¿Quién puede dudar hoy de la importancia de la soja en la economía argentina? No se trata únicamente del grano sino, también, del complejo industrial subyacente, que inciden categóricamente sobre el presupuesto nacional, las exportaciones y, aunque no se advierta claramente, también sobre el mercado laboral.
Desde el inicio del año, el precio de la soja ha recorrido un camino a la baja que, en el contexto de un tipo de cambio adverso, golpea a la economía.
La situación es preocupante, dada la extraordinaria cosecha de EEUU y de Brasil y las perspectivas de aumento en la siembra próxima en ese país del norte.
En medio de este cuadro muy poco alentador para el complejo, hoy por hoy se vislumbra, aunque todavía con escasa claridad, un cambio sobre los pronósticos relacionados con la fortaleza del dólar y, en consecuencia, sobre el precio de la soja.
Es sabido que mientras más fuerte está el dólar por subas en las tasa de interés, el precio de la soja tiende a caer. El tema no es menor dada la correlación negativa entre ambos valores; es decir, entre el valor de la soja y el del dólar en el mundo. En suma, si la tasa sube, es probable que el precio de la soja baje.
De esta forma, se advierte una estrecha relación, además, entre la tasa y el valor del dólar. La historia revela cómo cuando la tasa de interés de referencia de la Reserva Federal se eleva, el precio de la soja tiende a la baja.
Por ejemplo, durante el período 1978-1982 cuando la tasa de referencia se hallaba en las alturas, entre el 10% anual y el 15% anual, la oleaginosa se aproximaba a su piso histórico.
Más recientemente se advierte tal fenómeno. En agosto de 1999, el precio de la soja se acercaba a 175 dólares por tonelada y la tasa de interés se ubicaba en 5,25% anual, pero cuando ésta, en julio de 2008, se redujo a 2%, la oleaginosa pasó a superar el valor de 500 dólares.
Y en agosto de 2012, al bajar la tasa a 0,25%, el precio de la soja se colocó por encima del nivel de 630 dólares.
Apenas asumido Trump, se coincidía en que la Reserva Federal elevaría gradualmente la tasa de referencia y, en consecuencia, el dólar se apreciaría.
Y efectivamente, ello ha sucedido. En marzo, tal organismo la elevó en 0,25 puntos porcentuales. Fue el tercer incremento desde la crisis financiera de 2008/09. El anterior ajuste se produjo en diciembre pasado, y el primero, un año antes.
Hoy, se ubica en un rango de 0,75 y 1 por ciento. La presidente de la Reserva Federal, a mediados de marzo, aseguró que la tendencia a la suba seguiría, puesto que el mercado laboral continuaba fortaleciéndose y la actividad económica, expandiéndose. Janet Yellen insistió en que se esperan dos ajustes monetarios adicionales a lo largo de 2017 y advirtió que políticas a favor del ritmo del crecimiento económico podrían llevar a aumentar las tasas más rápidamente.
De esta forma, el panorama nos presenta un cuadro inquietante. Sin embargo, recientemente se advirtieron indicios de cambio. Recordemos que Trump a mediados de diciembre reconoció que el dólar fuerte estaba «asfixiando» a la economía de su país.
Ahora, se nota que existe una suerte de aterrizaje en las proyecciones de crecimiento y de menor inflación. Resulta sintomático que las tasas de interés más largas ya hayan caído.
Vale la pena tomar en cuenta las estimaciones de la Reserva Federal de Atlanta. En febrero pasado, su pronóstico Nowcast, preveía que la economía de EEUU iba a crecer 3,5% anual, en el primer trimestre. Luego fue recortando tal ratio una y otra vez; mostrando una baja muy pronunciada. Y así, del 2,5% a fines de febrero, pasó a 1% a mediados de marzo.
La cuestión toma mayor color por la reciente estimación, del 18 de abril, donde el pronóstico habla de un crecimiento de tan sólo 0,45%. Atención: del 3,5% en febrero se ha pasado ahora al 0,45 por ciento.
Se abre ahora un escenario no contemplado hasta hace pocos días. El panorama podría cambiar. La incertidumbre es grande, pero la posibilidad es real. De verificarse éste, el cuadro para los precios mejorará. Y no sólo para la soja, también para los demás commodities. Una buena… ¿no?