La velocidad del traslado a precios de la suba del tipo de cambio oficial neutraliza la mejora de competitividad, una de las ventajas de devaluar. Si la inflación alcanza los dos dígitos en agosto y septiembre, esa “ganancia” se licuará rápidamente
La velocidad del traslado a precios de la devaluación del lunes puede convertir la medida en una trampa por la que se pagarán muy altos costos sin obtener ningún beneficio a cambio.
Si, tal como se pronostica, la inflación de este mes y el próximo supera los dos dígitos, habrá sido en vano el esfuerzo del equipo económico que encabeza Sergio Massa para corregir el atraso cambiario, intentar recomponer reservas y cumplir con el mandato del Fondo Monetario que exigía desde hace meses una devaluación para liberar el desembolso de USD 7.500 millones.
Ese giro, en principio, se aprobaría la próxima semana en la reunión de directorio del FM, en la que a favor de la Argentina se tomará en cuenta no sólo la suba del dólar oficial aplicada el lunes, de 22%, sino también la denominada “devaluación fiscal”, que impuso un recargo de 7,5% a 25% sobre el valor del dólar para importaciones. Así, la suba del dólar desde fin de julio se ubica entre 28% y 49% según el rubro de importación.
En cualquier caso, tras la decisión de fijar el tipo de cambio mayorista en $350, precio del que no se ha movido desde el lunes a pesar de la enorme presión sobre el resto de las cotizaciones de la divisa, el valor real del dólar se ubica exactamente donde el FMI exigía. Esto es en el mismo nivel, en términos reales, en los que se ubicaba a fin de 2021, parámetro que se fijó tres meses antes de cerrar el acuerdo con el Fondo, cuyas metas fueron modificadas en dos ocasiones. Esa condición, fundamental para los técnicos del FMI en función de la acumulación de reservas, nunca se cumplió a pesar de la incesante fuga de reservas agravada por la sequía. La situación del Banco Central llegó en la semana anterior a las elecciones del domingo a un punto tal que, para lograr el desembolso, el Gobierno decidió un salto discreto para corregir de una vez ese atraso.
El salto del dólar, sin embargo, se filtra por estos días a todos los precios de la economía a un ritmo inédito en las crisis anteriores por lo cual, si efectivamente la inflación acumulada de agosto y septiembre alcanza o supera 22%, el dólar oficial llegará a las elecciones de octubre con el mismo nivel de atraso que antes de las PASO, golpe al bolsillo y los salarios mediante.
“Con este nuevo tipo de cambio oficial mayorista, la competitividad alcanza aquella que pedía el Fondo y vuelve a niveles de junio de 2021. De pisarse en términos nominales (el dólar), cuando se acumule 22% de inflación, se volvería al mismo tipo de cambio real que el viernes pasado”, hizo la cuenta el economista de EcoGo, Sebastián Menescaldi, quien proyecta que se alcanzará esa cifra en los próximos meses.
Tal vez por eso, en la consultora Anker, fundada por los ex funcionarios Luis Caputo y Santiago Bausili, ambos con experiencia en negociaciones con el FMI, no descartan que más allá de la decisión oficial de “fijar” en el precio actual el dólar hasta octubre, el entendimiento implique complementar el salto con un crawling peg moderado. “Creemos probable que la dinámica acordada entre el Gobierno y el FMI sea similar a la de otros episodios de salto discreto: una reducción significativa en el ritmo de crawling peg (¿3%? mensual) combinado con la suba en las tasas de interés (Leliqs de 28 días subió a 9,7%TEM) para intentar reducir el riesgo de espiralización inflacionaria e incentivar la acumulación de reservas”, sostuvieron desde la firma.
Por lo pronto, si bien el Banco Central logró comprar divisas por unos USD 460 millones y podría, según el analista Gustavo Quintana, terminar el mes con saldo positivo de USD 600 millones, el nivel de reservas netas apenas se modificó y el BCRA seguiría necesitando reunir más de USD 12.000 millones para que se alcance el objetivo anual de stock de reservas, previsto por ahora en USD 3.277 millones.