En el balance financiero mundial de los últimos 12 meses, la criptomoneda fue la estrella con su avance extraordinario y también sus derrumbes. Pero enero de 2017 «sólo» valía u$s 1000 y su precio llegó a multiplicarse por 20. El 2017 se va además con marca de la reforma impositiva de la nueva era Donald Trump y un boom de las salidas iniciales a bolsa, que marcaron un récord desde la crisis subprime, cuyo décimo aniversario se cumplió este año
Si existiera un horóscopo financiero chino, 2017 debería pasar a la posteridad como el «Año del Bitcoin de Acero». Porque no hubo ningún activo en los mercados internacionales que le hiciera sombra, ni siquiera la suba de las principales bolsas mundiales. Tal fue el boom de la criptomoneda de moda, que «bitcoin» fue la palabra más buscada en Google durante todo 2017, en cuanto a contenido financiero se refiere (por delante de «acciones tecnológicas» y «Xi Jinping», el presidente chino).
Pero el año que se está terminando no se explica a nivel mundial solo por la locura que se desató con el bitcoin. También dio lugar para que los principales mercados financieros internacionales siguieran con su ritmo ascendente, para que (por fin) Donald Trump pudiera cantar victoria con la reforma impositiva, una de sus mayores promesas de campaña, y para que las salidas a bolsa vivieran los mejores 12 meses desde la crisis subprime que, justamente, cumplió una década.
Bit… ¿qué?
Seguro que fue una pregunta pertinente para la mayoría de los inversores a principios de este año, cuando todavía no se había disparado la «bitcoinmanía». Algo totalmente lógico, porque en enero de 2017 «sólo» valía u$s 1.000, cuando dos semestres más tarde su precio llegó a multiplicarse por 20. Para los analistas, al día de hoy no existe ningún ejemplo comparable en que el valor de un activo financiero haya crecido tan rápido en tan poco tiempo. Lo que obliga a todos a pensar en un caso especulativo de manual. Justamente, dos Premios Nobel de Economía como Joseph Stiglitz y Jean Tirole ya advirtieron del peligro de invertir en bitcoins, considerando su boom como una burbuja pura y dura (sin ir más lejos, durante la segunda quincena de diciembre su valor cayó casi un 50%).
Pero la locura por averiguar más sobre el tema de las criptomonedas pudo más (¿qué inversor no estaría dispuesto a diversificar aunque sea una parte ínfima de su cartera en un activo que brindó un rendimiento anual de casi un 1900%?), de ahí que bitcoin se convirtiera en la palabra de moda. La Real Academia Española, que siempre está un paso atrás en materia del lenguaje, todavía no se decidió a incluir «bitcoin» y «criptomoneda» en su diccionario, tal vez porque los académicos están demasiado ocupados invirtiendo en la moneda virtual.
Otra prueba de que el bitcoin se convirtió en EL tema financiero del año lo marca la reciente decisión de las dos bolsas de Chicago (Chicago Board Options Exchange y Chicago Mercantile Exchange) de lanzar contratos a término denominados en esa divisa. Para Daniele Bianchi, especialista británico de la Warwick Business School, «La volcánica moneda virtual va camino de convertirse en un activo financiero como cualquier otro. Esto va muy rápido». Tan veloz que, durante todo 2017, los fondos de inversión se zambulleron sin control en inversiones en bitcoins, espantados por las bajas tasas de interés. Incluso estuvo de moda durante todo este año que las rondas de inversión de las start ups se hicieran en criptomonedas.
Una reforma histórica
No se puede decir otra cosa del proyecto de ley presentado por el gobierno estadounidense durante este año para reformar el sistema impositivo, en el que se destaca la rebaja del 35% al 21% en el tributo a las empresas. Sin dudas, fue una victoria de la perseverancia de Donald Trump, quien ya había tenido varios contratiempos para hacer avanzar otras promesas de campaña en el Congreso, y eso a pesar de contar con mayoría en ambas cámaras.
Para los analistas, la reforma impositiva (una de las mayores de la historia de EE.UU.) debería darle un nuevo impulso a los mercados financieros, en un año que ya de por sí fue muy bueno para Wall Street. De hecho, a medida que fueron pasando los meses, el índice Dow Jones «se cansaba» de romper récords, superando la barrera de los 20.000 puntos en enero, los 21.000 en mayo, los 22.000 en julio, los 23.000 en octubre y los 24.000 en noviembre. En total, una suba cercana al 24% anual, un crecimiento soñado por pocos inversores a principios de 2017. El secreto de esta fenomenal suba se debió a un contexto de inflación controlada, crecimiento económico en EE.UU. y buena parte del resto del mundo (la mayor demanda impulsó el precio del petróleo), junto con una política monetaria que todavía sigue siendo bastante acomodaticia por parte de los bancos centrales.
Las IPO vienen marchando
Otro sector que se consolida gracias al favorable entorno financiero internacional es el de las salidas a bolsa. Este 2017 ya queda como el más activo para las IPO (Initial Public Offering) desde la crisis subprime. De acuerdo con las estadísticas, ya se registran en todo este año un total de 1.624 ofertas públicas iniciales, un dato que contrasta con el de 2016, cuando se dieron 1.093.
Sin embargo, los montos recaudados todavía se ubican lejos de los de hace una década. Si bien crecieron un 40% con respecto al año pasado, alcanzando los u$s 188.800 millones, en 2007 fueron de u$s 338.000 millones, con un total de 1.974 operaciones. Mientras que desde el punto de vista geográfico, Asia sigue concentrando la mayor parte de las IPO (60%), confirmando una vez más que el eje económico mundial se ubica hoy en el área del Pacífico, principalmente gracias al dinamismo de la economía china (del total de fondos recaudados, un 40% fue realizado por compañías asiáticas). Por eso, nadie mejor que los chinos para consultarles sobre qué nos puede deparar el destino financiero para el año 2018. ¿Será el año del euro y de la recuperación de las bolsas europeas? ¿O tal vez de los precios de los commodities? ¿O del estallido de alguna burbuja y la vuelta de la volatilidad? Los chinos, un pueblo extremadamente supersticioso, jamás se atreverían a decirlo en voz alta.