El director del Centro de Estudios Económicos de OJ Ferreres y del Instituto de Economía de UADE explicó en una entrevista con Infobae por qué no sube el libre y el Gobierno mantiene controlado el oficial
Por Fausto Sportorno
Corren los meses de la presidencia de Alberto Fernández y aumentan la cantidad de tipos de cambios diferenciales para exportadores, importadores, el ahorro y el turismo, así como los mecanismos y fórmulas de control y regulación de precios de la economía, los cuales lejos de generar certezas y alargar el horizonte de los negocios y de las decisiones personales, elevan la incertidumbre, con sus efectos contractivos sobre la actividad productiva y comercial general, y aceleración de la inflación en particular.
Frente a ese cuadro, Infobae entrevistó al economista Fausto Spotorno, profesor universitario, Director del Centro de Estudios Económicos de OJ Ferreres, Instituto de Economía de la UADE, profesor de Ucema y miembro de la Fundación Norte y Sur, con amplia trayectoria en el análisis de la macro y microeconomía, para que de su visión sobre el presente y sus expectativas para el corto plazo.
— Usualmente, cuando una economía avanza por un sendero de creciente inflación, atraso cambiario, falta de reservas en divisas y aumento de los pasivos remunerados del BCRA, el consenso de los economistas dice: “esto explota” ¿Por qué no ocurre eso?
— En primer lugar, hay que definir “esto explota”. En general, cuando decimos esto nos referimos a una crisis financiera. Porque claramente, un país con inflación que tiende al 100%, con caída del PBI per cápita continua desde hace una década, el salario real prácticamente en el mismo nivel que hace 15 años y una pobreza en el rango del 40% de la población que es 15 puntos mayor a lo histórico, ya está bastante “explotado”.
Ahora bien, si hablamos de crisis financiera o cambiaria y por qué esto no sucede, se debe a que estamos funcionando bajo un régimen de represión financiera. Le decimos represión financiera al conjunto de medidas que establecen intervenciones distorsivas sobre las operaciones financieras, bancarias y cambiarias, como los regímenes de tasas máximas y mínimas, cepo cambiario, direccionamiento de crédito, etc.
Estos esquemas, obviamente distorsionan el mercado financiero, expulsan capital, porque la gente, los ahorristas e inversores, quieren salirse del sistema, pero esto también está restringido, regulado y controlado. Con lo cual, se va achicando el sistema financiero, pero de a poco, en cuentagotas, en lugar de una salida violenta y de un solo golpe.
— ¿Cree que se está próximo a un proceso disruptivo, como sería una devaluación importante en el verano, como es tradición en la Argentina?
— Bueno, si nos referimos al tipo de cambio libre, no podría descartar algún salto abrupto o cierta volatilidad. Lo que vimos en los últimos años, es que el tipo de cambio libre sea el dólar blue o el que sale de las operaciones en la Bolsa, se mueve de a saltos. O sea, no es que va subiendo, acompañando la nominalidad de la economía, sino que se desata todo junto durante algunas semanas y luego se tranquiliza. Probablemente, esto tenga que ver con el proceso de ingresos individuales. O sea, la gente recibe dinero por aumentos salariales, aguinaldos, entre otras cosas y si el dólar se percibe como barato, decide comprar divisas para ahorrar y ese proceso dispara el dólar. Luego, a medida que el dólar se hace más caro se frenan las compras. Luego a medida que los ingresos se van quedando atrasados con respecto a la inflación es posible que muchos tengan que vender dólares y ese proceso lo mantiene estable, hasta que se vuelven a acomodar los ingresos. A esto se le suman también algunos movimientos de fondos algo más grandes que pueden sumar algún efecto adicional. Un movimiento así no se puede descartar, porque el dólar tarde o temprano va a ir acomodándose y en la Argentina ese proceso se da de a saltos.
Pero si hablamos del tipo de cambio oficial. Eso lo veo más difícil. Porque la verdad es que, a corto plazo, una devaluación no solucionaría el faltante de dólares. Los exportadores agropecuarios ya vendieron y con la sequía no está claro que quede mucho por vender. El resto de las exportaciones están medio jugadas o llevaría mucho tiempo relanzarlas, porque, solo los commodities como la soja, el trigo, el maíz, petróleo o gas pueden exportarse rápidamente.
En el caso de los productos elaborados implica desarrollar una cadena de distribución internacional, que implica marcas, desarrollo de clientes, puntos de ventas, atención al cliente, etc. Eso requiere una estabilidad sostenida durante un período prolongado. Pero para eso hay que salir del cepo y establecer un programa económico más integral.
Por lo tanto, una devaluación a corto plazo lo que hace es conseguir dólares, vía baja de importaciones. Me parece que, en ese sentido, el Gobierno prefiere restringir las importaciones de forma discrecional y tratando de priorizarlas, en lugar de dejar que el mercado las priorice, devaluando el tipo de cambio oficial. Atrás de esto parece haber también una decisión política. Pero por otro lado tampoco se puede atrasar al tipo de cambio oficial, porque ello podría llevar a menos exportaciones.
Por ello es por lo que el Gobierno eligió esta solución sui generis, donde el oficial se va devaluando por dos vías: una gradual mensual y otra sectorial, por la línea de negocio o sector económico (turismo, dólar soja), que muchas veces no es una devaluación cambiaria, sino fiscal, esto es usando impuestos.
— ¿Aumentar el menú de tipos de cambios diferenciales para la economía real y también para el turismo, junto con la “administración de importaciones, son herramientas efectivas para proteger las reservas del BCRA?
— Solo a corto plazo, es un parche. A la larga destroza los incentivos de largo plazo para estimular las exportaciones de forma estructural. En este esquema, es muy difícil que alguien piense un negocio a 5 o 10 años con el objetivo de vender al exterior, aunque hay excepciones, por las características propias de algún sector. De hecho, si vemos el volumen de exportaciones de Argentina de bienes y servicios en 2022, estamos en la misma cantidad que en 2007 o 2010. Más de una década de estancamiento en un ambiente que fue mayormente de retenciones y controles de cambio.
Las retenciones a las exportaciones eran un impuesto de emergencia para financiar al Estado tras la crisis de 2001 y 2002. Pero todos sabemos que dañan estructuralmente las exportaciones. Este esquema no solo ya lleva 20 años de vida, sino que además se fue intensificando con los tipos de cambio diferenciales.
Del lado de las importaciones, es lo que le queda al Gobierno. Porque, no quiere devaluar el oficial, por cuestiones políticas y porque no necesariamente generaría suficientes reservas a corto plazo. Salir del cepo y dejar flotar el tipo de cambio que sería la versión más extrema de esto, sería mucho más difícil de manejar. El sector exportador por otra parte no tiene mucho más para vender a corto plazo, sea porque ya lo hizo en septiembre o por la sequía. Con estas restricciones, es que se toma la decisión de frenar las importaciones, para evitar un deterioro de las reservas.
— ¿Qué efectos está teniendo esa política sobre las expectativas, la inflación y la actividad económica?
— Naturalmente, frenar las importaciones tiene un impacto negativo sobre el nivel de actividad. No puede haber una mejora de la actividad si no hay un aumento de las importaciones. Es como un motor. Para que funcione tiene que tener nafta, cuanto más rápido funcione, más nafta necesita. Si restrinjo la nafta, el motor funcionará peor.
Por otra parte, la restricción de las importaciones es un shock de oferta, como lo llamamos los economistas, y eso lleva a un aumento de los precios. Porque, no hay que confundir, lo que tiende a bajar la inflación es el enfriamiento de la demanda. Pero, si enfrío la oferta, habrá menos bienes y cuando eso pasa, los precios tienden a subir. Así que, en términos generales, el impacto es menos actividad y más precios.
— ¿Cómo se explica que con ese escenario los tipos de cambio financieros, en particular el libre, baje nominalmente y se acorte la brecha cambiaria con el regulado tipo de cambio mayorista oficial?
— Eso es por cómo funciona el mercado cambiario libre. Depende del excedente de ingreso que la gente tenga en ese momento y de la percepción de qué tan barato está el dólar. Pero eso ya lo vimos en el pasado. El dólar libre se mueve de saltos.
— ¿En cuánto estima el nivel de reservas de divisas del BCRA, a cuánto meses de importaciones equivalen y qué implica?
— Las reservas netas, medidas con el criterio del FMI están en el orden de los USD 4.800 millones. Es poco, por eso es por lo que el Gobierno tiene urgencias en materia de dólares y está priorizando estas urgencias en lugar de una solución real al problema. Para ello debería establecer un proceso que eliminara el cepo cambiario, ordene las cuentas públicas más rápido de lo que se está haciendo y restructure el Banco Central, como mínimo. Pero el propio gobierno entiende que no tiene el tiempo o el consenso interno necesario para ir a un esquema de estabilización que incluya estas características.
— En el mundo desarrollado se advierte mayor celo de la política, pero también de los principales dirigentes, por bajar la inflación de 10% al año al sendero previo de 2% a 4%, que en la Argentina de 100% a 60%. Según su reciente viaje a Inglaterra donde se encontró con un escenario particular de crisis política y económica ¿Cómo se explica esa asimetría?
— Lo que vemos en el mundo desarrollado es que el tema de la inflación está generando grandes problemas. Incluso podría decirse que en algunos mayores problemas de lo que observamos aquí, porque son economías mucho más evolucionadas que no tienen como lidiar con la inflación. Aquí estamos más adaptados, pero a costa de no poder desarrollar negocios que en países sin inflación generan una gran riqueza y desarrollo.
Pero lo interesante es que, en este contexto, la discusión allí no es si hay que ajustar o no; o si la inflación es un complot de las empresas o una cuestión macroeconómica. Allí, queda claro que la inflación es un fenómeno macroeconómico y que se requerirá un ajuste de la política monetaria y fiscal para acompañar el proceso de desinflación. El debate pasa por cómo realizar ese ajuste, si con más impuestos o reduciendo gastos. Pero hay un fuerte consenso de que vendrá un período de austeridad. De hecho, es algo que en Francia el propio presidente Emmanuel Macron viene advirtiendo desde hace ya algunas semanas.
— ¿Qué cabe esperar en la macro y microeconomía argentina para lo que resta del año?
— El tema de los dólares es clave. El Gobierno no anda con exceso de reservas en el Banco Central y quedan pocos saldos exportables para liquidar. En trigo se perdió el 40% de la cosecha, pero eso significa que se perdieron el 65% de las exportaciones de este cereal. Es difícil conseguir dólares rápido y no habrá casi nada sino hasta marzo. Encima se viene la temporada turística y todavía hay viajes que quedaron pendientes de la pandemia. Con lo cual la administración de las divisas de importaciones será clave y causará malestar y problemas de producción. Pero para el gobierno esto es mejor que la alternativa de llegar a una crisis por falta de dólares o tener que abandonar el cepo apresuradamente.
— ¿Y para el próximo gobierno?
— De la misma manera, el año que viene dependerá de las divisas que se consigan de las exportaciones de la cosecha gruesa, de si está hecho o no el gasoducto que permitiría ahorrar un enorme gasto en divisas en el invierno y de qué tan dispuesto este el gobierno de ajustar fiscalmente la economía. Sobre todo, teniendo en cuenta que las metas con el FMI parecen medio a alejadas y los vencimientos de la deuda en pesos se están acumulando fuertemente en el periodo preelectoral. Tengamos en cuenta que la otra cara de la moneda de un faltante de dólares es el exceso de pesos. Si las cuentas no se ordenan ese exceso de pesos puede crecer y meterle más presión al dólar.
— ¿Una reflexión final?
— Argentina no puede volver a evitar un ordenamiento económico. El problema es que con esta inflación el esfuerzo va a tener que ser importante. Una inflación del 100% no es chiste. Pero tenemos que ir a las reglas de juego aceptadas en todo el mundo. Tenemos grandes condiciones a nivel microeconómico. Muchos sectores con potencial de desarrollo, pero necesitamos ordenar la macro. Ellos implican equilibrio o superávit primario en las cuentas públicas, un banco central que no esté esclavo de sus deudas o del fisco. Una estabilidad cambiaria e inflacionaria sostenida, regulaciones más claras, sencillas y baratas, apertura al comercio exterior y consensos básicos más amplios basados en la realidad económica y no en ideologías de estudiantinas de hace 60 años.
Hay que entender que el desarrollo no proviene del Estado sino de la sociedad. El Estado es quien establece los marcos para que la sociedad funcione de la mejor manera posible. Pero son los empresarios los que van a encontrar nuevos negocios y nuevas oportunidades para generar riquezas, a su propio riesgo organizando los factores de producción que se necesiten, son los trabajadores quienes deberán trabajar y hacer su trabajo lo mejor posible, los jóvenes serán quienes deban prepararse y estudiar para tomar la posta en el futuro. Se necesita de la sociedad para salir de esto y poner en marcha el país. No es imposible y se puede, Argentina lo hizo en el pasado, necesitamos consensos básicos y adecuados y trabajar con ellos.