Federico Sturzenegger tuvo que aceptar, allá por diciembre, la imposición de un cambio en la meta inflacionaria. Pasaron más de tres meses y quedó claro que la estrategia del «ala política», lejos de ayudar, complicó las cosas. Así, se apuntará a otro tipo de medidas
La estrategia duró poco y nada. Se esfumó con mucha menos notoriedad que cuando fue presentada en la Casa Rosada.
A poco más de 100 días del lanzamiento de una de sus medidas más audaces -el cambio de la meta inflacionaria-, el Gobierno definitivamente cajoneó el 15% comprometido para este año.
No sólo eso, puertas adentro se acrecientan las dudas de que la economía pueda expandirse en torno al 3%.
La divulgación del dato de inflación de marzo (2,3%) y la expectativa de que el índice será más alto este mes, terminó por enterrar la (optimista) meta de 2018.
Si bien este escenario era el esperado por las consultoras, y también por el Gobierno, el peso de los hechos volvió a agitar las aguas.
Obsesionados por mostrarse como un grupo inquebrantable, los reproches entre funcionarios se guardan para los encuentros más reservados.
En esas reuniones, los «halcones» del equipo económico se muestran como los victoriosos de la interna. Se trata de los funcionarios que se identifican con Federico Sturzenegger quien -a fines del año pasado- fue forzado a un cambio en la estrategia para combatir la suba de precios.
Con los malos resultados a la vista (una inflación que se acelera), los «guardianes» del titular del Banco Central ahora sacan pecho y afirman que si no se hubiese modificado la estrategia, aquel 28 de diciembre, hoy la historia sería muy distinta.
Un tema ya es indiscutible: nadie cree cuando Nicolás Dujovne reivindica la pauta de inflación del 15% para este año. Es evidente su esfuerzo por sostener las expectativas lo más bajo posible, pese a que choca de frente contra la realidad.
Por caso, las consultoras de la City que responden a la encuesta del Banco Central la ubican en torno al 20%. Y los más pesimistas ponen de manifiesto algunos datos por demás elocuentes:
– En los últimos 12 meses (marzo contra marzo), el índice de precios sumó 25,4%
– Esa cifra se ubica cuatro puntos por encima del 21,6% anual a la que se había desacelerado en julio del año pasado
– También resulta superior al 22,6% anual de diciembre de 2017
Más allá de los pronósticos, ahora lo relevante pasa por los próximos pasos que vaya a dar el Gobierno.
Mientras un espectro cada vez más amplio de economistas le sigue «pegando» (desde Carlos Melconian hasta los ex funcionarios de Cristina Kirchner), en el mercado se agudiza la atención para percibir cuáles serán las áreas en las que pondrá sus nuevas prioridades.
El retorno de las anclas
En el arranque de 2018, el Gobierno había establecido informalmente que, para controlar la dinámica inflacionaria, bastaría con el ancla salarial.
Desde Jefatura de Gabinete pensaron que con paritarias que cerraran en torno del 15%, los empresarios formadores de precios no iba a tener excusas para remarcar. Pero el plan original falló.
Sorpresivamente para muchos, el error de diagnóstico no vino por el lado de los ajustes de sueldos, ya que el Ejecutivo logró que los principales gremios aceptaran un incremento acotado.
Desde empleados de comercio y choferes de colectivos hasta encargados de edificios figuran entre los sindicatos que firmaron un 15%.
Si bien algunos retocarán esa suba antes de fin de año (porque la inflación superará ese nivel), lo cierto es que la cláusula gatillo se apartó de la agenda, tal como pretendía la Casa Rosada.
¿Y entonces? ¿Qué falló? Está a la vista: el hecho de que los aumentos salariales no se hayan desbordado no fue suficiente como para apaciguar la inercia inflacionaria.
Así, los reproches internos apuntan a lo anunciado el último 28 de diciembre (día de los inocentes). Si bien en jefatura de Gabinete no se arrepienten de esa movida, admiten que el cambio de la meta dio lugar a un repunte del dólar más veloz que el esperado.
A esa devaluación se agrega la modificación del escenario internacional, que jugó en contra: los capitales hacia la Argentina ya no fluyen por un caño sino a través de una angosta pipeta.
Fue en este contexto que el Banco Central, abandonando su prédica de no intervención, despejó dudas y le dio vida a otra «ancla»: la cambiaria.
En otras palabras, el dólar dejó de flotar libremente y pasó a quedar controlado de cerca por la autoridad monetaria.
Lejos de que su precio surja del libre juego de oferta y demanda, el BCRA trata de mantenerlo en el nivel actual, para así evitar que su alza sirva como excusa de los empresarios para remarcar los productos.
«Ya ganamos la competitividad que queríamos. Ahora es momento de esperar que baje la inflación», afirma en diálogo con iProfesionalun prominente funcionario del equipo económico, quien pidió mantener su nombre en reserva para no alterar, aun más, el acalorado clima interno.
El hombre, que participa de reuniones semanales con Macri, comparte la preocupación oficial por los constantes incrementos de precios.
Algunos de ellos «exagerados», dice, por culpa de la sequía. Sobre todo el de varios alimentos frescos, como el pollo, cerdo, lácteos y, en especial, de los huevos.
En la mesa chica oficial temen que en las próximas semanas esa tendencia se contagie a las carnes rojas: «Suele existir un arbitraje entre esos mercados», afirma la fuente.
La preocupación de los funcionarios parece bien fundada: la llamada «inflación núcleo», que considera los artículos de la canasta familiar, en particular en alimentos, tuvo una de sus peores disparadas desde que el macrismo está en el poder: 2,6%, tres décimas por encima del IPC.
El Gobierno, por ahora, descarta medidas específicas para disciplinar los valores de los alimentos, si bien los funcionarios admiten que la apertura comercial está ayudando a que el problema no se agudice.
«Si los privados quieren importar, que lo hagan. Nosotros no vamos ni a alentarlos ni a interferir», remarca el funcionario a iProfesional.
La opción del ancla monetaria… ¿y tarifaria?
«La política monetaria es bien contractiva. La tasa real se encuentra siete puntos por encima de la expectativa inflacionaria del mercado», dice el funcionario del equipo económico que dialogó con iProfesional y que jugó un rol clave en el esquema definido a fines del año pasado.
No obstante, desde algunos sectores reclaman un mayor compromiso del Banco Central. En particular, los economistas de la City, que creen que la actual «pasividad» del BCRA es una de las explicaciones del empeoramiento de las expectativas inflacionarias.
Quieren que Sturzenegger vuelva a tener más protagonismo y envíe una clara señal al mercado: que la inflación irá en baja los próximos meses.
Una suba de la tasa de referencia, aunque modesta, podría modificar las expectativas.
Lo cierto es que pocas veces el BCRA estuvo sometido a una presión como la actual, desde todos los costados: mientras que el ala política cree que endurecer la tasa no ayuda a domar los precios (y «enfría» la economía), hay otro grupo de funcionarios que aboga por una mayor restricción monetaria.
Por el lado de los inversores, la reacción ha sido ambigua:
– Los más vinculados al trading diario han abandonado sus posiciones en dólares para volver a los títulos en pesos (para aprovechar la tasa de las Lebac)
– Los pequeños ahorristas siguen dolarizándose con fuerza, en una actitud que varios economistas asocian a la caída en la demanda de dinero
Por ahora, Gobierno y analistas coinciden en algo: abril será otro mes complicado, acaso con un número peor que el de febrero, ya que incidirán cuestiones estacionales y tarifarias.
Resignado, el funcionario consultado afirma: «Nosotros sabemos que recién podremos remontar las expectativas a partir del 15 de mayo, y a eso nos jugamos».
«Todos vamos a sentir gran alivio luego de ese momento, ya que se terminan los grandes ajustes de tarifas y se volverán a alinear las expectativas», se esperanza el hombre del equipo económico.
Además, deja flotando la posibilidad de que, informalmente, quede establecida una nueva ancla para la inflación: la tarifaria.
Los ruidos políticos de las últimas horas, que incluyeron una insólita coincidencia entre Elisa Carrió y Cristina Kirchner para frenar este tipo de subas, le hicieron ver al Gobierno que se está agotando el margen político para las correcciones de los precios relativos. Encima el año que viene hay elecciones
Por lo pronto, todo apunta a que los servicios públicos ingresen en una etapa de congelamiento por un año y medio, y los funcionarios esperan que esto funcione como nueva ancla de precios.
Los tres test para mayo
Más allá del desgaste político por la alta inflación -algo que empezaron a evidenciar las encuestas de opinión pública-, hay una cuestión central a la que hay que prestarle atención: los distintos test a los que se someterá la política económica a partir del próximo mes.
En el primer piso de la Casa Rosada y en el Palacio de Hacienda tomaron nota de esos desafíos de cortísimo plazo, que son básicamente tres:
- – Test de la inflación
En mayo, debería descender a un número parecido al 1,5% para alinearse con las perspectivas del mercado.
- – Test de crecimiento
Es clave para determinar si la estrategia oficial logra buenos resultados. Es decir, que haber cambiado la meta sirvió para algo.
El segundo trimestre podría estar impactado por la sequía, de modo que la comparación con 2017 vendría peor a lo esperado. Con todo, las expectativas deberían marcar un alza del PBI de al menos 2% anual.
3.- Test del dólar
El mercado cambiario tuvo un respiro las últimas jornadas, luego de que los sojeros volvieran a liquidar divisas y el BCRA convenciera a inversores locales de que estaba dispuesto a seguir interviniendo para dejar el tipo de cambio en estos niveles.
El desafío para la entidad pasa por que el mercado siga creyendo en la política económica, para que no se acelere la dolarización.
En un escenario cambiante, todo apunta a que las fuerzas juegan ahora a favor de los «halcones».
Así, esos mismos que a fines del año pasado tuvieron que aceptar a regañadientes una suavización de la política monetaria, ahora vuelven a tener su gran momento.