Desde el Central aseguran que haber puesto una meta inflacionaria tan baja no fue un error, porque la premisa fue anclar expectativas, pero ahora cambiará de estrategia.
Si bien todos toman el 17% como la inflación prevista del Banco Central para este año, lo que impuso el BCRA fue un rango, de entre 12 y 17%, por lo que debería haberse tomado el punto medio, o sea 14,5%. El relevamiento de expectativas de mercado que realiza el propio regulador indica que el año terminará con una suba de precios del 23%, lo que representa un 59% más que las metas.
«Si todos hubieran tomado el 14,5% en lugar del 17%, la inflación hubiera sido 2,5 puntos menos», asegura Federico «El Capitán Frío» Sturzenegger, ya que a su juicio las negociaciones salariales actúan como una de las principales herramientas en la lucha contra la inflación.
Por eso, para el año que viene no hablará sobre el rango de entre 8 y 12%, para evitar que otra vez todos se refieran al 12% y se anticipará: señalará desde ahora una meta del 10%, de modo de tentar a los gremios con esta cifra a la hora de las negociaciones salariales de cara al 2018.
¿No fue un error haber puesto una meta inflacionaria tan baja? Aseguran que no, porque la premisa fue anclar expectativas. Si hubiesen puesto la meta más alta, ¿de cuánto hubieran sido los aumentos salariales y cuál hubiera sido la suba de precios? Lógicamente, muchos mayores. Por otra parte, si hoy cambiaran las metas por un número mayor, la autoridad monetaria perdería credibilidad y se generaría una mayor expectativa de inflación. De hecho, cuando el Banco Central de Brasil cambió su meta de inflación por una más alta no le fue del todo bien.
«Este año no vamos a cumplir nuestra meta y una de las explicaciones es un relajamiento monetario que impulsamos en los primeros dos meses del año, impulsados por un excesivo optimismo sobre la situación. En retrospectiva, esto fue un error», confesó en la reunión anual de la Asociación de Economía de América Latina y el Caribe (LACEA, por su sigla en inglés) y de la Conferencia del capítulo latinoamericano de la Sociedad Econométrica (LAMES). Pese a ser en Buenos Aires, tuvo que disertar en inglés, por reglas de la organización. Se notó que su doctorado en Economía lo hizo en los Estados Unidos (en el MIT, además de haber sido profesor asistente de Economía en la Universidad de California) porque se manejó a la perfección con el idioma, en una pequeña sala que al principio estuvo vacía y luego se llenó.
«Si bien es cierto que las expectativas no están alineadas con nuestras metas, es indudable que los agentes económicos ven desinflación a futuro. La credibilidad emana de las acciones que uno toma en bajar la inflación. El proceso de negociación está bien anclado en las expectativas. Las metas de inflación que hemos adoptado no son nada ambiciosas porque tienen que ser consistentes con el proceso de ajuste fiscal».
Aprovechó para ratificar las metas y decir que no las cambiará, para mantener la credibilidad: «Más que las tasas de inflación, me preocupan algunas de sus consecuencias sobre el contexto global. En particular, la baja tasa de interés», respondió Sturzenegger.
A su entender, el problema con la política monetaria es que es como un auto que dobla siete cuadras después de girar el volante: «Si manejás en una autopista, es decir, en un país como Estados Unidos, esto es sencillo. Pero en la Argentina, que es como un camino con curvas y subidas y bajadas, es una dificultad».
El titular del Central ve con optimismo a la inflación núcleo, y hace hincapié en los alquileres, que venían subiendo 2,5% mensual y ahora lo hacen al 1,5% mensual, porcentaje que a su entender se mantendrá o bajará, por la competencia que tendrán ante el boom de créditos hipotecarios.