De lo que ocurra en los próximos días, sin duda saldrán dos vectores bien distintos, que prometen atravesar todo el arco rector y encuadrar el escenario financiero de aquí en adelante. Aunque no se note, están en tensión dos formas de ver la realidad circundante, cada una con los demonios que le son inherentes.
Se viene una semana clave donde el ministro Guzmán luchará por no ceder el metro cuadrado que ganó con la baja del dólar. De lo que ocurra en los próximos días, sin duda saldrán dos vectores bien distintos, que prometen atravesar todo el arco rector y encuadrar el escenario financiero de aquí en adelante. Aunque no se note, están en tensión dos formas de ver la realidad circundante, cada una con los demonios que le son inherentes. Al mismo tiempo, habrá que decir que ambas, por ahora, son complementarias y han logrado cierto éxito en los objetivos perseguidos, por ejemplo, bajar de forma artesanal la cotización del billete. Una de esas lecturas arranca aquí mismo, con un Gobierno que lleva adelante una especie de gesta coral y variopinta. El foco es siempre el mismo: domar al dólar en su líquida rebeldía, agua que se escurre entre los dedos a pesar de que los guardianes de la abadía que es el Banco Central han tomado todos los recaudos del caso. La pregunta que subyace es si será suficiente este “fórceps” sui géneris para detener la sangría de divisas que, a pesar de todas las medidas adoptadas, sigue vigente y preocupa. Es, a pesar de que hay quienes pretenden mirar para otro lado, uno de los fundamentos que utilizan los teóricos devaluacionistas para fundamentar sus proyecciones, que por supuesto no están exentas de intereses ocultos. Si se frenase la salida de dólares, pues entonces esos exégetas del dólar a $190 perderían un factor de apoyo importante en su camino evangelizador. Pero no pasa.
Entre las medidas adoptadas para reforzar el “muro” antidevaluación, las últimas deberían comenzar a ponerse a prueba hoy. Miguel Pesce y el equipo de la Comisión Nacional de Valores estrenarán regulaciones en ese campo mixto y cenagoso que es la política monetaria y los reglamentos para operar bonos en la Bolsa. El desafío es acortar la brecha cambiaria, teniendo presente que los empresarios de AEA y la UIA le dijeron a Guzmán el último viernes que eso, y no otra cosa, es lo que “molesta”. En la traducción, podría pensarse que Guzmán evangeliza tiempos venideros en armonía y que ellos responden que sólo van a “comprar” ese escenario cuando no estén pensando que hacen mal negocio con un dólar teórico, que en el mercado informal se mantiene lejano. Con un dólar oficial hoy en $86, tanto el contado con liquidación como el MEP han experimentado un retroceso a la zona de $145. Esos procesos son el resultado de una compleja trama de abordajes, donde no faltan los llamados telefónicos, las visitas e inspecciones del BCRA en pos de corroborar que las importaciones se realicen en tiempo y forma y sin vicios ocultos. Naturalmente, la demanda de divisas se retrae en esas circunstancias, tanto en el oficial como también en el contado con liquidación. Eso genera un recorte de las cotizaciones y, por ende, la proyección de un escenario contrafáctico: qué pasaría con las cotizaciones si no hubiese controles periódicos presenciales.
El foco, siempre, aparece en las reservas del BCRA. Hoy en u$s38.705 millones, han descendido fuerte en los últimos meses y eso preocupa. La principal razón para esto no sólo está en la demanda de aquellos que se adelantan a un potencial escenario de mayor velocidad devaluatoria, sino también de esos otros que se retrasan en su liquidación, es decir, la oferta de divisas. Sin embargo, hay algo que preocupa en forma adicional. La principal fuente de dólares hoy es el superávit comercial. Y es dable pensar que en ese juego, el diferencial entre importaciones y exportaciones debería ser suficiente para despejar cualquier riesgo cambiario. Ahora bien. En los primeros diez meses del año se ubica por encima de los u$s12.000 millones, un superávit que promete ser de los más altos de la última década. La pregunta que subyace es por qué entonces el BCRA se quedó con apenas poco más del 50% de esa cifra. Las pocas divisas hacen que muchas empresas hayan adelantado el pago de deudas en dólares (pidiéndoselas al BCRA) a los que se suman una legión de importadores que entran en desesperación por capitalizar la brecha, pidiéndole los dólares el Central para pagar motos, televisores, heladeras, teléfonos y todo lo que se pueda conseguir con la autorización de Miguel Pesce. De fondo lo que existe es que les parece una especie de promoción, comprar dólares a un precio más bajo que el que se supone que tiene. Eso sirve también para saber por qué los exportadores demoran el ingreso de divisas. A lo que se agregan las sobrefacturaciones y subfacturaciones que, visto el accionar de los equipos de inspección del BCRA en los últimos días, podrían haber aumentado en forma relevante.
Volviendo al terreno de juego, barro al fin, el ministro Guzmán no sólo acelera con el rally político para evangelizar al empresariado. También se asocia con la CNV, como se dijo, para ir emitiendo señales. Al mandamiento número uno que, liturgia mediante, se repite, es decir el “no devaluarás”, el BCRA viene de amagar tibiamente con una suba de tasas y sumar instrumentos de inversión en pesos para captar una parte de los irredentos buscadores de verdes promesas. El dato es que, parece, en la entidad realmente creen que puede funcionar una suba de tasas, de lo que deriva en que las tasas… van a seguir subiendo. Lo pusieron por escrito en el Informe de Política Monetaria cuando hablaron de que se vienen “rendimientos positivos respecto de la inflación y el tipo de cambio”. El BCRA viene subiendo la tasa en línea con la expectativa de inflación. Ahora está en 37% anual. Pero claro, no le sobra nada. La pregunta es qué hará el BCRA cuando sea necesario reforzar la suba por la escalada inflacionaria y cómo se las arreglará para que el crédito no se vuelva más caro para las empresas que necesitan recuperarse. Para bajar expectativas de inflación, el Gobierno debe domar los fantasmas del dólar. Y para eso debe marcar el ticket respectivo todos los días, es decir, ponerle un techo al contado con liquidación descendente. Ahora en $149, la Comisión Nacional de Valores viene de reducir de tres a sólo dos días el tiempo que los compradores de bonos deben dejarlos intactos en su poder antes de venderlos contra dólar. Buscan que se hagan más negocios y que el valor ajuste hacia abajo. Pero hay más.
Yo quiero mi bandera
En lo que fue una medida que pasó inadvertida, el Gobierno introdujo, a través de la Comisión Nacional de Valores, que las carteras propias de inversión de los agentes de Bolsa del mercado y brokers de los bancos (ALyCs) podrán retomar la posibilidad de concertar operaciones como clientes en mercados del exterior sin restricciones vinculadas con la negociación local en modalidad cable. La CNV señaló que los brokers “deberán ser oferentes netos de bonos en dólares ley local cuando los negocian en pesos, y demandantes netos de estos mismos activos cuando lo hacen en moneda extranjera, todo ello en el segmento de concurrencia de ofertas con prioridad precio-tiempo y de manera diaria”. Según pudo confirmar Ámbito, la intención del Gobierno es monitorear en tiempo real el mercado de bonos, que es el que define el dólar financiero o “contado con liquidación” y que sirve de referencia al dólar MEP pero también al dólar blue. En la mirada de los expertos, lo que hace el Gobierno es pautar una serie de reglas que lo favorece en las intervenciones que debe realizar y que viene haciendo para marcar un dólar a la baja, lo que significa que no quiere que sea el mercado el que le termine arbitrando el precio de referencia. De ahí deriva una definición, pero también una paradoja del Gobierno: cada vez se le está dando más entidad y relevancia al dólar financiero, pero los métodos y reglamentos que se han forjado para ello parecen producto de una urgencia, antes que de un esquema desarrollado al calor de un herramental de diseño. Las próximas semanas traerán la respuesta sobre si el Gobierno se encamina a legitimar definitivamente la plaza bursátil como el escenario al que van a desembocar una parte importante de los demandantes de dólares y si eso traerá un valor más cercano al oficial.
El otro vector mencionado más arriba, el que logrará también encuadrar el escenario financiero, es el que busca convencer al círculo rojo de que no habrá una devaluación. Lo de Guzmán en este sentido merece destacarse también. No sólo se mantienen conversaciones con el equipo del FMI, sino también con AEA, UIA y el Consejo Agroindustrial Argentino.
Con el Fondo, se entiende que las primeras conversaciones formales ya buscan dibujar un nuevo programa, con el agregado de que eso parece ser, con el correr de los días, la quintaesencia del plan económico que viene, por ende, llegar a un buen acuerdo sería la principal apuesta en términos de señales al mercado y hasta una especie de mamushka para meter adentro un plan para armonizar las variables macroeconómicas (déficit, flexibilización del cepo y tipo de cambio de referencia, brecha más corta). Guzmán viene también de decirle al Financial Times que habrá acuerdo con el FMI entre marzo y abril de 2021, que no devaluará al ritmo que especula el “mercado” y que no habrá reducción del gasto público, porque no sólo la austeridad “mata”, sino también porque los ajustes fiscales son desaconsejables para salir de una recesión económica.
Así y todo, el que ha cruzado la vereda parece ser el jefe del Gobierno porteño Larreta, quien forjó la iniciativa de aplicar Ingresos Brutos a la renta que los bancos registren por la tenencia de las Letras de Liquidez (Leliq), lo que podría, advierten en el BCRA, desincentivar su suscripción, y que la liquidez de pesos existente termine “mojando” el mercado del dólar.