La receta del Gobierno busca que el dólar actúe como una suerte de ancla contra la inflación, pero en la práctica sucedió exactamente lo contrario
El dólar oficial ya perdió un 27% de su valor desde que gobierna Alberto Fernández. Pero el atraso cambiario, que es cada vez más notorio, ni siquiera ayudó esta vez para dominar la inflación. En esta ocasión parece haber sucedido exactamente lo contrario, porque la inflación trepó al 51% el año pasado y en 2022 llegaría al 100%, el nivel más alto en más de 30 años.
El atraso cambiario no surge de una estimación antojadiza, sino del propio Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) que publica a diario el Banco Central. Cuando Mauricio Macri entregó el poder el 10 de diciembre de 2019 este índice se ubicaba en 124 puntos, pero ahora apenas está por encima de los 90, una disminución de nada menos que el 27%.
El tipo de cambio mayorista, que se ubica ahora en $160, debería pasar a $ 220 para igualar los niveles que recibió Alberto Fernández al iniciar su presidencia. Aunque en los últimos meses el Banco Central eleva a un ritmo apenas superior al 6% la cotización del dólar oficial resulta insuficiente para mejorar el tipo de cambio real. Ello se debe a que la inflación viene subiendo incluso más rápido, lo que implica que en términos reales el tipo de cambio se mantiene básicamente planchado.
El Gobierno, sin embargo, no tiene pensado sincerar ni actualizar de manera mucho más contundente el tipo de cambio. La única señal en esa dirección fue el dólar soja, por el cual Sergio Massa le reconoció al campo una cotización diferencial de $ 200 para acelerar la liquidación. Se implementó en septiembre y hubo un ingreso excepcional superior a los USD 8.000 millones. Sin embargo, son divisas que no ingresan en el último trimestre del año.
A lo largo de 2021 fue el entonces ministro de Economía, Martín Guzmán, fue quien explícitamente atrasó el dólar oficial, que subió a un ritmo de 1% mensual desde febrero hasta fin de año. El objetivo declarado fue el de ayudar a contener la inflación a través de la política cambiaria. El resultado fue un fiasco, ya que los precios más que duplicaron la evolución del dólar oficial.
En 2022 no cambió mucho el panorama, porque el dólar oficial se siguió atrasando pero de manera más lenta. Un tipo de cambio bajo le quita competitividad a las exportaciones y genera fuertes incentivos a los importadores para ingresar todo lo posible, aprovechando los beneficios de la elevada brecha cambiaria.
La evidencia refleja que será difícil reducir esa brecha subiendo el tipo de cambio oficial a un ritmo parecido al de la inflación y apostando a que los dólares financieros permanezcan quietos. Sin embargo, la posibilidad de un salto cambiario que permita recuperar cierta productividad perdida fue descartada por el Gobierno. Cristina Kirchner sería la que no ve con buenos ojos esta posibilidad, ante el temor de que se produzca un pico inflacionario incluso peor al actual.
Cuando asumió Sergio Massa en el ministerio de Economía se especuló de manera insistente con la posibilidad de un salto cambiario de una vez, parecido al que llevó adelante el entonces titular del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, en enero de 2014, durante el segundo mandato de Cristina. En aquella oportunidad, el tipo de cambio pasó de $ 6,40 a $ 8, o sea un 23%. Prácticamente lo mismo que debería subir ahora.
Lo sucedido en los últimos dos años refleja lo contrario a lo que plantean desde el Gobierno: a mayor atraso cambiario, más alta la inflación. Esto se debe a que el tipo de cambio actual implica una pérdida constante de reservas para el Banco Central. Y la escasez de dólares complica las importaciones, produciendo fuertes aumentos preventivos por parte de las empresas. La incertidumbre sobre la posibilidad de acceder al mercado cambiario y las dificultades para contar con insumos para la producción aumentó los costos de manera significativa en los últimos meses, generando fuertes remarcaciones.
Sin embargo, ante la cercanía del proceso electoral todo hace pensar que incluso se profundizará equivocadamente la vieja receta: más atraso cambiario para -supuestamente- ponerle un freno a la inflación antes de ir a las urnas.