El tipo de cambio real no se vio afectado pese a que la cotización oficial sólo subió 1,2% en mayo. Se proyecta una suba similar en junio. La revaluación del real brasileño es clave para que la economía argentina no pierda competitividad
La decisión del Gobierno de planchar el tipo de cambio a pesar del contexto de elevada inflación no podría haberse tomado en un mejor momento. Aunque este tipo de medidas lleva casi inevitablemente a una situación de atraso cambiario que termina explotando tarde o temprano, por ahora ese escenario luce lejano. El motivo principal es que la estabilidad cambiaria coincide con la revaluación del real brasileño. En otras palabras, Brasil se está encareciendo aceleradamente en dólares y eso le brinda al Banco Central un margen de acción mucho mayor para sostener esta política.
Detrás de frenar la suba del dólar oficial está el ministro de Economía, Martín Guzmán, que decidió ya en marzo un cambio en la política que hasta ese momento venía llevando adelante el titular del BCRA. Miguel Pesce venía aumentando el dólar casi al mismo ritmo que la inflación, justamente para evitar el peligro de atraso cambiario. En enero, por ejemplo, el ritmo de incremento de la divisa fue de 3,7% contra una inflación de 4%. Pero luego el propio ministro anunció que la suba del dólar oficial sería mucho más lenta y anunció que finalizaría el año a $ 102,40, lo que representa un incremento inferior al 25% para todo el 2021. Este valor está claramente por debajo de la inflación que se proyecta para el año, que finalizaría en torno al 50%.
Aquella decisión que parecía riesgosa, hoy luce menos compleja. Pero no por motivos propios, como podría ser una reducción más importante de la inflación, sino por un contexto externo favorable. No sólo pasa por un mayor ingreso de divisas por las exportaciones de soja a elevados precios, sino sobre todo por la revaluación de las monedas de casi todos los países emergentes. Esto permite a su vez que el peso también pueda revaluarse en términos reales. Puesto de otro modo, la Argentina se está encareciendo en dólares sin sufrir una pérdida de competitividad, al menos en el corto plazo.
El ejemplo más claro es el real brasileño. El dólar había llegado a 5,55 en marzo, pero el flujo de capitales a Brasil lo hizo caer hasta 5,08 reales. Y algo parecido está sucediendo en casi todos los mercados emergentes, aunque en general con menor intensidad.
La consecuencia es que el tipo de cambio real multilateral (ITRM) que divulga diariamente el Banco Central se mantiene en los mismos niveles desde mediados de marzo, hace ya dos meses y medio. En otro escenario, la decisión de atrasar el dólar en relación con la inflación hubiese tenido un fuerte impacto negativo en los niveles de competitividad, encareciendo artificialmente en dólares a la economía local. Esto no sucedió justamente por la apreciación de las monedas de los países con los que comercializa la Argentina.
La mejora de las monedas emergentes va de la mano con la suba en los precios de las materias primas. En realidad, ambos fenómenos reflejan lo mismo: la debilidad del dólar estadounidense, en un contexto de bajísimas tasas de interés en Estados Unidos y una enorme emisión monetaria por parte de la Reserva Federal.
El tipo de cambio mayorista cerró ayer a $ 94,80 y en lo que va del año acumula una suba de 13% contra más de 20% de inflación hasta mayo inclusive. Sin embargo, la diferencia entre inflación y evolución cambiaria se empezó a dar a partir de abril y continuará en los próximos meses, según la planificación de Guzmán.
Usar al dólar como ancla para bajar la inflación es una estrategia típica en tiempos electorales, por lo que no sorprende el rumbo elegido por el Gobierno. Claro que hasta ahora no obtuvo los resultados esperados y los aumentos de precios, en especial en alimentos, siguen a la orden del día. Una de las explicaciones para que la inflación demore mucho más en bajar que lo esperado pasa por las dificultades para acceder a los dólares en el mercado oficial. Esto provoca que las empresas remarquen de más, ante la incertidumbre sobre la posibilidad de acceder a divisas para importar insumos.