La historia económica del país está llena de ciclos que parecen repetirse. La Argentina de la década del 90, con Menem y De la Rúa, jugó el partido de la apertura económica y la liberalización de los mercados. Después del colapso del 2001, la etapa K expresó un fuerte giro hacia políticas proteccionistas y marcada intervención estatal. En realidad, desde la década del 30 del siglo XX, este péndulo se viene repitiendo con llamativa regularidad.
Está claro que la etapa que se inició en diciembre del 2015 lleva nuevamente la impronta de la apertura económica y la liberalización de los mercados. Estos principios forman parte del ADN de Mauricio Macri y de los militantes del PRO. De lo anterior se deduce que, más allá de las medidas para enfrentar en la actual coyuntural, el nuevo Gobierno pretende cambiar parte de la matriz productiva con vistas al mediano y largo plazo.
La fórmula que se adjunta expresa el método del cálculo del nivel de actividad económica de un país, a través del llamado PBI. Durante la etapa K, está claro que la prioridad estuvo puesta en el estímulo del consumo interno y el gasto público, lo cual jugó parcialmente en detrimento de las exportaciones y el proceso de inversión. El modelo al que apunta Macri ahora, presente cambiar este eje de prioridades, dando preminencia a las exportaciones y el proceso de inversión.
Es importante destacar al respecto que ambos modelos se expresan a través de engranajes distintos. Los modelos que priorizan el mercado interno suelen estar acompañados de políticas proteccionistas, que restringen importaciones, y tasas de interés negativas frente a la inflación, precisamente porque se pretende impulsar el consumo y no la tasa de ahorro. También articulan en este esquema los salarios altos, ya que ayudan a dinamizar el consumo interno.
En cambio los modelos de apertura económica, se expresan a través de tasas de interés positivas ya que la prioridad está puesta en el proceso de inversión, que requiere alentar la tasa de ahorro interna. Por otra parte, aquí el mejor salario pasa a ser el más bajo, ya que pierde importancia como componente del mercado interno, y adquiere relevancia como parte de costo de producción, en un escenario de mayor competencia externa. Es precisamente desde este lugar que hay que comprender el proyecto de flexibilización laboral que está preparando el Ministerio de Trabajo de la Nación para presentar próximamente en el Congreso.
En los modelos proteccionistas, ni la escala ni la tecnología juegan un rol relevante. En cambio, en los modelos de apertura económica el sol no sale para todos. Abrirse a la competencia externa implica un desafío que no todos los sectores productivos pueden transitar con éxito. La especialización resulta inevitable, lo cual plantea un complejo abanico de oportunidades y amenazas a nivel empresario. Un inevitable cambio de precios relativos, que genera ganadores y perdedores.
En este marco es donde hay que interpretar el llamado “Plan Productivo Nacional” que están elaborando los técnicos del Ministerio de la Producción, que dirige Francisco Cabrera. En el trazo grueso que ya se conoce, el trabajo clasifica a los sectores productivos del país en tres grupos. A saber:
1)- Sectores de Alta Competitividad. Donde se encuentran la cadena de agroalimentos y algunos otros sectores con perfil exportador, como minería y pesca. Se supone que estos segmentos cuentan con suficientes ventajas comparativas y competitivas para insertarse exitosamente en el Mundo.
2)- Sectores de “Media Competitividad”. Aquí se ubican segmentos como biotecnología, turismo, software y algunos servicios profesionales. Se supone que con algún esfuerzo y programas específicos, estos sectores pueden ser competitivos a escala global, en gran medida partiendo de contar con recursos humanos calificados, como fortaleza competitiva.
3)- Sectores de Baja Competitividad. Aquí se agrupan los segmentos productivos que han operado históricamente para el mercado interno, y que por diversos factores, a lo largo del tiempo, han demostrado que no pueden sobrevivir a la competencia externa si no cuentan con algún nivel elevado de protección.
En este último grupo, el propio documento del Gobierno diferencia dos subsectores. A saber:
3.1- Segmentos Empresarios definidos como “Latentes, con posibilidades mínimas de crecimiento” entre los cuales se menciona al sector automotriz, maquinaria agrícola, autopartes y medicamentos.
3.2- Segmentos Empresarios definidos como “Sensibles a Reconvertir”, entre los cuales se menciona a los textiles, calzado, muebles, etc. Entre líneas, y por el lugar que ocupan en la clasificación, la palabra “sensible” debería ser entendida como “inviables”, en un contexto de apertura económica.
Está claro que cualquier proceso de reconversión productiva implica esfuerzos e inevitablemente generar ganadores y perdedores. Hace algunos días el Ministro Cabrera se reunió con dirigentes de la Unión Industrial (UIA) para recibir diversos reclamos sobre el impacto que está generando en algunos segmentos empresarios la actual apertura de importaciones. En dicha reunión el Ministro expresó que “en lo inmediato no le vamos a soltar la mano a nadie, pero entiendan que para el 2019 queremos tener una economía abierta al Mundo”. ¡Quién quiera oír que oiga!
Visión – Cambio de Modelo
Referencias:
PBI: Producto Bruto Interno – C: Consumo – I: Inversión – G: Gasto Público – X: Exportaciones – M: Importaciones.