Soy argentino, nací en la República de Peronia, país donde existen rutas que no te llevan a ningún lado, obras públicas que se inauguran aun cuando no existan, monjas que no son monjas, monasterios que operan como bóvedas y funcionarios que, en vez de contar plata, la pesan. En Peronia sus habitantes celebran el déficit fiscal, pero detestan su consecuencia directa, la inflación. En Peronia sus ciudadanos le exigen al Presidente que resuelva en siete mes lo que llevó una déKada entera destruir, sus políticos son insensibles a las penurias del ciudadano y se tornan capitalistas a la hora de endeudarse mutando a comunistas al tiempo de «defaultear». En Peronia priorizamos socialmente al ¡fulbo! y al choripán, concebimos como derecho adquirido el consumo gratuito de servicios públicos y quien negrea sistemáticamente sale siempre beneficiado por sobre el crónico pagador de impuestos. En Peronia, la Corte Suprema no se pronuncia en favor del ciudadano «taxado» en exceso del 50% pero frena a la vez, una corrección tarifaria urgente porque faltó la formalidad de una audiencia pública no vinculante. En Peronia, el Congreso festeja con aplausos y carcajadas un default soberano en 2001 prometiendo no repetir el error aun cuando quince años después avala un nuevo ciclo de endeudamiento destinado a financiar gasto corriente. En Peronia el trabajador es un ciudadano de segunda clase esclavizado ante una burguesía política que se fagocita en su existencia y ni siquiera lo respeta. En Peronia los empleados subsidian a los desocupados y éstos a su vez, disponen del derecho a cortar toda vía de tránsito posible para evitar que quienes trabajen y los mantienen, puedan hacerlo. En Peronia el equilibrio alcanzado es uno donde el 10% de sus habitantes mantiene al otro 90% y donde el Estado resulta muy sensible a la pérdida de empleo público, pero a la vez se muestra indiferente al sacrificio de empleo privado. En Peronia el delincuente tiene más derechos que la víctima, y si te defendés porque un Estado ausente te obliga a hacerlo, por ahí vas en cana. En Peronia los fiscales «se suicidan» y hasta los Papas son peronistas.
En Peronia hay cinco clases sociales claramente definidas: los ricos, los medios, los pobres, los políticos, y los boludos, o sea, los que bancan con su trabajo a las otras cuatro clases. En Peronia el Estado exige competitividad a las empresas, pero a su vez las taxa al 60%. En Peronia el fisco te ordena un sinceramiento ético, pero no está dispuesto a blanquear sus propios ñoquis. Peronia es una tierra en donde la demagogia que defiende al pobre viaja en Audi y vive en Puerto Madero. Sólo en Peronia lo urgente reemplaza a lo importante y la oposición replica las mismas medidas que el partido al que se opone. En Peronia, la dignidad no vale nada y el Estado banca a la AFA como prioridad nacional y popular, pero se olvida a la vez, de las escuelas y hospitales. Lamentablemente, Peronia no es una nación sino un terruño de gente compitiendo esquizofrénicamente por una torta que no aumenta de tamaño, exigiendo soluciones al Estado cuando debiera buscarlas en el individuo. Es esta misma Peronia donde más del 50% de sus ciudadanos votaron un cambio, pero al notar que el mismo sería costosísimo comienzan hoy a dudar y a ser seducidos nuevamente por el eterno benefactor, esa fábrica contundente de producción de pobres: el peronismo. A Peronia incluso le dedicaron en 1934 un tango premonitor que la define a la perfección: Cambalache.
Nos convertimos en una nación de peronismo endógeno, con la ley de gravedad invertida y decidimos hace setenta años auto-condenarnos al peronismo, nuestro eterno «victimario» y «salvador». Ese mismo peronismo que hoy le habla a Cambiemos de los problemas económicos que padecemos en tercera persona, como si no hubiese gobernado en los últimos doce años. Pero cuidado con subestimar el riesgo electoral, nuestra ciudadanía es altamente pendular, ayer votó cambio, pero mañana podría retornar a su viejo amor, el peronismo. En un país tan escaso de convicción, de la decepción a la re-peronización del voto hay sólo un paso. El gradualismo tibio, miedoso, perdedor y sin rumbo, implementado por el gobierno ha minado las expectativas de cambio en una porción significativa del electorado y coincidentemente en estos últimos días escucho dos frases que me alarman. Frase 1: «Sherman, si hoy pudiese votar, votaría por Peronia». Frase 2:«Sherman, no creo que Cambiemos pueda protegerme contra un embate populista futuro». No sé qué tan consciente es el Gobierno de lo costoso que ha sido un gradualismo que generó la percepción social de un gran ajuste pero que en definitiva se llevó el peor de los mundos: leve corrección fiscal y pérdida del escaso margen social que se tenía a inicios de año. ¿Cuándo van a tirar el misil fiscal? ¿O van a hacer lo que hacen siempre: arrojan la piedra y en el medio se arrepienten, esconden la mano y neutralizan el efecto? Ya estamos en septiembre y sigo esperando que al Ministerio de Hacienda se le caiga una idea.
El intencional sarcasmo de este artículo probablemente sea mi mecanismo de defensa hacia la no aceptación de una realidad que no me gusta porque siento que es mejorable. Hoy lamentablemente seguimos siendo Peronia, pero estoy convencido que podemos ser mucho más. Entonces, al gobierno me permito decirle: animate a cambiar, para eso vinieron, no le tengan más miedo al error. Y a los ciudadanos de Peronia les comento que está llegando el tiempo de involucrarnos todos. El año próximo finalmente nos expondrá a una pregunta inevitable: ¿qué tan peronistas somos los argentinos? Sería útil que cada uno en lo suyo le ponga el hombro a esta cruel realidad heredada del mismísimo peronismo que hoy hablando en tercera persona intenta separarse del kirchnerismo, tal como lo hizo ayer del menemismo, ambos procesos con resultados catastróficos para el país. Es muy fácil darse vuelta y preguntarle a Macri: ¿che, ya arreglaste en siete meses lo que llevó una déKada entera destruir? Lamentablemente, la República de Peronia es el reflejo de nuestras acciones como ciudadanos. Al ciudadano argentino, a ese que nunca se involucra en nada le digo: ¿votaste cambio? Sé entonces consistente con tu decisión o resignate a vivir en Peronia por el resto de tu existencia.
(*) Germán Fermo. Ph.D. in Economics, UCLA, Máster en Economía CEMA. Actualmente se desempeña como Director de MacroFinance y como Director de la Maestría en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella.