Según varios especialistas consultados por LA NACION, la Argentina convivirá con un dólar barato influenciado en estos meses por el blanqueo; en el mediano plazo impactará el acceso al financiamiento internacional y las inversiones
Pocas cosas en la argentina económica generan tantos puntos de desencuentro como la discusión sobre el tipo de cambio. Y lo que sucede actualmente no es la excepción. En general, la gran mayoría de los analistas consideran que el tipo de cambio está atrasado.
Sin embargo, para encontrar un contrapunto público sobre el asunto hay que remontarse poco más de un mes atrás.
Era la convención industrial en Parque Norte y el presidente del Banco Central (BCRA), Federico Sturzenegger, llegó temprano. Mientras todos tomaban café, dejó una copia escrita de su discurso en el lugar de cada uno de los invitados. Luego, ya sobre el escenario y pidiéndole disculpas al escritor, citó a José Luis Borges para pedir paciencia ante el desafío de reducir la inflación.
«He notado que (…) israelitas, cristianos y musulmanes profesan la inmortalidad, pero la veneración que tributan al primer siglo prueba que sólo creen en él, ya que destinan todos los demás, en número infinito, a premiarlo o castigarlo», criticó.
Tras la cita del cuento «El inmortal», apuntó sus cañones contra Diego Coatz, director ejecutivo y economista en jefe de la Unión Industrial Argentina (UIA) por reclamar «créditos blandos». Pero el verdadero enojo contra el economista no fue por el habitual reclamo de financiamiento barato. Venía, en realidad, de una semana atrás, cuando Adrián Kaufmann, presidente de la UIA, y Coatz habían criticado las altas tasas y el atraso cambiario en la economía. Incluso un empresario había descripto allí al presidente del BCRA como «el enemigo número uno de la industria».
Sturzenegger contestó en Parque Norte. «No podrían surgir bajo este esquema de tipo de cambio [flotante] aquellas situaciones que vivimos tantas veces en el pasado, donde el tipo de cambio está unánimemente reconocido como atrasado. Si así estuviera, el mercado corregiría esa paridad (…) el tipo de cambio no es un ancla de nada para este BCRA, así como tampoco es un elemento que será manipulado adrede como herramienta de corrección», afirmó en la convención y agregó que, frente a Brasil, se ganó un 50% de competitividad cambiaria en el sector tras la salida del cepo.
Desde entonces, la discusión sobre el valor que tendría que tener el dólar se instaló. La gran mayoría de los analistas privados estiman que el tipo de cambio en la Argentina está atrasado y que la economía deberá convivir con esta circunstancia, por lo menos, durante los tres próximos años. En estos días el blanqueo, y en el mediano plazo la estrategia de financiamiento en el exterior para tapar el agujero fiscal sumado a las inversiones extranjeras promoverán un dólar barato. Esta situación, con un «costo argentino» difícil de recortar por el importante rojo fiscal y el año de elecciones, hará compleja la sustentabilidad de sectores poco competitivos, lo que podría afectar el empleo.
«La Argentina convive actualmente con una situación de atraso cambiario», afirmó Dante Sica, director de Abeceb. El promedio de equilibrio del dólar de largo plazo (entre los años 80 y 2016) es de 22,4 pesos. En noviembre, cuando Sica cerró su análisis, el dólar estaba en 15,6 pesos. El viernes estaba a 16,05 pesos. Sólo poner un ejemplo, en 2002, después de la salida de la convertibilidad, llegó a 34,60 pesos.
En relación con la macroeconomía de mediano plazo, según Abeceb, habrá que revisar la sostenibilidad fiscal y el atraso cambiario, y en relación con la dimensión estructural, el trabajo sobre la competitividad sistémica que no depende del valor del dólar. «Es probable que tengamos que convivir los tres años que quedan con atraso cambiario», alertó Sica. Se trata de un temor que desde comienzos de 2016 ya expresaban los coordinadores económicos de Jefatura de Gabinete.
Con poco margen de acción, el flamante ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, ya dio muestras de que encarará ese camino de mediano plazo. «Vamos a proponer una reforma tributaria integral. Mi obsesión es bajar el nivel de informalidad de la economía», afirmó en una entrevista a LA NACION. Además, reconoció: «El sector público se está endeudando afuera para financiarse, y eso presiona tendiendo a apreciar el tipo de cambio». Este año, el Gobierno precisará US$ 37.000 millones para tapar el rojo. Los buscará en un mundo con tasas más altas por el efecto que ya desató la elección de Donald Trump.
Antes de las elecciones de los Estados Unidos, los especialistas estimaban un dólar de $ 18,80 para diciembre de 2017, o sea, levemente por encima del promedio presupuestado por el Gobierno para fines de este año. Se trataría de una devaluación de 16,5%, cercana a la inflación pronosticada por el Banco Central. El Rofex, el mercado de Rosario, ya lo ve cerca de 19,4 pesos.
«El nivel del tipo de cambio real actual es sólo 20% más alto comparado con el de finales de la convertibilidad, que era un tipo de cambio súper apreciado. Hay que tener en cuenta que la presión tributaria es el doble comparada con aquel entonces», afirmaron en la consultora LCG.
«Por otro lado, está 25% más apreciado que en octubre de 2011, cuando se instauró el cepo porque el sector privado comenzó a percibir que el tipo de cambio estaba empezado a retrasarse. Hoy se necesitaría un dólar de $ 20 para ubicarnos en los niveles de octubre de 2011», se estimaron.
Monedas y exportaciones
«El tipo de cambio real bilateral esta más de 20% arriba del final de la convertibilidad pero la situación es mejor cuando se toma una canasta de monedas como cuando se toman los precios internacionales de nuestras exportaciones -explicó la economista Marina Dal Poggeto-. Sin embargo, la enorme distorsión de precios y la fuerte presión impositiva hacen que buena parte de la industria no sea competitiva y dependa de la protección, lo que agudiza las distorsiones de precios».
«Con tipo de cambio puramente flexible el problema es que el financiamiento en dólares de la brecha de falta de pesos agrega presiones a la apreciación sólo compensada por la formación de activos externos. Esto no es consistente como estrategia duradera», analizó la economista. Dijo, además, que el BCRA puede comprar parte de esos dólares y convalidar parte del aumento de la demanda de pesos del sector público para amortiguar esas presiones. «Algo de esto hizo en los últimos meses -señaló-. De cara a 2017 es esperable que el dólar sea usado como «semiancla» que asegure que los salarios le ganen a la inflación hasta las elecciones. En ese caso, la estrategia de financiamiento es funcional. No así hasta 2019.»
De fondo asoma el principal problema de la economía argentina. Lo menciona Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI. «Las exportaciones no crecerán en 2016 y ello se debe a la falta de competitividad. El gasto público es una causa relevante y la razón de cinco problemas: la alta presión tributaria, el déficit, la alta inflación, la elevada tasa de interés y el atraso cambiario».
Así el Gobierno tendrá el complejo desafío de mantener su agenda estructural: hacer competitiva a la Argentina sin bajar los salarios. No devaluar de más pero bajar costos empresarios en elecciones, cuando para ganar sustentabilidad política todos exigirán que aumente el gasto público.