El dólar oficial subió 40% en el año, levemente por encima de la inflación, y las cotizaciones alternativas duplicaron su valor, ante una economía dañada por las medidas preventivas y paliativas del efecto covid-19
El recorrido de la cotización del dólar en 2020 no fue ajeno al de la propia economía, con una caída de actividad de dos dígitos, algo que no se producía desde 2002, con el colapso de la convertibilidad. Luego de dos años de recesión, a partir de la crisis cambiaria desatada en mayo de 2018, el golpe económico provocado por la propagación del covid-19s profundizó la gravedad del cuadro.
El movimiento ascendente de los tipos de cambio múltiples que conviven en la Argentina fue una respuesta lógica a los avatares de los índices económicos, cuando la parálisis de actividad y el déficit fiscal obligaron a una voluminosa emisión monetaria.
Las dudas sobre la solvencia de las cuentas del Gobierno y la sostenibilidad del nivel de gasto público luego del canje de deuda también impactaron en el nivel de precios de los dólares negociados en la Bolsa y en el mercado paralelo. En tanto, el ritmo inflacionario, contenido por el confinamiento pero exacerbado por la emisión, marcó el sendero de la devaluación de la paridad oficial.
En doce meses, el dólar libre escaló 113%, a $165, y el contado con liquidación avanzó 90%, a 141 pesos. El nivel del tipo de cambio mayorista se incrementó 40%, sobre los $84, unos cuatro puntos más que la inflación. Un caso aparte fue el de la suba del dólar al público, pues con la distorsión de la carga tributaria se encareció un 81% en doce meses, de $81,89 a $147,88 para la venta en el promedio de bancos.
Vale recordar que las elecciones presidenciales de octubre de 2019 marcaron un cambio rotundo para el comportamiento del dólar. Desde que se impuso el límite mensual de USD 200 para individuos, el 28 de octubre de 2019, el dólar blue subió 118% (de $75,50 a $165), una tasa de aumento que acompañó la evolución de los agregados monetarios: en ese lapso, la Base Monetaria creció 63%, la circulación monetaria subió 96% y el stock de pasivos remunerados del BCRA (Leliq y Pases) se amplió 183 por ciento.
1) Impuesto “solidario”. La compra de la divisas en el mercado minorista inició enero con la flamante aplicación del Impuesto Para una Argentina Inclusiva y Solidaria (PAIS) del 30% para la compra minorista de moneda extranjera, decretada a partir del 26 de diciembre de 2019, apenas comenzó la gestión de Alberto Fernández. Con este impuesto, el dólar al público saltó de $63 a $82, con lo que se fijó un umbral de alza para las cotizaciones por fuera del cepo.
2) Cuarentena. Las medidas de aislamiento social y obligatorio para enfrentar los contagios de covid-19, decretadas el 20 de marzo, incluyeron una restricción para la atención al público en bancos. Esto fue un importante freno para la circulación de pesos y clave para atenuar la inflación y la presión cambiaria en lo inmediato. Cuando los bancos reabrieron -con limitaciones y la previa asignación de turnos-, la cotización del dólar libre se disparó sobre los $100 el 16 de abril.
3) Inyección de pesos. El segundo trimestre fue el más estricto para la cuarentena y el de mayor caída de actividad. Por ende, también fue el de mayor expansión monetaria para financiar el déficit fiscal, debido a las políticas de Estado orientadas a asistir a los sectores más vulnerables, colaborar con las empresas para el pago de salarios y a contener la propagación del covid-19. Los temores por el impacto económico que podía tener la pandemia -que entonces no podían mensurarse- y el excedente de liquidez empujaron a nuevos récord: el dólar libre tocó $138 el 13 de mayo y cerró a $139 el 24 de julio.
Hay que recordar que el Gobierno pagó una ayuda de $10.000 por el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) que alcanzó a nueve millones de beneficiarios. A esto se sumó el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), con el que muchas empresas pudieron pagar la mitad de los salarios de los trabajadores a través de la Anses.
Entre el 20 de marzo y el 16 de abril, la Base Monetaria creció en más de $400.000 millones, un 19,8%, mientras que la circulación monetaria -su principal componente- aumentó 15%, unos 170.000 millones de pesos.
4) Reestructuración de deuda. Los lentos avances en la renegociación con acreedores privados permitieron mantener el techo de $140 para el dólar libre por cuatro meses, entre mediados de mayo y mediados de septiembre.
Tras el acuerdo con los tenedores privados, muchos especialistas de mercado dijeron que el entendimiento iba a generar un shock de confianza, con una reducción en la cotización de los dólares bursátiles, pero el refuerzo del cepo destruyó las expectativas positivas.
5) Refuerzo del “cepo”. Luego de que la demanda minorista de divisas para ahorro y consumos con tarjeta se acercara a los USD 1.000 millones en agosto, el refuerzo del cepo no se hizo esperar. El 16 de septiembre el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, anunció nuevas restricciones cambiarias tanto para personas físicas como para empresas.
A la compra de dólar ahorro se le aplicó un recargo del 35% a cuenta del pago del Impuesto a las Ganancias, mientras que las operaciones con tarjetas de crédito que se realicen en el exterior empezaron a ser computadas dentro del cupo mensual de los USD 200 vigente desde el 28 de octubre de 2019.
También se limitó el acceso de las empresas a divisas para la cancelación de deuda en el exterior, medida que obligó a algunas compañías privadas a iniciar un proceso de renegociación de sus respectivos pasivos. En un día, el dólar blue trepó $14, un salto de 10,7%, a$145, mientras que al público, con el nuevo impuesto, saltó de $103 a $131 pesos, en promedio.
6) Caída de reservas y récord del libre. La tensión cambiaria, con un recorrido volátil de los dólares paralelos, debilitó más el stock de reservas, debido a la salida de depósitos y una erosión del superávit comercial. El BCRA aplicó nuevas restricciones para los compradores del dólar “ahorro”, como la imposibilidad de adquirir contado con liquidación o MEP por 30 días para quienes accedieron al dólar oficial.
Como era de esperarse, los dólares alternativos se dispararon: el bursátil contado con liqui llegó a $181 el 22 de octubre, mientras que el blue cerró en récord de $195 al día siguiente.
En tanto, los depósitos privados en moneda extranjera a la vista cedieron más de USD 2.700 millones o 15,6% en los dos meses transcurridos entre el 16 de septiembre y el 16 de noviembre, a su monto más bajo en cuatro años. Las reservas restaron USD 3.400 millones en ese lapso, para perforar el piso de los 40.000 millones de dólares.
7) Señales de ortodoxia. El 2 de noviembre, una serie de medidas anunciadas por el Ministerio de Economía, entre ellas el objetivo de obtener financiamiento a través de la colocación de bonos del Tesoro, logró atenuar las expectativas de devaluación y llevó a los dólares bursátiles a bajar en un mes -desde sus valores máximos- entre $20 y $30. El dólar informal descendió casi $50, desde $195 a $146 el 10 de diciembre.
8) Regreso de la emisión monetaria. La prudencia fiscal duró poco y en diciembre, el Banco Central giró al Tesoro nacional $255.000 millones, lisa y llana emisión monetaria por Transferencia de Utilidades, con lo cual elevó a $2,01 billones la asistencia financiera neta en 2020. Aunque parte de esa liquidez fue reabsorbida a través de Pases pasivos, la Base Monetaria creció más de $200.000 millones o 10% en el último mes del año y esa “montaña” de efectivo impulsó un nuevo repunte del dólar blue a $165, con una brecha cambiaria que otra vez quedó cerca del 100 por ciento.
Tres realidades para 2021
Es imposible establecer proyecciones precisas sobre la evolucionará el dólar el año que viene sin tener claro el nivel de expansión monetaria, inflación y déficit fiscal que habrá en los próximos meses. Pero sí es posible prever cierto comportamiento de precios dados los antecedentes del turbulento 2020:
1) Una certeza es que el Banco Central tiene la voluntad de evitar el atraso del tipo de cambio oficial y sostener un alza del dólar al ritmo de la inflación. No es un desafío sencillo, pues la entidad necesita recomponer reservas en divisas, a la vez que deberá vender dólares si quiere evitar que la cotización se dispare más allá del rango deseado. Además, este equilibrio exigirá ejercer cierto control sobre las divisas disponibles para importadores, en un año en el que se espera un rebote de la actividad económica del orden del 5 por ciento.
2) Otra certeza es la continuidad del cepo cambiario. La recesión económica con elevado rojo fiscal y la ausencia de crédito externo impiden la unificación del mercado de cambios en el corto plazo. En el mismo sentido, habrá una apreciable brecha cambiaria, que todavía está cerca del 100 por ciento.
3) Aunque el dólar libre siempre exhibe volatilidad extra en tiempos de incertidumbre -y la habrá en 2021 por tratarse de un año electoral-, es de esperar que reaccione al ritmo de emisión monetaria que efectúe el Banco Central para financiar el déficit fiscal. Por lo tanto, las decisiones que tomará el gobierno de Alberto Fernández tendrán mucha influencia sobre el dólar libre. En este aspecto, aún es una incógnita el grado de apertura de actividades y de necesidad de ayuda estatal al sector privado frente a la amenaza aún vigente del covid-19.