El Gobierno parece negar que existen otras fuentes de expansión monetaria que se trasladan a precios
Por Roberto Cachanosky
La obsesión del presidente Javier Milei es llegar al déficit cero en un año. Es como si fuera la sólida piedra sobre la cual va a construir la economía argentina. Esta obsesión se fundamenta en que el desequilibrio de las finanzas públicas lleva a la emisión monetaria o al endeudamiento y, por lo tanto, a la inflación y problemas de default en el futuro.
Para el Presidente pareciera ser que la única fuente de expansión monetaria que genera inflación es el déficit fiscal, error desde el punto de vista conceptual de economía.
Al respecto vale la pena resaltar que luego de la gran licuadora que utilizó Eduardo Duhalde en 2002 y al dejar de pagar los intereses de la deuda pública, Néstor Kirchner recibió una economía con superávit fiscal, superávit que se fue deteriorando en los cuatro años de su mandato con su política populista.
Es cierto que fue un desastre monetario, institucional y fiscal el que hizo Duhalde, al punto tal que hoy sigue afectando la economía argentina porque el Estado fue el que violó la ley y rompió con los contratos, incluso entre privados.
No solo dejó un país con sueldos, jubilaciones licuadas y una pobreza en 50% de la población, sino que, encima, dejó un país sin credibilidad en el orden jurídico. Nadie cree que las leyes que aprueba el Legislativo y sanciona el Ejecutivo vayan a ser respetadas por quienes las aprobaron. Eso crea un marco de incertidumbre sobre las reglas de juego que impera en un país que dificulta su credibilidad para atraer inversiones competitivas, única forma de crecer y terminar con la pobreza.
Ahora bien, volviendo al nefasto período de Néstor Kirchner, ese superávit fiscal no se tradujo en una baja de la tasa de inflación.
Como puede verse en el gráfico más abajo, a pesar del superávit fiscal financiero que tuvo Kirchner, la inflación pasó del 3,55% en 2003 al 26% en 2007 cuando le entrega el gobierno a Cristina Fernández de Kirchner, previa intervención del Indec. El dato de inflación de 2007 es el de inflación Congreso porque el del Indec estuvo totalmente “dibujado”.
Con estos datos, queda en evidencia que, si estamos de acuerdo en que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario, algún error monetario cometió Néstor Kirchner, como fue el control de cambios por el cual obligaba a los exportadores a liquidar sus dólares en el BCRA.
¿Con qué compraba el BCRA los dólares que le obligaba a los exportadores a venderle? Con emisión monetaria. Si la demanda de moneda tiende a caer o es casi nula como en el caso argentino, esa emisión tiene tanto impacto inflacionario como la que puede hacer el BCRA para financiar el déficit del Tesoro o la que hace cuando le da redescuentos a los bancos ante una corrida financiera, como ocurrió en 2002.
De lo anterior se desprende que, si bien el equilibrio fiscal es deseable, el déficit no es la única fuente de expansión monetaria.
En alguna oportunidad un ex presidente del BCRA me decía que, si la entidad quería emitir para comprar dólares no había problema porque en caso de devaluación del peso el ente monetario salía ganando por las reservas que tenía en el activo. Es decir, al tener reservas, si el tipo de cambio subía, el BCRA podía rescatar pesos del mercado vendiendo menos dólares.
Mi respuesta fue que me sorprendía semejante razonamiento, porque según ese criterio cuánto peor es la calidad de la mercadería que vende el BCRA, que es el peso, y menos es la demandada, mejor le va a la entidad. Esto es como decir que, por ejempolo, a las cadenas de hamburguesas le va mejor cuánto peor es la calidad de su producto y menor es la cantidad de gente que quiere comprarlas.
Javier Milei ha dicho que el peso no vale ni para excremento y que no sirve ni para abono. Sin embargo, sigue obligando a los exportadores a venderle sus dólares al BCRA a cambio de moneda nacional de curso forzoso. Para alguien que se dice libertario, eso es muy contradictorio.
En la medida que siga con el control de cambios, podrá llegar al equilibrio fiscal -habrá que verlo-, pero seguirá emitiendo pesos para comprar dólares del superávit de la balanza comercial, pesos que generarán presión inflacionaria como ocurrió en la época de Néstor Kirchner.
Salvo que empiece a liberar el pago de importaciones (entrega dólares y absorbe pesos), además de pagar deuda pública nacional y provincial que va venciendo y dividendos que las empresas no han podido girar en los cuatro años de Alberto Fernández.
En este escenario no tendría impacto inflacionario, pero, difícilmente, podría acumular los USD 10.000 millones de reservas comprometidos con el FMI. Aunque tal vez no sea ese su principal problema.
Dolarización
El Presidente volvió a insistir que está cerca de poder dolarizar, basado en que desde el inicio de su gobierno el BCRA acumuló compras netas por USD 5.000 millones de reservas.
Los datos que muestra el informe monetario diario del BCRA dicen que entre el 7 de diciembre (último día de gobierno del kirchnerismo) y el 23 de enero, el BCRA aumentó sus reservas en USD 3.466 millones “pisando importaciones”.
Por otro lado, los pasivos remunerados, al tipo de cambio blue de $1.200 sumaban USD 23.227 millones. La base monetaria equivalía a USD 8.500 millones, siempre al tipo de cambio libre.
En síntesis, para poder dolarizar, sigue necesitando USD 31.727 millones. Un número que no queda claro de dónde va a salir.
Recorte del gasto
Curiosamente, la oposición no K le hizo un gran favor a la economía argentina al no aprobarle el paquete fiscal que incluía en el proyecto de Ley Ómnibus aumentos impositivos, que por más que digan que son transitorios, se sabe que en Argentina siempre se transforman en permanente.
Al no disponer de aumento de impuestos, contradiciendo su discurso de campaña electoral, no le quedará otra alternativa que bajar el gasto público, que Argentina necesita desesperadamente. Podrá llevar más tiempo llegar al equilibrio fiscal, pero es el camino adecuado.
Desregulación de la economía y baja del gasto es una combinación perfecta para atraer inversiones y entrar en una senda de crecimiento sostenida, si se complementan con la modernización laboral, una reforma monetaria, la incorporación de la economía argentina al mundo y terminar con los planes sociales que más que planes sociales son el negocio de la pobreza.