No hay margen para que ambos convivan en armonía, como pretenden Kicillof y Fábrega. Se quiso controlar al billete paralelo y la brecha cambiaria subiendo los tipos de interés, lo que afectó al consumo. Ahora se transita el camino opuesto y el gap vuelve a ampliarse. ¿Hay solución?
Para muchos es la «madre de todas las batallas» en el terreno económico. Y es una contienda que suele reeditarse en momentos complejos por los que debe atravesar la economía argentina.
Por un lado, las tasas de interés. Por otro, el dólar, que en momentos de cepo cambiario adquiere protagonismo a través de la cotización libre o blue, por ser tomada como referencia en la formación de los precios.
Cuando el escenario se plantea incierto, los analistas ponen el ojo en la evolución de estados variables y formulan sus advertencias por las consecuencias que traen sus movimientos.
Cabe recordar que los cambios acontecidos fueron los que enfrentaron al «capitán» de la economía», Axel Kicillof, y al «jefe de los bancos», Juan Carlos Fábrega.
Este último ha sido inicialmente más partidario de que en un contexto inflacionario se defienda al peso. Y que las tasas que se pagan por los plazos fijos le compitan de igual a igual a la suba general de precios.
Esto, a riesgo de que los bancos -para compensar ese mayor premio que deben ofrecer por el dinero que reciben (depósitos)- encarezcan aun más las tasas de los fondos que prestan para financiar consumos, lo que contribuye al enfriamiento de la actividad económica.
La visión de Fábrega queda también reflejada en el elevado tipo de interés que ofrece el Banco Central para tentar a las entidades financieras a comprarles los «títulos» que emite (Lebac) a cambio de que éstas le entreguen pesos.
¿Para qué quiere que le entreguen pesos? Para retirar parte del excedente de moneda local en circulación y así reducir el riesgo de que parte de ese flujo vaya al blue o que fogonee la inflación.
Su política de tasas altas -que planteó para los primeros cuatro meses del año- tuvo efectos inmediatos: por un lado, incentivó el ahorro y achicó la brecha cambiaria.
Por otro, el crédito caro no favoreció a mejorar el ya alicaído consumo, con su consecuente impacto en el nivel de actividad, lo que hizo que Fábrega y Axel Kicillof entren en «colisión».
Se bajaron tasas y cayeron los plazos fijos
En los primeros cuatro meses, el titular del Banco Central llevó la tasa de interés de referencia del mercado (Badlar) desde un 22% (enero) hasta un máximo del 27% (abril), para luego hacerla retroceder a su nivel de principios de año (ver gráfico).
Este movimiento generó un alza en los plazos fijos.
Cuando el tipo de interés estaba alto y el mercado gozaba de la llamada pax cambiaria, las colocaciones -que crecían a razón de un 40% anual-«aceleraron su evolución», afirma Facundo Martínez, economista jefe de la consultora de Carlos Melconian, quien agrega que también jugaban a favor las menores expectativas de devaluación.
Como era de prever, la posterior baja -que se diera a partir de mayo- tuvo su correlato en el descenso y estancamiento de los depósitos bancarios.
Este «planchazo» se dio en tres partes: primero, de manera casi inmediata dejaron de crecer y se estabilizaron (mayo), luego se precipitaron hacia mediados de junio, para finalmente insinuar una tenue recuperación (ver cuadro).
A lo largo de este ciclo, hubo un comportamiento diferente entre los grandes inversores respecto a lo observado con los pequeños ahorristas.
Los primeros fueron los que más rápido reaccionaron ante la reducción en los tipos de interés. En este segmento, se evidenció una fuerte reducción de los montos colocados, que se agudizó en la segunda quincena de junio (ver cuadro).
Para Andrés Méndez, director de AMF Economía, la baja de los plazos fijos fue consecuencia de la mayor amplitud observada entre los rendimientos bancarios ofrecidos y la inflación. «En realidad, las colocaciones debieran pagar, al menos, un 30%», señala.
En cifras, a lo largo de mayo, los depósitos de grandes inversores retrocedieron un 1,6% (-$2.300 millones), mientras que los de los minoristas avanzaron un 3,2% ($3.800 millones).
En junio, los mayoristas cayeron un 4,2% (-$5.900 millones), mientras que el monto de los pequeños ahorristas subió muy por debajo de la tasa de interés.
Finalmente, en julio, los primeros apenas crecieron un 1,4%, es decir por debajo de la «tasa devengada de interés», equivalentes a $1.900 millones. Ello significó un retiro neto de fondos. En cuanto a los minoristas, avanzaron un 3,6%, atribuido este último porcentaje al «efecto aguinaldo».
Para Ramiro Castiñeira, analista de la consultora Econométrica, «sin dudas han existido varios factores que entraron en juego para explicar la evolución reciente».
En este sentido, algunas variables que influyeron han sido la ampliación de la brecha cambiaria, las mayores expectativas de devaluación y la incertidumbre del litigio con los buitres.
¿A dónde van los depósitos?
La baja en la tasa de interés -que genera un desincentivo a la hora de colocar el dinero en los bancos- también repercute en la cotización del blue por su mayor demanda.
Es que el menor atractivo de las colocaciones hace que muchos particulares se vuelquen al mercado informal del dólar, que ahora cotiza cerca de los $13 y ha estirado su brecha con el oficial desde un 30% a cerca del 60%.
Si bien el consumo podría ser un receptor de esos pesos que salen de los depósitos, en este caso no ha sido de la partida.
La caída registrada en casi todos los rubros (incluido la del 11% en electrodomésticos en pleno mes del Mundial), ha sido prueba elocuente de ello.
Los analistas consultados por iProfesional coinciden en afirmar que los mayores temores sobre la economía y el empleo, a la par de un blue que volvió a alejarse del oficial, explican por qué esa dosis de moneda local que salió de los bancos no potenció el ritmo de compras.
La batalla continúa
Por el lado de la «batalla» entre dólar y tasas, vuelve a quedar claro cómo los cambios en las tasas de interés determinan la mayor o menor demanda y, en consecuencia, afectan el precio del blue.
El gráfico siguiente es bien ilustrativo al respecto. El hecho de que ambas variables hayan transitado caminos opuestos en lo que va del año no es casual.
Ante una suba de las tasas, los inversores y ahorristas buscaron hacer su diferencia en pesos.
Pero cuando vieron que el «premio» ofrecido por los bancos comenzó a declinar, entonces muchos de ellos se pasaron nuevamente a los verdes billetes «pintados de blue» (ver cuadro).
En el camino alcista de las tasas (cuando predominaba la posición de Fábrega, que las llevó al 27%) el dólar blue se contrajo a un «módico» $10,30 desde los casi $13 que tocara a principios de año.
En buen romance, el billete paralelo cayó la friolera de un 20% al tiempo que la brecha cambiaria se contrajo a un 30%. Una distancia muy chica, si se tiene presente que no se había logrado ese gap en los últimos dos años.
Pero en la Argentina todo cambia con la velocidad de un rayo. Bastó que Kicillof hiciera valer su postura de reducir las tasas para que la situación con el blue diera un fuerte giro, que comenzara a darse a partir de mayo.
En efecto, al tiempo que las mismas comenzaran a descender para bajar cerca de seis puntos porcentuales, el billete paralelo comenzó su camino hacia la recuperación: escaló por encima de los $12,50 desde el nivel de $10,30 al que había descendido.
Resultado: en apenas tres meses ganó el equivalente a unos quince meses de rendimiento de un plazo fijo.
Demasiado premio para que particulares y empresas se lo pierdan dejando parte de sus tenencias en moneda local.
¿Tasas abajo, dólar arriba?
La pregunta que surge entonces es si el camino que comenzó a recorrerse (tasas para abajo, dólar para arriba) seguirá este derrotero en los próximos meses.
Los analistas creen que las propias necesidades del Gobierno le pondrán un límite para seguir recorriendo este sendero.
«Las enormes necesidades de financiamiento que tiene el Banco Central llevará a incrementarla emisión y, por ende, el descenso de las tasas encontrará un piso. No podrán bajar mucho más de los niveles actuales», subraya Facundo Martínez, desde la consultora de Carlos Melconian.
A la presión generada por el gran circulante de moneda local y el riesgo de que una parte se dirija al circuito informal, se suma otra cuestión no menor: las mayores limitaciones de los bancos para «premiar» a los ahorristas.
Sucede que el recorte de tasas se dio en un contexto en el que el Banco Central puso un techo a los intereses que pueden cobrar por los préstamos.
«Las entidades intentarán que no las afecte tanto ese techo», afirman desde ACM. Y agregan que para ello «tratarán de reducir el interés que pagan por los depósitos, como una forma de mantener el margen financiero».
Por lo pronto, los movimientos del blue -descendentes primero y ascendentes después- sirven para reflejar lo sensible que está la demanda ante cambios en la dupla «tasas-dólar».
La lógica indica que mientras más suba el blue, mayor será la tentación de los particulares a dolarizarse, lo que significa un riesgo para los bancos en cuanto a la pérdida de colocaciones.
En otras palabras, cuando el billete informal repunta, serían muchas las personas que saldrían a comprar para no «quedarse afuera» de un eventual buen negocio.
El denominador común entre analistas es el escepticismo respecto de las posibilidades de controlar al dólar blue si el Gobierno insiste en utilizar solamente la tasa de interés, en vez de enfocarse en las distorsiones de la economía.
Andrés Mendez, de AMF, plantea una distinción: «El manejo de tasas está de alguna manera administrado por el Banco Central. En cambio, el dólar paralelo tiende a subir por simple juego de oferta y demanda».
Es que el blue ya tiene su propia dinámica, vinculada con el nivel de reservas, el total de pesos circulantes y la relación entre ambos, que en la jerga es conocido como dólar de convertibilidad. Es decir, cuántos pesos hay por cada billete verde de respaldo en el BCRA.
Actualmente, esta referencia se ubica en los $13,4, levemente por encima del precio al que se comercializa la divisa informal.
Queda claro que la suba y posterior baja de tasas, en simultáneo con la caída y posterior alza del blue, no hacen más que reflejar cómo la clásica «batalla dólar vs. tasas» está más presente que nunca.
Al menos, hasta que no se resuelvan los problemas de fondo, como la inflación, el déficit y la llegada de dólares frescos para inversiones.