La moneda, que no es un invento de los gobiernos, es un descubrimiento del mercado. Funciona en la economía como una autopista que facilita la circulación del tránsito
Por Roberto Cachanosky
¿Por qué la moneda es un descubrimiento del mercado? Porque fue la gente la que advirtió que el trueque de mercaderías hacía muy engorroso el intercambio comercial, y descubrió que ciertas mercaderías eran aceptadas en forma generalizada como medio de pago.
El inconveniente del trueque es que si, por ejemplo, un economista quiere comprar pan, tiene que encontrar un panadero que esté dispuesto a tomar clases de economía a cambio del pan que produce. Mientras que con el uso de la moneda para la compra y venta de bienes o servicios se facilitan las transacciones.
¿Por qué es un descubrimiento del mercado? Porque a lo largo de la historia diferentes mercaderías fueron utilizadas como moneda: los clavos, la sal, el ganado, el arroz, el té y tantas otras hasta que se llegó universalmente al actual sistema monetario basado en papeles cuyo respaldo es la confianza que la gente tenga en las instituciones jurídicas, políticas y económicas del país que las emite.
Literalmente hoy Argentina no tiene moneda. La inflación acumulada entre 1935, cuando fue creado el Banco Central, y 2019 es de 281.619 billones por ciento. Para entender el número, se puede ver la inflación promedio anual entre 1935 y 201, a un ritmo promedio anual de 52% anual acumulativo; mientras que en los Estados Unidos fue en ese período del 3,5% anual promedio. De ahí que el argentino optó por el dólar como moneda, en particular como reserva de valor y muchas veces como unidad de cuenta, para conocer el valor real de las cosas al momento de hacer sus transacciones, en particular de bienes durables como una propiedad, un auto o incluso un celular.
Dado que el peso está destruido, es fundamental reestablecer algún sistema monetario, respaldado por un plan económico que se base en llevar adelante reformas estructurales que permitan agilizar las transacciones comerciales. Al quedarse sin moneda, la economía quedó trabada, es como si se hubiesen destruidos las autopistas para circular.
La forma de revertir ese crítico escenario es necesario reconstruir la confianza en las instituciones jurídicas, políticas y económicas, pero no se logrará de modo inmediato. Por eso, hay que pensar en opciones para disponer de una moneda creíble.
Volver a establecer un régimen de convertibilidad, como en los noventa, no parece viable. Después de haberla aniquilado en la forma que se hizo en 2002 y con la pesificación asimétrica entre activos y pasivos en dólares, no luce muy viable esa opción monetaria.
Optar por la dolarización plena luce bastante complicado dado que el Banco Central de la República Argentina no tiene reservas para poder rescatar la base monetaria y el stock de los instrumentos de regulación monetaria, como las leliq y pases; excepto que, como propone el economista Jorge Ávila, pueda obtener un préstamo de muy largo plazo del Tesoro de los EEUU del orden de los 20.000 a 25.000 millones de dólares, para poder absorber todos los pesos en circulación.
Curso legal
Otra opción es quitarle el curso forzoso al peso y darle curso legal a dólar, al euro y otras monedas para que la gente haga sus transacciones en la moneda que considere más conveniente. La idea es establecer una competencia de divisas, algo similar a lo que propone Friedrich Hayek, la Desregulación de la Moneda.
Es obvio que sin curso forzoso de las divisas la población buscará hacer transacciones en las monedas más sólidas. Si se estableciera esa opción, ¿en qué moneda imagina el lector que los Moyano, Baradel y demás sindicalistas aliados al gobierno pactarían sus acuerdos salariales? Suponiendo que los dirigentes sindicales optaran por el peso, ¿cómo piensa el lector que reaccionarían las bases ante la decisión de sus dirigentes sindicales de elegir el peso en lugar del dólar para pactar los salarios?
Si se optara por quitarle el curso forzoso al peso y la gente pudiera pactar sus transacciones en otras monedas como el dólar o el euro, es posible que la demanda de la moneda nacional caiga hasta niveles cercanos a cero sin que genere presión sobre los precios.
Pero puede que junto con la competencia de monedas se anuncie un plan económico que incluya una amplia desregulación de la economía, reforma del Estado, laboral, impositiva, integración al mundo, que recreen la confianza y estabilice la demanda de pesos. En ese escenario, una alternativa sería establecer una nueva moneda, al estilo Balboa de Panamá, que sea testimonial y sirva para las pequeñas transacciones corrientes. En caso contrario, abriría el camino a una crisis hiperinflacionaria.
Pero lo cierto es que no se puede esperar 30 años a que la gente vuelva confiar en las instituciones jurídicas, políticas y económicas para poder tener una moneda local que permita destrabar las transacciones; porque todo el sistema económico está mal: la legislación laboral, el nivel y calidad del gasto público, el sistema tributario, la apertura al comercio exterior; el sistema financiero disminuido por repetidas confiscaciones de ahorros y, por supuesto, el sistema monetario.
Reconstruir la economía argentina no es imposible, pero sí es una tarea titánica y requiere de medidas más audaces que en el pasado, lo que exige de un fuerte respaldo político para implementar las reformas mínimas de fondo indispensables necesarias para volver a poner en funcionamiento la economía argentina. La reforma monetaria es un paso, pero no es sustituto de los cambios estructurales enumerados.