¿Qué advierten desde los consultores heterodoxos hasta Domingo Cavallo? La encerrona del Gobierno con el tipo de cambio ante la llegada de la cosecha gruesa, la deuda comercial y el futuro del cepo
Las pizarras de las plazas cambiarias y financieras despiertan euforia entre operadores de la City y son la base de los argumentos optimistas que esgrimen los funcionarios del Gobierno en sus apariciones públicas, pese a la profunda recesión que atraviesa la economía. A la suba de los bonos y la baja del riesgo país, apoyadas en el shock de ajuste fiscal, se suma la estabilidad que sostienen los dólares paralelos. Pero ese ánimo contrasta con los reparos cada vez más generalizados que esgrimen economistas de todo el espectro ideológico sobre distintos aspectos de la política macroeconómica y, en particular, sobre el frente externo. Las luces amarillas incluyen desde la encerrona que enfrenta el Gobierno con el dólar en el inicio de la cosecha gruesa hasta el crecimiento de la deuda comercial, pasando por las dificultades para abrir el cepo.
La foto de los primeros días de abril muestra que los dólares financieros acumulan una baja de entre 2,3% y 3,7% desde fines de marzo y que la brecha entre el contado con liquidación (CCL) y el tipo de cambio mayorista cedió al 20%. Javier Milei y Luis Caputo reafirman que no habrá un nuevo salto devaluatorio en el corto plazo y mantienen el ritmo de crawling peg (microdevaluaciones diarias) en el 2% mensual. Si bien las reservas netas no pasaron aún a ser positivas, el Banco Central sigue comprando divisas.
Sin embargo, proliferan las advertencias sobre distintos desafíos, riesgos e inconsistencias en el esquema desplegado por el Gobierno. Con diferentes enfoques, los reparos son expuestos por economistas y consultores heterodoxos pero también por figuras del liberalismo que solían ser (y, en algunos casos, siguen siendo) muy escuchadas por el Presidente, como su exsocio intelectual Diego Giacomini; su exjefe de asesores durante la campaña, Carlos Rodríguez; y el exministro de Economía Domingo Cavallo.
Uno de los puntos en común de los planteos es la encerrona que enfrentará el Gobierno ante el “atraso cambiario” que licuó la megadevaluación de diciembre o su contracara, “la inflación en dólares”, en un contexto en el que el Gobierno intenta no volver a recalentar la inercia inflacionaria pero necesita que el agro liquide la cosecha gruesa.
Cavallo planteó, en una reciente publicación en su blog, que los números financieros favorables “son alentadores, pero no deben ser tomados como indicadores de que una reducción significativa de la tasa de inflación está cercana en el horizonte”. Sostuvo que el IPC desacelera en un contexto de caída de la economía y de aumento de los precios medidos en dólares. Giacomini también puso el foco en este punto y calculó que, si el IPC de marzo diera 14%, la inflación en dólares del mes pasado sería 21,7% y acumularía 67,8% desde el inicio de la era Milei.
El impulsor de la Convertibilidad afirmó que hay que prestar atención a la evolución del tipo de cambio real en el mercado oficial y consideró que una unificación del dólar antes de fin de año “corre el riesgo de fracasar”. Argumentó que el nivel del CCL hoy en realidad está condicionado por las restricciones cambiarias, que la inercia inflacionaria seguirá siendo elevada y que, si no se ajusta el ritmo de depreciación, se pondrá en riesgo el superávit comercial una vez que termine la cosecha gruesa. Así, Cavallo sugirió que el Gobierno debería avanzar en un desdoblamiento cambiario formal y aumentar el ritmo del crawling peg.
Dólar, cosecha gruesa y encerrona
Desde la vereda opuesta, un informe del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO), que dirige Andrés Asiain, advirtió sobre la “fragilidad” de la política aplicada en un contexto socioeconómico muy complejo y describió la encerrona que enfrenta el Gobierno: “Para seguir acumulando reservas y otorgar estabilidad a la Balanza de Pagos el Gobierno necesita de la liquidación de la cosecha de abril pero, producto de la inflación acumulada estos meses, el atraso del tipo de cambio real genera la posibilidad de que los exportadores no tengan suficientes incentivos para liquidar. El problema es que una devaluación generaría un nuevo salto inflacionario produciendo aún más tensiones en lo respectivo al humor de la sociedad que por ahora tolera a la gestión actual”.
En ese sentido, pareciera haber comenzado un trimestre clave para el futuro de los planes de Milei. Caputo buscó enviar una señal a los productores agropecuarios: anunció este lunes una reducción de aranceles a la importación de herbicidas con foco en aliviar los costos de la venidera siembra de trigo, que se cosechará en el verano. Pero en el sector señalan que la decisión no moverá el amperímetro del ingreso de dólares en el corto plazo. Una fuente importante de la agroindustria le dijo a Ámbito que “estos anuncios no tienen efecto alguno en el flujo de divisas”.
Días atrás, Gustavo Idígoras (titular de la cámara de empresas cerealeras y aceiteras) le dijo a este medio que “las 100 millones de toneladas (de la cosecha gruesa) que tenemos que movilizar solo van a salir de los campos, los acopios y las cooperativas si conseguimos un mejor precio”.
Se trata de un sector con gran capacidad para pulsear por sus intereses, como ya quedó demostrado. Y la apreciación cambiaria de los últimos meses suma presión. Según el Grupo de Estudios GERES, “el tipo de cambio exportador real vigente (el blend 80% al dólar oficial y 20% al CCL), luego de la megadevaluación y la inflación de los últimos meses, alcanza niveles por debajo de los programas de incremento exportador previos” y, al mismo tiempo, “la tonelada de soja cotiza en mínimos” en varios años (en torno a los u$s432 en Chicago).
GERES advierte que “las herramientas para mejorar los números para los sectores exportadores son acotadas”: la reducción de la brecha cambiaria hace “irrelevante” la modificación de la composición del dólar blend y disminuir las retenciones colisiona con el objetivo del déficit cero “en un contexto de caída generalizada de la recaudación”, solo sostenida por los derechos de exportación y el impuesto PAIS.
¿Qué queda? “Desde el punto de vista del reclamo sectorial, la medida más inmediata pasaría por un nuevo salto devaluatorio dadas las restricciones para las otras medidas, pero eso atentaría contra el supuesto objetivo de reducir la inflación (la que venía y la que esta misma gestión disparó). Además, implicaría un nuevo hachazo a salarios, jubilaciones y otros ingresos, y otra vez efectos sobre precios relativos”, planteó Diego Argibay, economista de GERES, en diálogo con Ámbito.
La Fundación Capital también hizo foco sobre este punto en un reciente informe. Alertó que, si no desacelera más rápidamente la inflación a un dígito, “continuar con el crawling peg del 2% mensual implicaría perder en junio todas las ganancias de competitividad tras la devaluación de diciembre”. La firma fundada por Martín Redrado señaló que, si el BCRA no acelera el ritmo de depreciación, el cepo se mantendrá por más tiempo ya que no se acumularían las divisas necesarias para levantarlo.
La otra vía a la que apunta el Gobierno para conseguir divisas que le permitan abrir el cepo es conseguir nuevo endeudamiento externo. Milei dijo que necesita u$s15.000 millones y seguir licuando los pasivos remunerados del BCRA porque considera que si levantara las restricciones en las condiciones actuales enfrentaría el riesgo de no poder responder a una eventual corrida. Pese a los múltiples gestos de alineamiento automático con Estados Unidos, el FMI (quien más divisas podría aportar) por el momento insiste en que es “prematuro” hablar de un nuevo programa con dólares frescos.
Dólar y reservas
Hasta acá, el Central sostuvo un proceso de reducción de sus pasivos remunerados en términos reales (principalmente a través de la licuación de ahorros) y una recuperación de las reservas netas, que siguen en terreno negativo pero podrían pasar a ser positivas en los próximos días si se mantiene el ritmo de compra de divisas de las últimas ruedas. Aunque, como viene señalando este medio desde hace tiempo, hay reparos sobre los factores que explican esa recuperación.
El informe del CESO señaló que el equipo económico “no logra consolidar una acumulación de divisas genuina aun con una fenomenal recesión y estricto cepo cambiario” y puso el foco en el fuerte crecimiento de la deuda comercial de los últimos meses como sustento del ciclo de compra de divisas del BCRA. “La deuda anterior sigue existiendo, y se sumó más deuda a un ritmo récord”, planteó.
Como contó Ámbito, la consultora PxQ, dirigida por Emmanuel Álvarez Agis, estimó que la nueva deuda comercial generada por haber mantenido pisados los pagos de importaciones acumuló entre diciembre y febrero los u$s9.395 millones. Y señaló que la nueva deuda comercial generada es la contracara de la estabilidad cambiaria y de la recuperación de reservas, e “implica un desafío hacia los próximos meses, cuando el pago de importaciones se normalice”.
De hecho, como el Central compró u$s8.526 millones entre el 11 de diciembre y el 29 de febrero, si no se hubiera pisado el pago de importaciones, no habría habido una recuperación de las reservas internacionales.
“Los controles cambiarios siguen siendo un factor fundamental para la acumulación de reservas, tanto por la limitación al pago de las importaciones como por el resultado que podría implicar levantarlo para los pagos de turismo y de compras con tarjeta en el exterior, que hoy se realizan con dólares propios dado elevado valor del dólar turista”, amplió al respecto el CESO. También lo son para la reducción de la brecha cambiaria: la Fundación Capital estimó que el esquema de dólar blend aporta una oferta de mucha relevancia en el CCL (entre 25% y 30% del volumen operado en marzo) que tira para abajo su cotización.
Parte del mercado parece apostar a un escenario optimista: una salida ordenada del cepo durante el segundo semestre, sin salto cambiario ni corrida sobre el CCL ni nueva aceleración de la inflación. Pero las luces amarillas alumbran meses desafiantes para los planes del Gobierno.