Por los controles de los topos, el dólar informal operó en la City hasta las 13.30, pero estuvo muy activo en las cuevas de Once y la periferia para compras de ropa de invierno en La Salada.
«Se pueden ir todos a sus casas», dijo a su personal el dueño de una cueva del microcentro, ayer a la una y media del mediodía. Por los operativos, a esa hora sus otros colegas vecinos también le dieron la tarde libre a sus empleados.
Según cuentan en la City porteña, el billete sólo se operó durante la primera media rueda, a diferencia de la jornada anterior, que había operado a partir de la una del mediodía. Cerró $ 12,86 a las 13.30 en la City, pero el blue que no se detuvo terminó $ 12,90 a las cuatro de la tarde, que es el precio al que se consigue colocado hoy a primera hora. Esto implicó un alza de 20 centavos, con jornada reducida en microcentro, pero con un ?bille? muy activo y demandado en las cuevas de la periferia, en especial en Once, donde no son ahorristas buscando dolarizar sino que, con la llegada del frío, necesitan billetes para comprar indumentaria de invierno para las saladas y saladitas. Según detallan, el blue periferia funcionó a rueda completa.
«Lo peor que le puede pasar a un cambista de la periferia que descarga los dólares comprados o vendidos en la City es llamar y que le digan que la jornada se acorta. Genera una recompra obligatoria que puede generar estampida. Si el microcentro sigue así, supera $ 13 rápido en estos días. Es una muestra más de cómo el intervencionismo callejero de los reguladores les juega en contra en un mercado tan atomizado», describen en las mesas.
Otro de los factores del alza en el precio es que, al ser mitad de mes, el ?puré? (comprar en el formal para revender en el informal) estuvo flojo. Los que compraron dólar ahorro o no venden, o están comenzando a ahorrar, o hay miedo a la AFIP, por las 75.000 intimaciones.
Los brokers atribuyen la suba del blue al alza en el contado con liqui, que subió 20 centavos a $ 12,10, y es una suerte de hermano mayor del paralelo. Según explican, hay una automotriz que empuja al CCL por arriba de $ 12, al comprar bonos para girar utilidades y deuda financiera.
En tanto, los cambistas se están cuidando, y mucho, de los ?topos?, que son los inspectores que se hacen pasar por clientes. Ante esto, las cuevas ahora se limitan a atender sólo a la clientela conocida (una suerte de membresía). El green (los arbolitos) en la calle vocean menos y aumentan los filtros. Las operaciones grandes se fragmentan o rechazan, sea para la compra o para la venta. Incluso, averiguan con gente amiga entre los inspectores para ver si se filtra alguna noticia de un operativo.
«Al topo no le sirve el que vende billetes en el kiosco de diarios o el que vende ropa americana en Lavalle y Tucumán, entonces se hace pasar por un cliente y dice que quiere comprar u$s 5000, para ir a la oficina donde se cocina el volumen grande y está la prueba. Ahí el green lo engancha, porque ningún cliente pide oficina», revelan en el sector.
«El inspector que se hace pasar por cliente no tiene forma de ganarle a un green en el campo, por eso van desertando y sacan a los topos más que nada para alertar que los están controlando», completa.
Hoy ninguna mesa mueve u$s 10 millones diarios en el blue, que se ha convertido en un mercado muy policéntrico: muchos pero muchos cambistas y corredores chicos moviendo entre u$s 200 y u$s 250.000 diarios, que totaliza u$s 25 millones.
El blue tiene su cupo diario: «una gamba», que en la jerga son u$s 100.000. En realidad son los límites de conseguir oferta. Al estar muy diseminado, ya no hay 12 financieras que mueven la plaza y todas en el microcentro, lo que equivalía a dinero rápido. Hoy deben levantar muchos teléfonos y moverse. Confiesan que se hace difícil conseguir más de «una gamba» sin que el cuevero amigo pida una «prima». Es un extra de mercado, por el trabajo de tener que llamar a varios cambistas medianos para llegar al monto. Eso implica mucho delivery, personal o con un empleado, que se cobra 5% más.
Las mesas grandes de los brokers desaparecieron: ya no hay un núcleo duro de casas de cambio y brokers que manejen la plaza, que en la época de Moreno eran los formadores de precios. Antes se sabía dónde se cocinaba el precio, ahora hay precio pero no se sabe dónde se forma. Hay un mercado más horizontal, con varios cambistas medianos que se transformaron en feudos de su zona para fijar una referencia. «Tanto persiguen brokers y cambistas, que perdieron el GPS del mercado. Antes se movía mucho en tu lugar físico, era más seguro. No es lo mismo tener tres cajeros blue en una cueva de un monoambiente con handies, que en un edificio corporativo, con otra seguridad».