La estabilización del tipo de cambio está en consonancia con la mejora en los precios agrícolas y el fin de la demanda estacional. Para muchos economistas de la City, los motivos de fondo que llevaron al retraso cambiario no desaparecerán por más que haya nerviosismo derivado de la escena política
Para la mayoría de los economistas, la estabilización del tipo de cambio en torno de $17,30 era algo que estaba dentro de lo esperable. De hecho, cuando todavía se vivía una «corrida» en la City, ya eran varios los que pronosticaban una pronta modificación de la tendencia
«En líneas generales, todo el mercado espera un achique», decía el operador de Oubiña Cambios, Claudio García, haciéndose eco de las expectativas puestas en las liquidaciones de divisas provenientes del sector exportador.
La cotización actual de u$s376 para la tonelada de soja supuso una señal para que, finalmente, ello ocurriera. Los productores, luego del máximo del año registrado en enero con u$s392, vieron caer el precio hasta el mínimo de la última semana de junio, cuando se estacionó en u$s332.
Pero todos sabían que todos los motivos extraordinarios que habían empujado al billete –la soja baja, el alza estacional de la demanda por las vacaciones y los ruidos políticos por las PASO– llegarían pronto a su fin.
Lo cierto es que, más allá de esta cuestión coyuntural, los fundamentals se mantienen favorables a un peso fuerte. En tal sentido, «seguimos favoreciendo el carry-trade», aconsejaron los analistas de Econviews, la firma dirigida por Miguel Kiguel.
A su vez, el economista Fausto Sportorno, economista del Centro de Estudios Económicos de Orlando Ferreres, sostuvo que «el tipo de cambio estaba atrasado, tenía que subir».
Pero inmediatamente hace una salvedad: «Hay que diferenciar la tendencia de fondo del tipo de cambio de la volatilidad».
En cuanto a lo que puede suceder con la cotización del dólar y su relación con la inflación de aquí a fin de año, nada mejor que tomar en cuenta los precios que surgen del mercado de futuros Rofex y cruzarlas con las estimaciones que realizan diversos economistas y centros de estudios en el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que recopila mensualmente el Banco Central.
En tal sentido, las operaciones pactadas para fines de este año en el mercado de futuros ubican a la divisa estadounidense en los $18,43, lo cual implica una suba del orden del 8% frente a la actual cotización.
Curiosamente, es el mismo porcentaje que arroja la encuesta del BCRA de reciente publicación. De ser así, el retraso cambiario volverá a ser noticia, pues solo este año rondaría el 7%.
Otra encuesta importante, la de Latin Focus, también llamó la atención por la moderada suba que prevé para el dólar de aquí a fin de año. El consenso de los economistas prevé un dólar mayorista de apenas $17,57 para fin de año. Es decir, un pequeño salto de 3% en siete meses.
Claro que esas predicciones no son contradictorias con eventuales episodios de volatilidad ligados a la campaña electoral.
«Tenemos un subyacente de inestabilidad muy grande en la economía. Si bien se reactivó el dólar y eso ayuda a alguna gente, me da la impresión que el costado inflacionario está controlado. Pero la campaña electoral será dura», evaluó el exsecretario de Finanzas, Guillermo Nielsen.
Ante esa situación, algunos ya dan consejos sobre cómo actuar en futuras corridas.
«Frente a una eventual dolarización de portafolios preelectoral que haga subir ‘rápido’ el tipo de cambio, el instrumento ‘natural’ y potente que posee el programa macro para suavizar este proceso sería que el Tesoro vendiera los dólares que consigue el Ministerio de Finanzas para financiar el déficit fiscal primario directamente en el mercado cambiario y no al BCRA para acumular reservas como hasta ahora», concluye el informe de M&S Consultores, de Carlos Melconian.
Sobre los grados de libertad que cuenta el Gobierno para actuar en situaciones como la actual, Miguel Kiguel afirmó que «hacer política monetaria/cambiaria en la Argentina es muy difícil. Todavía no parece que estemos listos para que el tipo de cambio flote».
Una batalla ganada
Pero, de momento, el equipo económico siente que ganó una batalla, al haber pasado la prueba de soportar la volatilidad y, sin que fuera necesaria una intervención oficial, se haya llegado a una estabilización.
«Vemos la flotación del tipo de cambio como un objetivo nuestro, para que vaya fluctuando en relación a la oferta y demanda del mercado», afirmó el secretario de Política Económica del Ministerio de Hacienda Sebastián Galiani.
«Esa es la forma de no tener saltos abruptos en los precios, que es justamente lo que buscamos con el tipo de cambio flotante: que el dólar no sea el ancla de las expectativas para formar precios, sino que simplemente afecte el precio de los bienes que se comercian internacionalmente», agregó.
Por su parte, un funcionario del Banco Central le confió a iProfesional que el movimiento del billete no generará inflación futura y no solo eso, sino que además festeja la flotación del tipo de cambio.
«Cuando el dólar se mueve, la gente mira la historia y se preocupa, pero vamos a ir aprendiendo que en un régimen de flotación, el dólar fluctúa. No debe sorprender que baje un poco o vuelva a subir un poco, ya lo vimos este año», concluyó.
¿Habrá traslado a los precios?
Algunos analistas del mercado alertan por la falta de un ancla –como en muchos momentos de la historia económica fue el dólar– para contener los precios en medio de las tensiones electorales.
«La clave es si se levanta el ancla del tipo de cambio comienza a navegar la nave de los precios», indicó el economista Amilcar Collante.
«Creo que la suba actual del dólar es más por cuestiones internas, asociadas al aumento de la incertidumbre. La clave es si tiene passthrough asociado, es decir si su aumento se ve reflejado en una suba del nivel de los precios», remarca.
Sobre este punto, uno de los economistas que salió al cruce de la política del Gobierno fue Enrique Szewach, ex vicepresidente del Banco Nación, que indicó que el régimen de flotación cambiaria que mantiene el Banco Central (BCRA) «no sirve» en el contexto actual.
Según su fundamento, «si flota para arriba, se te va a los precios, y si flota para abajo, se te atrasa el tipo de cambio».
Un reciente informe de M&S Consultores se refiere a esta cuestión y considera que «un aumento pausado en el ritmo y acotado en el nivel del tipo de cambio nominal podría ser tomado como ‘buena noticia’ frente al atraso cambiario estructural».
«Pero el riesgo latente es que sea una recomposición cambiaria que se traslade a precios, algo que también sucede en la Argentina», agregan.
Por ahora, la historia reciente juega a favor del Banco Central, pues el dólar subió por el efecto Trump, el efecto Temer en Brasil y por el Brexit y en todos los casos esos shocks externos no se vieron reflejados en los índices que elabora el INDEC.
Haciendo historia
Si bien la recuperación registrada en este breve lapso puso en «stand by» la discusión referida al atraso cambiario, tomando en cuenta lo sucedido desde diciembre de 2015 hasta el presente, todo indica que si bien este se redujo, aún persiste.
De hecho, tomando como base el desarrollo del precio del dólar desde fines de ese año, cuando cotizaba a $13,41 para la venta, hasta la actualidad –por encima de los $17– y se lo compara con la evolución de los precios al consumidor, la brecha entre ambos es notoria, pues es del orden del 20%, apenas por debajo del máximo alcanzado en abril, cuando superó al 23%.
En cuanto a lo sucedido a lo largo del corriente año, el desfasaje se reduce al 7,5%, luego de tocar un máximo del 11% también en ese mes.