El tipo de cambio real es, en esencia, una medida de competitividad externa. Sin embargo, su eficacia para fomentar el crecimiento y el desarrollo económico depende en gran medida de la productividad de los sectores involucrados
Argentina vive en un permanente debate sobre el tipo de cambio, una variable clave que impacta de manera directa en la competitividad de los sectores productivos, la inflación, el comercio exterior y, en última instancia, el crecimiento económico. Sin embargo, pocas veces se reconoce que la heterogeneidad en los niveles de productividad de la economía complica la tarea de definir un tipo de cambio adecuado para todos los sectores.
Esta problemática es particularmente relevante en un contexto de atraso cambiario sostenido por un «crawling peg» del 2% mensual, mientras la inflación en 2024 superó holgadamente ese ritmo, exacerbando las distorsiones existentes.
Productividad y tipo de cambio: una relación ineludible
El tipo de cambio real es, en esencia, una medida de competitividad externa. Sin embargo, su eficacia para fomentar el crecimiento y el desarrollo económico depende en gran medida de la productividad de los sectores involucrados. Argentina, con su economía caracterizada por una marcada heterogeneidad, enfrenta un gran desafío: sectores con niveles de productividad drásticamente distintos conviven bajo el mismo tipo de cambio nominal.
El campo, tradicionalmente considerado el sector más competitivo y productivo de la economía argentina, es un ejemplo claro. Pero incluso dentro del agro, la productividad varía significativamente. No es lo mismo producir soja en Pergamino, en el corazón de la Pampa Húmeda, que hacerlo en Formosa, donde las condiciones climáticas y de suelo son mucho más adversas. Estas diferencias intrasectoriales subrayan la dificultad de utilizar el tipo de cambio como herramienta uniforme para incentivar la competitividad en una economía tan diversa.
Por otro lado, la industria manufacturera argentina enfrenta serias limitaciones estructurales, como altos costos laborales, deficiencias en infraestructura y una baja escala de producción. Estas características hacen que, en promedio, necesite un tipo de cambio real más alto para ser competitiva a nivel internacional. Si el sector agroexportador, que opera con un tipo de cambio real relativamente bajo, ya enfrenta serios problemas, evidenciados en los reclamos cada vez más fuertes que realizan, las perspectivas para la industria son aún más preocupantes.
El impacto de los impuestos y las retenciones
La política fiscal también juega un rol crucial en esta ecuación. En Argentina, las retenciones a las exportaciones actúan como un impuesto directo al sector agropecuario, reduciendo su rentabilidad y, por ende, su competitividad.
En el caso de la industria, los impuestos también generan una carga significativa. Altas tasas de impuestos al trabajo, costos asociados a la burocracia y una presión fiscal generalizada erosionan la competitividad del sector. Este contexto, combinado con un tipo de cambio real que no refleja sus necesidades específicas, profundiza las desigualdades estructurales dentro de la economía.
El crawling peg y el atraso cambiario
A lo largo de 2024, la política cambiaria del gobierno argentino ha estado marcada por un «crawling peg» del 2% mensual, un ritmo claramente insuficiente para acompañar una inflación que se ha mantenido consistentemente por encima del 100% anual. Esta estrategia hizo desaparecer el colchón generado con la devaluación de diciembre 2023 y ha resultado en un evidente atraso cambiario al volver al mismo tipo de cambio real que dejara la administración anterior, lo que significa que el tipo de cambio nominal se encuentra rezagado en relación a los precios internos.
El atraso cambiario tiene consecuencias graves para la economía. En primer lugar, afecta negativamente a los exportadores, que reciben menos pesos por cada dólar de exportación. Esto es particularmente perjudicial para el sector agropecuario, que no solo enfrenta este desincentivo, sino también las retenciones mencionadas previamente. En segundo lugar, el atraso cambiario fomenta la sobreimportación, ya que los bienes extranjeros se vuelven artificialmente baratos en términos relativos. Esto genera una presión adicional sobre las reservas del Banco Central, exacerbando la vulnerabilidad macroeconómica del país.
La trampa de la dualidad productiva
La heterogeneidad productiva no es un problema exclusivo de Argentina, pero en pocos países esta dualidad es tan evidente y tan impactante para la política económica. Mientras que sectores como el campo operan cerca de los estándares de productividad global, otros, como la industria y los servicios, están rezagados tanto en tecnología como en eficiencia operativa.
Esta dualidad plantea un dilema para los responsables de la política cambiaria. Un tipo de cambio real bajo puede sostener la estabilidad macroeconómica a corto plazo, pero desincentiva las exportaciones y limita el ingreso de divisas. Por otro lado, un tipo de cambio real alto podría beneficiar a sectores menos competitivos, pero a costa de generar tensiones inflacionarias.
La necesidad de reformas estructurales
Resolver el problema del tipo de cambio en Argentina requiere más que ajustes nominales o una devaluación puntual. Se necesitan reformas estructurales que aborden las causas profundas de la heterogeneidad productiva. Esto incluye:
- Inversiones en infraestructura: Mejorar la conectividad y las condiciones logísticas para reducir las brechas de productividad entre regiones.
- Reforma fiscal: Rediseñar el sistema tributario para que sea más equitativo y menos distorsivo, eliminando incentivos perversos que penalizan la producción y la exportación.
- Políticas de desarrollo sectorial: Implementar estrategias diferenciadas que reconozcan las particularidades de cada sector y promuevan su competitividad.
- Estabilidad macroeconómica: Controlar la inflación y sostener el equilibrio fiscal para evitar el uso excesivo del tipo de cambio como ancla nominal.
Conclusión
El tipo de cambio en Argentina es mucho más que una variable económica: es un reflejo de las tensiones estructurales y las inequidades de una economía profundamente heterogénea. La política cambiaria actual, marcada por las restricciones y un «crawling peg» que no sigue el ritmo de la inflación, está generando un atraso cambiario que perjudica a los exportadores y agudiza los problemas macroeconómicos.
Mientras el sector más productivo de la economía, el agro, lucha por mantenerse competitivo, las perspectivas para la industria y otros sectores menos eficientes son desalentadoras. Resolver esta situación exige un enfoque integral que combine reformas estructurales, estabilidad macroeconómica y una comprensión profunda de las diferencias productivas que caracterizan a la economía argentina. Sin estas medidas, el país seguirá atrapado en un círculo vicioso de atraso cambiario, baja competitividad y estancamiento económico.
Fuente: https://www.ambito.com/opiniones/el-tipo-cambio-argentina-un-rompecabezas-economico-n6099864