Por Emiliano Martin. (Socio de KPMG Rosario)
La clave es saber prepararse ahora para cuando venga el esperado rebote de la economía del país.
La Argentina está atravesando un período complejo enmarcado tanto por la actual crisis económica como por las elecciones presidenciales que se llevarán adelante y que necesariamente darán lugar a una nueva etapa. Durante este último año, los movimientos cambiarios y los fuertes incrementos de las tasas de interés provocaron cambios en los modelos financieros de las empresas. El endeudamiento con los proveedores, la adquisición de créditos, el ofrecimiento de financiamiento a largo plazo, y las promociones y/o descuentos a los clientes, entre otros, han quedado postergados ante una emergencia coyuntural que logró imponerse.
La crisis cambiaria del año pasado que, como consecuencia, arrojó un dólar más competitivo, abrió la puerta a una nueva oportunidad para que el flujo de exportaciones se incremente y poder así traccionar la economía hacia una primera etapa de recuperación. El ingreso de dólares vía exportaciones, básicamente del sector agroindustrial, es de gran importancia para una política cambiaria apoyada en un dólar fuerte y cuyos resultados se reflejan hoy en el superávit mensual que registran las cuentas comerciales del país, situación que no tenía lugar desde fines de 2016.
Sin embargo, la aparición de políticas proteccionistas en naciones del primer mundo en conjunto a la disputa comercial que plantean los Estados Unidos y China, proponen un escenario internacional que amerita cierta cautela en relación a la tendencia y evolución de corto y mediano plazo del sector transable nacional. De todas maneras, el hecho de que el principal socio comercial de la Argentina, Brasil, empiece a recuperarse; que la demanda asiática continúe en aumento, y un dólar alto, son realidades alentadoras para que el empresariado local no pierda el objetivo de seguir aumentando su presencia en los mercados mundiales.
Ante este marco de inestabilidad económica y creciente incertidumbre internacional y local, se plantea en las organizaciones la necesidad de poner énfasis en el cuidado de las finanzas internas, la detección y eliminación de gastos innecesarios, y el control de las ineficiencias administrativas, con el fin de focalizar los esfuerzos en resolver los desafíos de la coyuntura, esencialmente en cuestiones comerciales e impositivas, pero sin perder la visión de futuro.
Está demostrado que en los momentos más complejos de la económica argentina el sector agroindustrial ha sido siempre el de más espalda para soportar las crisis y contribuir a superarlas. Por eso, tanto el Gobierno como los analistas y empresarios hoy se encuentran expectantes por los beneficios esperados que traerá la cosecha en curso, acompañada por los muy buenos rindes que ya se están observando. Asimismo, debe tenerse presente que la irrupción del silo-bolsa, el uso de la tecnología y la multiplicación de los medios especializados aportaron al productor una mayor capacidad de comprensión de las tendencias del mercado, permitiéndole sobrevivir a las reglas cambiantes que proponen las políticas económicas. Por otra parte, China está repercutiendo significativamente en el cuadro de oferta y demanda de granos, no solo porque está imponiendo aranceles del 25% a la soja estadounidense, dejando de abastecerse en menor medida de ese país; sino también por la incertidumbre que está generando la mortandad de cerdos por peste porcina, hecho que impacta en los precios de la soja disponible. Ante este escenario, los valores no son tan atractivos y, por esa razón, el desafío de realizar una planificación financiera acertada es la clave para mitigar o anular los riesgos a asumir.
Una mirada de largo plazo sigue confirmando que el mundo demandará cada vez más alimentos. A pesar de las limitaciones de estos tiempos, el productor agropecuario argentino no ha perdido esa visión, lo que le ha permitido incorporar alta tecnología a sus procesos y alcanzar la vanguardia a nivel global. Su potencial se presenta como una de las palancas indispensables para que la Argentina pueda, finalmente, tener un crecimiento sostenible en el tiempo.
Fuente: http://lacapital.com.ar