El Gobierno está llevando adelante un complejo proceso de renegociación de su deuda. Cinco diferencias centrales entre la negociación de la deuda actual y la vivida en 2005: el escenario; las reglas; los jugadores; los objetivos y las estrategias.
En este momento la Argentina está llevando adelante un complejo proceso de renegociación de su deuda. Sin embargo, para entenderlo correctamente es necesario analizarlo de una manera muy distinta a otras renegociaciones de deuda, ya que en parte lo que se está haciendo actualmente no tiene precedentes en la historia mundial. Por eso, para comprender mejor dicho proceso, señalemos cinco diferencias centrales entre la negociación de la deuda actual y la vivida en 2005: el escenario; las reglas; los jugadores; los objetivos y las estrategias.
El escenario
Existen al menos dos grandes diferencias entre el escenario de 2005 y el actual. Una de ellas se refiere a que en aquél momento el país había dejado de pagar su deuda en 2001, haciendo que durante varios años los bonistas no vieran un peso. Eso hacía que le negociación pueda ser muy dura y muchos tenedores de deuda estuvieran desesperados por pactar y volver a recibir sus acreencias. Además, con la interrupción de los pagos, tenían papeles que no valían nada en el mercado secundario, por lo cual también era difícil desprenderse de ellos.
Hoy en cambio la situación es distinta. El país no ha declarado su default formalmente. Podrá haber reperfilado o aplazado los tiempos de pago de algunos bonos, pero no rompió de manera definitiva los contratos. A su vez, algunos bonos se pagan y el mercado secundario no está por el piso como en aquella ocasión. Esto de alguna manera hace que la negociación marque otras pautas.
La segunda gran diferencia con 2005, por su parte, tiene que ver con la cantidad de partidos que se están jugando a la vez. Hace 15 años todo estaba centrado en la renegociación de la deuda con los acreedores privados. Hoy, no obstante, se están jugando al menos cuatro partidos importantes, puesto que además de una áspera negociación con los bonistas particulares, el gobierno también está negociando con el FMI, el Club de París y se suma al baile la situación de la provincia de Buenos Aires. Con tantos escenarios a resolverse al mismo tiempo, es evidente que no todo puede funcionar igual que en la ocasión anterior, sobre todo porque ahora, además, existen nuevas reglas de juego.
Las reglas
Tal vez la diferencia central entre la situación de 2005 y la actual sea con respecto a las reglas vigentes. Si bien el default de 2001 fue el más grande de la historia mundial y fue extremadamente complejo resolverlo por la cantidad de bonos, países, monedas y actores intervinientes, lo cierto es que se manejó con las pautas de renegociación de deudas habituales hasta entonces.
Actualmente, en contraste, se ponen en funcionamiento nuevas reglas sobre las cuales se manejará la negociación, sentado otro precedente mundial. Tal vez no lo tengamos presente en la Argentina, pero hay un seguimiento de muchos expertos y países observando lo que suceda en nuestro país pues lo que ocurra aquí seguramente pueda redefinir las formas de pensar y actuar de los mercados financieros hacia el futuro.
Nos referimos a las flamantes cláusulas de consenso o “anti-buitres”. Dichas cláusulas indican que si la negociación es aceptada por más del 75% de los tenedores de un bono, la negociación se tomará como exitosa y cerrada, por lo que quienes queden afuera no podrán luego llevar adelante acciones legales en tribunales judiciales reclamando cobrar el 100% de sus acreencias. Esto deja de lado a los Fondos Buitre, quienes suelen comprar papeles en default en muy bajo precio, tener paciencia y luego litigar en distintos tribunales en el mundo hasta cobrar la totalidad.
De este modo, si la Argentina logra un alto consenso, no habrá posibilidad de que ello vuelva a ocurrir como pasó entre 2005 y 2016 con respecto a los hold-out y el juez Griesa que falló a favor de ellos, sino que nuestro país podría resolver la cuestión de manera definitiva acabando con dichas prácticas y, si se quiere, redefiniendo las formas de pensar la cuestión financiera en los mercados internacionales hacia el futuro.
Ahora las reglas fuerzan a que la situación sea a todo o nada: o bien se arregla exitosamente (por consenso) o bien se está obligado a renegociar nuevamente más adelante. Pero ya las posturas unilaterales o la carroña especulativa queda de lado. Estas cláusulas fuerzan a que la negociación si bien pueda ser dura, deba ser, igualmente, de buena fe, en donde todos los actores tengan voluntad de acordar de una vez de manera rápida y definitiva, pues no habrá después derecho al pataleo judicial.
Los jugadores
El tercer punto a considerar son los jugadores intervinientes ahora, con cuatro componentes muy distintos a los de aquella ocasión.
En primer lugar, en 2005 muchos de los actores eran bonistas minoristas, jubilados japoneses, italianos y alemanes que no conocían bien las reglas del capitalismo financiero internacional. Por lo cual cargaban con una buena cuota de inexperiencia o ingenuidad en su accionar. Además, la gran dispersión de actores minoristas realmente dificultó mucho la situación. Hoy este tipo de bonista no parece ser el actor central.
En efecto, como segunda gran diferencia, hoy los principales actores de la negociación parecen ser los grandes fondos de inversión internacionales, casi todos radicados en Estados Unidos. Fondos como Black Rock, Templeton o Fidelity son los que poseen el grueso del capital a renegociar. Así, esto también redefine bastante el escenario con vistas a 2005. Porque estos actores pueden ponerse de acuerdo entre sí o, incluso, de tener una concentración muy alta de tenencias de un bono, podrían bloquear la negociación del mismo si no se logran las condiciones que estos desean.
Por ejemplo, si entre uno o dos Fondos de Inversión tuvieran alrededor del 30% de los papeles de un bono, esto haría que la negociación dependiera totalmente de la decisión de estos, ya que sin ellos no se lograría nunca superar el 75% de aceptación. Lo cual, la partida de póker actual debe ser leída con cuidado: para que sea exitosa necesariamente los grandes actores de las finanzas internacionales deben prestar su conformidad.
No obstante, como tercera y cuarta diferencia con vistas a 2005, Argentina tiene una carta que le facilita la situación y otra que lo perjudica.
La carta que sin duda puede ayudarlo, y que no estuvo en 2005, fue la del FMI, que en aquella oportunidad no apoyó el canje y hoy en día sí lo hace. Lo cual es un dato fundamental.
No obstante, la carta que perjudica severamente al Gobierno en la negociación actual es que en 2005 casi el 40% de la deuda a pactar estaba en mano de las AFJPs, que no eran otra cosa más que los bancos locales que administraban la plata de los jubilados argentinos. Lo cual favoreció la situación porque con un par de llamados y presiones eran actores locales, de alguna manera, fácilmente manejables. Por lo que se pudo acordar fácilmente, dándole un piso de éxito a la renegociación muy alto antes de empezar. Hoy la situación no es así de ninguna manera. Sin los bancos locales como actores principales para garantizar un piso de acuerdo, el panorama es más difícil y las estrategias también.
Los objetivos
En 2005 existía una negociación central con respecto a la deuda de los privados con vista a cuatro objetivos: quita agresiva de capital, bajar la tasa, estirar los plazos y pesificar la deuda.
Hoy la situación es distinta. Dada las cláusulas de “consenso”, las quitas no pueden ser muy agresivas como entonces, ya que si lo son nadie aceptará. Además, hasta donde sabemos, tampoco se busca pesificar la deuda. Por eso, hoy los objetivos con respecto a los privados son básicamente tres: hacer una quita de deuda (en principio, no muy agresiva), bajar la tasa y, esencialmente, estirar los plazos de pagos, ambicionando que existan períodos de gracia (algo que tampoco existió aquella vez).
El Gobierno parece querer decirle al mercado “hoy nuestro problema con respecto a la deuda, a diferencia de 2005, no es de solvencia sino de liquidez. Si nos dan más tiempo, podremos pagarles una buena parte”.
No obstante, esto, como dijimos, además de la negociación de los bonistas privados, existen otras tres negociaciones más, que también tienen objetivos distintos a los de aquella oportunidad.
En efecto, hoy la situación con el FMI no es la misma que en 2005. En ese momento el país, gracias a la excelente situación económica que se estaba viviendo y lo relativamente baja que era la deuda con dicho organismo, pudo cancelarle toda lo adeudado en un pago. Fue así que en noviembre de 2005 el presidente Kirchner canceló todo y nuestro país dejó de estar preso de las políticas e imposiciones del Fondo.
Hoy la situación es muy distinta. Ya sea porque el país no está en las benignas condiciones de 2005 y también porque la deuda con el FMI es cuatro veces más grande, ahora no se puede resolver igual. La Argentina en este caso no pide quitar capital ni bajar las tasas como con los acreedores privados, sino extender los plazos de pago como con estos. No obstante su objetivo es lograrlo sin que el organismo le pida a cambio políticas de ajuste que le impidan al país crecer.
Con respecto al Club de París, la Argentina tiene como objetivo central no tanto la cuestión de la quita o plazos, sino centralmente renegociar la cuestión de la tasa de interés, hoy cercana al 9% e insostenible en el largo plazo. Con respecto a la provincia de Buenos Aires, los objetivos son similares a los de la Nación.
Las estrategias
Por todos los precedentes explicados, la estrategia para renegociar la deuda en 2005 con los privados fue simple: se hizo una primera oferta al comenzar 2004, la cual no fue muy tentadora, y luego se hizo una segunda oferta poco después, más generosa que permitió que aceptara el 76% de los acreedores.
Hoy sin un país en default y con la necesidad de consenso mayoritario como prioridad absoluta, la forma de llegar a un acuerdo va por carriles distintos.
El gobierno inicialmente había hecho declaraciones acorde a plantear una negociación “a la uruguaya”, la cual sería amistosa y sin quita. Esto hizo que los bonos desde diciembre fueran recuperando valor hasta casi duplicar su precio con respecto al piso. Sin embargo distintas declaraciones y estrategias hicieron cambiar el panorama abruptamente.
El primer cambio ocurrió cuando el gobierno nacional buscó actuar en tándem con la provincia de Buenos Aires, en una dupla de policía bueno/policía malo, en la que el segundo se mostró amenazante con no pagar la deuda si no se consensuaba frente al pago de un bono (el BP21), mientras que el primero era menos drástico. Tras el bajo nivel de aceptación para Kicillof, esta estrategia se mostró fallida y la provincia pagó todo sin chistar, perdiendo credibilidad sus amenazas.
Luego, en otro cambio de estrategia, fue el gobierno central el que se mostró más duro cuando ofreció un canje para el bono AF20, el cual también resultó fallido. Aunque esta vez la amenaza se concretó: el Gobierno si bien no defaulteó dicho bono, sí lo reperfiló hasta septiembre (más de 7 meses), no abonó el capital tal cual estaba pactado y solo pagó sus intereses. Luego dijo que la deuda en pesos sí se pagaría hacia adelante sin problemas, mas no así la de dólares. Todo lo cual llenó de nerviosismo a los mercados volviendo a hacer que los bonos pierdan valor.
Hoy la estrategia con los privados es de nuevo confusa y la prioridad parece haberse enfocado en resolver la cuestión con el FMI. Con este organismo la cuestión ya no se resuelve con amenazas, sino con diplomacia y con apoyo político internacional, el cual el gobierno parece haber logrado en su última gira europea. Con respecto al Club de París, la situación es similar. Mientras que la provincia de Buenos Aires parece atada a esperar a ver cómo se resuelve la situación de la negociación entre los bonistas y el gobierno central.
Con todos los antecedentes mencionados y las cinco grandes diferencias con respecto a la negociación de 2005, solo restar poco tiempo para saber si el resultado será mejor que en aquella oportunidad o caso todavía más complejo y difícil.