¿Hacia un cambio del equilibrio entre tasa de interés, tipo de cambio e inflación? A niveles de 17.30 recomendé a clientes vender posiciones en Lebacs y cambiarlas a dólar en cualquiera de sus formas: futuros, Bonar 24, letes o billete y esperar “bicho bolita” a que se despeje el escenario monetario. Me pregunto si será posible imaginar un escenario en donde la política meta la cola y culmine influenciado un entorno de menores tasas, dólar más alto y una inflación muy por encima de la meta del 2018, si es que para entonces sobrevive alguna meta. Al igual que lo hizo con la política fiscal, ¿será posible que la urgencia electoral contamine y degrade a la política monetaria?
¿No les parece que algo no cierra en este inefable principado? Hoy en un probablemente grotesco escenario, la Peronia M enfrentará a la Peronia K, la esencia molecular de este terruño toda en una sala única, como en el circo romano. La semana pasada ya nos adelantaron una muestra de lo que “nuestra elite” está dispuesta a hacer para marcar territorio. La disputa por la conquista del conurbano parecería no tener límites, y en el medio, quedan atrapados los ciudadanos decentes, aquéllos que irán a trabajar hoy como puedan, a pesar del paro, sin que ninguna autoridad pública esté dispuesta a protegerlos. Una selva criolla sin límites, ni respeto, sólo importa el ombligo de cada uno. Y no se confundan: no hay un solo legislador al que le importe los jubilados, sólo es sanata discursiva. En este lapidario contexto, queda claro que la clase política nos debe un urgente acto de grandeza, eliminen hoy mismo todo lo superfluo, incluido sus dietas excesivas, choferes, viáticos, asistentes; viajen en subte, eliminen pasajes de avión y hoteles cinco estrellas, esto no da para más, el sacrificio unilateral que le exigen a unos pocos tontos frente al despilfarro público de muchos otros es obsceno, no escucho a un sólo político hablar de ahorrar. Para un sistema previsional que está quebrado, ¿qué espacio moral le cabe a una jubilación de privilegio? Desde su cómoda opulencia, ¿qué hacen hablando de los jubilados, no se les cae la cara de vergüenza? ¿Se animan a vivir un año entero con los miserables ingresos de un jubilado o ustedes sienten el derecho a pertenecer a una casta superior, esa que vive de lo ajeno e incluso goza del derecho de confiscar a discreción, mediante la creación de nuevos impuestos, lo que es de otro? Macri deberá aflojar con su violín amarillo y comprender de una vez que se hace indispensable una estrategia de austeridad del estado en todos sus frentes, se nos va acortando el tiempo y hasta ahora, la reducción del gasto sólo se ve en los discursos. Si el plan es fumarse sólo a las ovejas y jubilados, me permito comentarle presidente que necesitará mucho más que eso, el esfuerzo deberá ser de todos, los giles ya no alcanzan, la presión tributaria es esclavizantemente voraz. Si no se apura, la macroeconomía se lo va a devorar despiadadamente. El gradualismo nos está cocinando a fuego a lento y parecería que ningún funcionario suyo lo advierte: a la fe y esperanza hay que ayudarla con decisiones jugadas, de lo contrario, termina siendo sólo un inservible slogan de campaña.
¿Y si en Argentina el equilibrio de Nash no existe? La inexistencia de un equilibrio social y político contamina permanentemente a lo económico, ¿será esta vez el turno del BCRA? Al observar el grotesco espectáculo de nuestra honorable cámara de diputados me animo a pensar que quizá es altamente probable que las dos alternativas de solución estén condenadas a fracasar: shock y gradualismo. Si ese fuese el caso, deberíamos llegar a la conclusión de que no tenemos solución alcanzable. Quizá Argentina es un país para el cual el equilibrio de Nash no está definido (concepto ganador de un premio nobel que se utiliza en teoría de juegos para explicar puntos de intersección entre sectores con intereses contrapuestos). No me parece descabellado imaginar a un país que simplemente carezca de un equilibrio político de largo plazo y al no tenerlo, quedemos levitando en un permanente estado de oscilación crítica, contaminando los niveles más abajo, entre ellos, la economía. Tal vez, las preferencias de nuestra sociedad sean tan extremas que hacen imposible el consenso, simplemente los distintos actores van rotando de un escenario a otro sin estabilizarse nunca. Lo acontecido en las últimas décadas describiría a un país que trágicamente se quedó sin “equilibrio de Nash”, la grieta es tan enorme que parecería no haber intersección posible: un 50% quiere que al otro 50% le vaya mal. Este “no equilibrio político” tiene rotundas implicancias en la definición de prioridades en materia de política fiscal y monetaria: a) primer plano: populismo electoral, b) segundo plano: rebote de PBI, c) tercer plano y muy lejos: monetario y desinflación.
No se confundan: el kirchnerismo es el único responsable de la quiebra del sistema previsional. Un diputado o senador gana varias veces lo que un jubilado promedio, este ratio es un simple ejemplo del inaceptable desequilibrio que tenemos. En el congreso a un jubilado lo vienen cocinando desde hace mil años y al mismo tiempo, todos teatralmente se muestran muy preocupados por “nuestros queridos viejos”. Y no nos olvidemos que en un futuro no tan lejano, todos terminaremos siendo jubilados, no nos podremos escapar del fraude más enorme al ahorro del ciudadano que vive en blanco y contribuye al sistema durante toda su vida activa. Los que votarán la reforma, perciben 200.000 pesos mensuales y muchos de estos personajes incluso, aprobaron el desfalco previsional de la gestión K permitiendo el ingreso de miles de argentinos sin aportes previos, dicha decisión es responsable de la quiebra actual y por entonces, no se vio a nadie cortando calles. A pesar de la actuación de estos días, el kirchnerismo entregó a los jubilados, es así de simple. Uno de los saqueos más agresivos de la era K radica precisamente en el sistema de jubilaciones y mucho legislador K que hoy se opone, permitió semejante descalabro con su voto cómplice.
Lo impensado: ¿un shock monetario? Lo que me preocupa es que quizá nos estemos acercando a un escenario de rompimiento más estructural del que estamos descontando, dominado no por lo técnico, sino por cuestiones de urgencias políticas, para un gobierno que paradójicamente después de su victoria electoral se viene desdibujando en todos los frentes en forma impensada. Un oficialismo así de apremiado, que sigue prometiendo lo imposible, no tiene tiempo para la ortodoxia. ¿Podrá la mesa chica de Cambiemos, esa que no entiende de economía, llevarse puesta a la política monetaria? A esta altura no creo ser el único que se esté planteando cuánta soga política le queda al único bastión más o menos ortodoxo que tiene el gobierno. El oficialismo subestima la velocidad a la que se podrá rebotar y el ritmo al cual se puede desinflacionar. A puro olfato no más, percibo cierta incertidumbre potencial respecto a cambios en política monetaria, ante esa duda, cerrar el año comprados dólar tendría todo el sentido del mundo. La principal paradoja oficial es que se defiende al gradualismo pero a la vez, se exigen resultados rápidos. El conflicto entre política fiscal y monetaria llegó para quedarse, todo el 2018 se desenvolverá en territorio de altas tensiones, otra vez más, será un año para esquivar el overshooting cambiario, que tarde o temprano vendrá. Pero, a diferencia del 2017, quizá enfrentemos shocks cambiarios o monetarios mucho más estructurales y totalmente distorsionados por lo político, no descontados en los precios actuales.
¿Será posible que ante la imposibilidad de un equilibrio político, lo monetario sea lo primero en claudicar? Macri fue la bisagra que empalmó el delirio K hacia un sendero de esperanza pero lo tuvo que hacer sin la explosión de una crisis que hubiera limpiado los excesos del pasado. Lamentablemente al presidente le cuentan que está prohíbo dar malas noticias y por lo tanto, decidió no contarnos el estado lapidario que heredaba. Por el contrario, se viene generando la sensación mediática de que lo peor ya pasó, con ministros incluso, prometiendo veinte años de crecimiento sostenido, lo cual alimenta una trampa muy perversa de expectativas. Los argentinos chocan permanentemente contra una realidad que desafía esta sensación de bienestar que se quiere transmitir. Todo lo que se toque en Argentina está en rojo implicando que si querés mejorar algo necesariamente se empeora otra cosa, el pus K está en todos lados.
El sólo cambio en el sendero de tasas podría generar sustanciales alteraciones al equilibrio actual. Sólo con que el BCRA saque un pie del acelerador en tasas nominales tendríamos una rápida reacción en dos frentes correlacionados: dólar e inflación. Me pregunto si a esta altura no va siendo tiempo de permitirnos imaginar, tasas más tranquilas, dólar rebotando fuerte y la obvia consecuencia: inflación más alta. En este escenario perderían todos los instrumentos en pesos y ganarían las posiciones en dólares. ¿Será tiempo de imaginar un 2018 en donde haya que jugar el trade al revés: comprados dólar, vendidos pesos? En un contexto en donde el equilibrio general no cierra y lo político presiona, ¿no será un error repetir un trade sumamente ganador en 2016 y 2017: Lebacs?
¿Sentido común? El Bonar 24 todavía no empezó a ralear de caras al posicionamiento pre-cierre de año en Bienes Personales. De esta forma, podrían darse dos eventos: a) demanda de cierre de año, b) salto del dólar en algún punto del verano. Un dólar en 17.50 lisa y llanamente está regalado. Parecería ser tiempo otra vez de comprar billete en estos niveles, esperar el overshooting y volver a armar en lebacs, si es que la política no se las comió para entonces.