de USD 46.000 millones. Pero solo restándole los encajes en dólares (diferencia entre depósitos y préstamos en moneda extranjera del sector privado) y el swap con China, se reducen a menos de USD 13.000 millones. Y faltan restar el préstamo del Banco de Pagos de Basilea y otras obligaciones con organismos internacionales y el Tesoro. Por tanto, en un cálculo sumamente optimista, las reservas propias del BCRA llegarían al 22% de la posición de activos externos brutos. Y podría caer aún más, si este mes el Tesoro le paga al FMI el próximo vencimiento de deuda con los DEG que entraron de regalo a la entidad monetaria.
Además, en marzo 2022 la Argentina tiene que enfrentar vencimientos de capital por USD 10.541 millones, de los cuales USD 2.855 millones con el FMI y USD 4.126 millones son tenedores de bonos del Estado. Y si el Gobierno no pudo pagarle la última cuota al FMI de USD 2.400 millones y tuvo que refinanciarla, que vencería nuevamente en marzo del año que viene, difícilmente pueda hacer frente al que opera en seis meses.
El cuadro se tornará más complejo si ahora el FMI exige incorporar en el programa fiscal el déficit cuasifiscal que general el BCRA, porque el esfuerzo que tendría que hacer el Gobierno para cumplir con las nuevas metas solo sería posible con grandes reformas estructurales en las finanzas públicas que el gobierno kirchnerista no está dispuesto a llevar adelante.
En síntesis, hasta ahora el Gobierno ha conseguido postergar para luego de las elecciones de medio término el tratamiento de todos los desajustes acumulados: atraso cambiario; artificiales tarifas de los servicios públicos; y abultados vencimientos de deuda pública que hoy no parece estar en condiciones de cumplir.
El gobierno ha armado la tormenta perfecta.