La gente prefiere esperar al nuevo gobierno refugiado en dólares. El apetito por el billete se acrecentó en las últimas semanas y difícilmente amaine hasta los comicios
El apetito de los argentinos por los dólares en pleno escenario electoral no es nada nuevo. Desde 2007 y antes de cada elección, la dolarización de portafolios se aceleró. Antes del control de cambios, se reflejaba directamente en una mayor salida de capitales, pero incluso con el cepo, se refleja en una retracción de la oferta de dólares de los exportadores, un salto en la demanda para turismo y atesoramiento y una suba del dólar paralelo y de la brecha.
Como recuerda en un informe reciente M&S Consultores, en 2007, hasta el segundo trimestre incluido, el BCRA venía comprando dólares en el mercado cambiario. Pero en el tercer trimestre compró cero. La razón fue un salto muy fuerte del atesoramiento de la gente: pasó de cero en el segundo trimestre a más de u$s 5.000 millones en el tercero y otros 1.800 millones en octubre. En 2009 ocurrió algo similar: en el trimestre electoral el atesoramiento volvió a rondar los u$s 5.000 millones y el BCRA no compró dólares (sequía y crisis financiera mundial incluida). 2011 fue un ejemplo aún más contundente. El atesoramiento del tercer trimestre arañó los u$s 8.500 millones y sumó casi u$s 3.000 millones más en octubre. En esos cuatro meses, el BCRA tuvo que vender casi u$s 5.000 millones de las reservas. Este fuerte proceso de dolarización decantó en el control de cambios.
La elección legislativa de 2013 fue la primera de la era post cepo. Sin embargo, el BCRA igual tuvo que vender más de u$s 5.000 millones entre julio y noviembre. Además, en estos meses se recalentó también el dólar paralelo.
Lo que ocurre en este 2016 no es la excepción, con la brecha nuevamente en 60% y una demanda récord de dólar ahorro de u$s 680 millones en julio, una tendencia que no hizo más que acelerarse en el comienzo de agosto, con la venta de casi u$s 400 millones sólo en los cinco días hábiles previos a las PASO. En simultáneo el Banco Central debió vender u$s 154 millones en el mercado oficial durante julio, mientras que en lo que va de este mes ya se desprendió de u$s 390 millones, según las estimaciones del propio organismo.
Más allá de los reflejos aprendidos, no faltan fundamentos para este comportamiento. El tipo de cambio oficial contra el dólar se ubica en términos reales apenas por encima del promedio de la convertibilidad (1992 2001). Mientras tanto, la paridad del peso contra el real está en el peor momento, como cuando Brasil devaluó en 1999 y Argentina mantuvo el 1 a 1. En los últimos doce meses, el tipo de cambio real contra Brasil se desplomó 40%. Como con el euro, la razón del desplome no es solamente el diferencial de inflación entre los dos países: en el último año, el tipo de cambio de Brasil aumentó 54% en términos nominales contra el dólar y el peso apenas 12%.
«El tipo de cambio estará en el centro de la escena en los meses previos a las elecciones y por supuesto en la agenda de la nueva administración que asuma el 10 de diciembre. El actual valor oficial de $ 9 y pico por dólar que reciben los exportadores no es un tipo de cambio viable para la economía argentina. ¿Lo es el valor informal de $ 15 pesos? ¿Está en el medio de los dos? La historia muestra que los períodos de brecha cambiaria casi siempre terminaron convergiendo al valor del dólar informal ¿Será esta vez la excepción a la regla?», se pregunta Melconián en su informe.
Pero incluso el trabajador que no «lee» los desajustes macroeconómicos sí percibe otros factores que son igual de tangibles. Tal como señala el economista jefe de Orlando Ferreres, Fausto Spotorno, «el argentino es bastante hábil, se da cuenta cuando el dólar está barato, cuando se viene una devaluación; además en la calle ve que no es fácil conseguir empleo, y que su sueldo no es el mismo de años atrás, hay inflación y los precios se escapa».
Cabe mencionar que meses atrás el BCRA logró estabilizar parcialmente el mercado cambiario mediante la suba de la tasa y, consecuentemente, los agentes económicos manifestaron una caída en sus expectativas de devaluación, disminuyó la brecha cambiaria y la tasa de inflación mensual se desaceleró. A su vez, este escenario derivó en un aumento del posicionamiento en pesos por parte de las familias y empresas, destacándose en fuerte crecimiento de los plazos fijos.
Sin embargo, un informe de Orlando Ferreres remarca que más del 80% de estas colocaciones fueron realizadas a corto plazo -menos de 90 días- lo que dejó un excedente de pesos que se trasladó al dólar.
Así, los inversores mayoristas buscaron la dolarización mediante instrumentos formales en tanto que los minoristas se volcaron por el dólar informal. En esa línea, el director de Portfolio Personal, Augusto Posleman, desglosó los distintos comportamientos al momento de dolarizarse: quienes además del dólar pretenden un interés apuestan por los bonos dollar linked (que ajustan por la variación del tipo de cambio oficial) y los bonos que pagan en moneda estadounidense; por otro lado, muchos inversores solo se conforman con el dólar billete, al que acceden por medio de una cueva, del contado con liqui o del Mep.
«Hoy el inversor genuino, el que ve al riesgo país debajo de los 600 puntos, elige un bono dolarizado, que paga una renta de entre 8 y 10%. Precisamente eso es lo que sugerimos nosotros», indicó Posleman.