Una firma local cuesta la mitad que otra similar en una nación limítrofe. Economistas de visiones diferentes coinciden en que el país se percibe como más riesgoso, más allá de la buena performance de algunos sectores. IMPSA, un poco más cara
El Tribunal de Tasaciones de la Nación acaba de valuar en unos 2.800 millones de pesos los activos que Industrias Metalúrgicas Pescarmona (Impsa) tiene en Mendoza, una porción de su amplio stock de activos diseminados en varios países. Lo singular es que el número es superior al que surge de los balances de la compañía que, presumiblemente, habría apelado al habitual recurso de acelerar las amortizaciones para tributar menos.
Se trata de un remanido ardid contable y, de algún modo, consentido de facto. También es común y poco conocido que empresas privadas utilicen los servicios de los tasadores públicos para justipreciar algún activo.
Las compañías de seguro están entre las que lo hacen con más frecuencia. Y los Whertein, por citar algún ejemplo con nombre y apellido, también acudieron al organismo comandado por Daniel Martin para ponerle valor a un helicóptero y un avión estacionados en San Fernando.
Pero los técnicos oficiales no comparten la habitual práctica de quitar rápidamente valor a los activos, maniobra contable que tiene implicancias fiscales: cuanto más rápido se amortiza un bien, más disminuye la utilidad neta y, por consiguiente, los gravámenes sobre ella.
En cualquier caso, el pedido al tribunal oficial que hizo Pescarmona -con graves dificultades financieras y en negociación con sus acreedores-, tiene presumiblemente en afán inverso: engrosar su patrimonio a fin de que su propuesta de pago sea más sustentable.
Obvio que las aludidas prácticas de los balances privados no son una explicación suficiente para lo que hoy parece una verdad incuestionable entre los entendidos en el mercado: Argentina está barata, casi de remate.
Sus compañías, medidas en dólares, resultan mucho más económicas que otras de las mismas características localizadas en países limítrofes. Algo que con distintos recursos metodológicos muestran varios trabajos.
Uno es el que realizó la consultora de Orlando Ferreres comparando distintos valores de transacción de empresas que tienen la misma Ebidta (utilidad bruta, previa a intereses y amortizaciones). De ahí surge que una compañía argentina vale 5 veces su Ebidta mientras que otra idéntica cuesta 11 veces en Brasil o México y 10 en Colombia o Chile.
La pregunta del millón es porqué ocurre esto.
La extrañeza es mayor si se miran los pródigos balances de compañías de distintos rubros que operan en el mercado local o alguno de los indicadores macro que emparentan a la Argentina con sus pares de Latinoamérica, donde los activos resultan bastante más caros: los 11 mil dólares de PBI per cápita argentinos están incluso por encima de los de Brasil y México.
La respuesta en la que coinciden observadores de distinto perfil y sesgo ideológico es el riesgo. Argentina se ve cómo un país más peligroso para los negocios y los inversores quieren recuperar rápido el dinero de cualquier apuesta.
El castigo del mercado
Desde una perspectiva conservadora y crítica de la gestión oficial, Ferreres considera que ese temor se debe a la “falta de institucionalidad”, expresada con medidas arbitrarias del Gobierno que irían desde el cepo cambiario a una eventual expropiación.
Esto haría que el riesgo país –medido como una sobretasa respecto al interés que devengan los bonos estadounidenses—sea más alto que el de cualquier otro país del continente. En el curso del año pasado esa brecha se achicó, pero hoy está todavía más de 300 puntos por encima del promedio de otras naciones de Latinoamérica.
El análisis del ex ministro de Economía en los albores del menemismo no toma en cuenta la perspectiva bursátil, a la que sí se refiere Diego Coatz, economista del centro de estudios de la Unión Industrial Argentina.
El técnico de UIA y docente de la Universidad de Buenos Aires apunta a que en el último lustro el Merval, índice que mide la actividad de la bolsa local, subió menos que el dólar paralelo, mientras que en otros países de la región ocurrió exactamente lo contrario.
Si bien el valor de venta de una compañía es superior al que surge de su valoración bursátil, el resultado de aquella carrera “refleja los problemas macro de la economía”. El que invierte en Argentina quiere recuperar en un promedio de 6 años su dinero, mientras que en otros países ese recupero se proyecta con el doble de tiempo.
Este análisis no considera una visión de corto plazo que muestran a las acciones como una joya para el inversor especulativo. Los títulos de energéticas como Edenor y Pampa duplicaron su valor en el primer trimestre del año.
Agustín D´Attellis, presidente de Calificar UNM y joven economista de la Gran Makro –núcleo afín a las políticas oficiales—desemboca en un lugar parecido. “Según la percepción de los mercados internacionales, los activos argentinos son riesgosos a partir del conflicto con los fondos buitres y las restricciones sobre el mercado cambiario”.
Lo que espanta a los inversores es la incertidumbre. La que provoca un poder político sin remilgos a la hora de enfrentar al poder económico y que ahora está exacerbada por el recambio electoral. Ningún balance con millonarias utilidades parece prueba suficiente para atenuar la cobardía del capital.
Finalmente, hay otro pronóstico en el que coinciden analistas de distintas tribunas, fundado en las supuestas certezas que daría la llegada de un nuevo Gobierno, sea el que fuere: a partir del 2016 todos los activos en la Argentina serán más caros, empezando por los inmuebles.
Fuente: http://www.diariobae.com/notas/65958-empresas-argentinas-precio-de-ganga.html