Martín Guzmán y Alberto Fernández decidieron resistir una devaluación del tipo de cambio oficial. Pero en el corto plazo la consecuencia será un fuerte freno a las importaciones. Una brecha cambiaria superior al 100% refleja los altísimos niveles de desconfianza de los mercados.
Cada vez con menos recursos disponibles, el Gobierno tenía dos opciones para enfrentar la corrida cambiaria: sincerar el tipo de cambio o ir a un drástico cierre de la economía, restringiendo las importaciones. Eligió esta segunda alternativa. Esta semana, en sendas presentaciones en el Coloquio de IDEA, tanto Alberto Fernández como Martín Guzmán se pronunciaron de manera enfática en la misma dirección: no están dispuestos a devaluar.
El ministro de Economía reconoció incluso que utilizará la cotización del dólar como ancla antiinflacionaria. “Los precios se están moviendo según el tipo de cambio oficial, no siguen la evolución del dólar financiero”. Y enseguida dejó en claro que la política cambiaria consistirá en no perderle pisada a la inflación. “A diferencia de otras épocas no tenemos atraso cambiario y por eso vamos a mantener constante el tipo de cambio real”.
¿Puede aguantar el dólar oficial cuando la brecha ya es del 120%? La respuesta es que sí, pero el deterioro sobre la economía será cada vez mayor. El ejemplo extremo de esta postura es el de Venezuela, que continúa con un tipo de cambio fijado por el Estado, pese a que la divisa en el mercado libre cotiza a un valor estratosférico, en medio de un proceso hiperinflacionario que no da tregua.
Para mantener el dólar controlado y al mismo tiempo evitar una mayor sangría de reservas, la única fórmula disponible ahora es pisar las importaciones. Una vez más, Argentina entra en la épica de “vivir con lo nuestro” que en los años 70 enarboló el economista Aldo Ferrer. Claro que la sustitución de importaciones siempre funcionó de manera imperfecta.
Las restricciones al ingreso de productos importados ya se hacen notar, pero se agravará mucho más en los próximos meses. Por lo pronto, el Banco Central ya solicitó a las entidades financieras que informen sobre cualquier pedido para girar divisas que supere los USD 50.000.
La enorme brecha cambiaria genera distorsiones que golpean sobre las reservas. Los importadores quieren acelerar el acceso a las divisas por si se produce una devaluación, mientras que los exportadores demoran todo lo posible la liquidación de dólares. Cuanto más restringido sea el acceso a productos importados, mayor será la presión inflacionaria, ya que las empresas tendrían menos insumos comprados al tipo de cambio oficial.
Aunque el propio Alberto Fernández reconoció que no le gusta el cepo cambiario, considera que sería un suicidio apuntar a un tipo de cambio libre y unificado. En estas condiciones de inestabilidad y desconfianza, provocaría una súper salto del dólar oficial y un inmediato impacto en la inflación. En un país con una pobreza que ronda el 50% y el desempleo real cerca del 30%, el efecto podría ser devastador.
El objetivo del equipo económico, conversado con los técnicos del FMI, es elaborar un programa con señales claras que permita recuperar la confianza de los inversores en forma gradual. No es casual que sobre el cierre de la semana se haya dejado trascender desde círculos oficiales que a fin de año vence el congelamiento de tarifas. Días antes anunciaron el nuevo Plan Gas para alentar inversiones en Vaca Muerta. Y en los próximos días habrá nuevas medidas para facilitar la operatoria en dólares a través del dólar Bolsa, con lo que buscan canalizar la oferta de divisas a través de ese mercado bursátil, incluyendo a inversores minoristas.
Pero por ahora se trata de señales demasiado tímidas para conseguir el objetivo, en medio de una fuerte huida del peso. La urgencia es detener la dolarización acelerada que se nota en todos los niveles, junto a la salida de depósitos en moneda extranjera por miedo (injustificado) a medidas que restrinjan el acceso a esos dólares.
La cotización de $ 178 es un precio de pánico, que descuenta un escenario negro para la economía argentina. Según estimaciones privadas, ese precio equivale a más de $ 4,50 de 2002. El valor máximo al que había llegado la divisa tras la explosión de la Convertibilidad fue de $ 4 y luego se mantuvo estable en alrededor de $ 3 durante varios años. Por lo tanto, en caso de que se consigan dar señales adecuadas, no sería una locura pensar en un retroceso.
En lo que va del año, la expansión de la base monetaria llega a 70%, pero la suba del dólar “libre” fue claramente superior: 120%. Si se hubiese mantenido un ritmo de devaluación similar al del aumento de la cantidad de dinero emitida, el dólar debería ubicarse en niveles cercanos a $ 120. Sin embargo, el cierre del viernes fue a $ 178, es decir una distancia de más del 48% respecto a ese posible valor “teórico”.
¿Qué es lo que explica semejante salto cambiario? Lo más relevante parece ser el nerviosismo por la falta de rumbo y el temor a un gobierno cada vez más combativo de cara a los inversores. También está la perspectiva de mayor emisión monetaria en los próximos meses y otro factor no menor: la fuerte caída de reservas, que es la última línea de defensa del BCRA.
Desde Washington, la número uno del FMI, Kristalina Georgieva, puso el dedo en la llaga, al advertir que la situación de la Argentina es “extremadamente difícil” y asegurar al mismo tiempo que “no hay soluciones fáciles”. Enseguida advirtió sobre el aumento de la brecha cambiaria. Será uno de los temas más conflictivos que se deberán abordar para llegar al futuro acuerdo.
La apuesta de Guzmán es ganar tiempo para que se tranquilicen los mercados y dar vuelta las expectativas muy negativas que existen sobre el futuro de la Argentina. Si lo logra, podría aumentar el ingreso de dólares y se reduciría la brecha cambiaria. El objetivo, en todo caso, es seguir ganando tiempo hasta que empiecen a llegar las divisas de la próxima cosecha y el Central empiece a recuperar reservas. Algo que hasta ahora no ha logrado. Pero pensar en lo que puede ocurrir en marzo o abril del 2021 es una eternidad para la Argentina de hoy.