Desde 2010 que no se registraba este nivel. El peligro es que el ajuste a niveles «históricos» será con más inflación
Alberto Fernández, en plena campaña, había considerado que el dólar a $ 46 de las semanas previas a las elecciones estaba atrasado y ayer aseguró que el valor actual, más cercano a los $ 60 «es razonable». Un análisis histórico del tipo de cambio real refleja que el actual nivel es el más alto prácticamente de la última década.
La cotización de cierre de ayer, a $ 59,7 en el mercado minorista, es equivalente a la que se había registrado a fines de septiembre del año pasado y luego hay que remontarse hasta fines de 2009 -a la salida de la crisis financiera global- para ver un nivel tan alto.
El índice de tipo de cambio real que elabora diariamente el Banco Central permite tener una aproximación casi perfecta para entender si el dólar está atrasado o por el contrario su precio es demasiado caro.
Realizando una comparación respecto a la evolución del dólar en los últimos revela que efectivamente el nivel actual puede ser considerado «alto». Y está en línea con los deseos que en su momento había expresado el propio Fernández en la campaña electoral.
Pero el actual valor del dólar esconde un problema. Las experiencias pasadas muestran que estos niveles de tipo de cambio real no son sostenibles en el tiempo. El ajuste suele producirse rápido, en no más de tres o cuatro meses. Y se produce a partir de una caída menor del tipo de cambio nominal, pero sobre todo por un fuerte aumento de la inflación que termina borrando buena parte de la «competitividad» ganada.
Éstas son algunas referencias para comparar el actual dólar, de casi $ 60, con otros momentos de la economía argentina:
15 de agosto: el Indice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) cerró ayer en niveles 140 puntos, es el valor más alto del año. Esto significa que en lo que va de 2019 en ningún momento como ahora la economía argentina estuvo tan barata medida en dólares.
Julio 2019: el dólar previo a las elecciones era equivalente a $ 45,50 actual y correspondía a un índice de tipo de cambio real de 107. Significa que lentamente comenzaba a atrasarse, pero todavía no a valores preocupantes.
Septiembre 2018: el segundo ciclo de devaluación del año pasado llevó el dólar a $ 42,50. Ese valor es equivalente al actual de $ 60. La inflación galopante que hubo en los meses sucesivos a aquel incremento del tipo de cambio provocó que la competitividad se pierda paulatinamente.
Abril de 2018: el «dólar Sturzenegger» de $ 20,50, previo al proceso devaluatorio, reflejaba un índice de cambio real de 90 puntos. A los actuales niveles de tipo de cambio, representaba un valor de apenas $ 38,3, muy lejos de los actuales $ 60. Fue uno de los niveles más bajos de tipo de cambio que se registraron durante toda la administración Macri.
10 de diciembre de 2015: el otro punto de comparación es el dólar de $ 10 con los que Cristina Kirchner dejó el Gobierno, a fuerza de cepo cambiario. El tipo de cambio real bajísimo de aquel momento era de 74 puntos. A niveles actuales ese precio sería equivalente a apenas $ 31,6. Un nivel extremadamente bajo que sólo era posible mantener con un estricto cepo cambiario.
El impacto de un tipo de cambio alto no es idéntico en todos los sectores. Uno de los más beneficiados en forma directa es el turismo receptivo. Para los extranjeros que visitan la Argentina, el dólar alto implica que pueden hacer compras o ir a comer a valores muy convenientes. En cambio, resulta carísimo viajar al exterior.
Para los exportadores, incluyendo al campo, un tipo de cambio más alto es doblemente atractivo. Primero porque cada dólar que ingresan tiene un mayor impacto medido en pesos. Pero además las retenciones fijas de $ 4 implican que el impuesto se fue diluyendo con un dólar a casi $ 60. De pasar de representar casi 12% ahora es apenas un 5%. Lo mismo sucede con las economías regionales, que tuvieron una reducción de la retención de 4 pesos a 3.
Las empresas que producen pero no exportan también se benefician con un tipo de cambio más alto, que actúa como una barrera natural para el ingreso de mercadería importada. Estas ventajas, sin embargo, tienden a diluirse a medida que aumentan los costos internos por el salto del dólar.