Las medidas restrictivas que aplica el Gobierno desde 2011 y la elevada inflación obligaron a varios grupos del exterior a ‘hacer las valijas’ tras perder competitividad
Mientras la presidenta Cristina Fernández utiliza la cadena nacional para transformar proyectos empresarios en mitines electorales en los cuales se anuncian nuevas inversiones y radicación de compañías extranjeras en el país, entre 2011 y lo que va de este año más de 20 grupos multinacionales optaron por el camino inverso cerrando sus operaciones locales. La decisión, conocida ayer, del grupo mexicano Elektra de abandonar el país forma parte de ese éxodo. Y en todos los casos los motivos están vinculados al cambiante escenario económico y a medidas del Gobierno que pusieron en riesgo las actividades de estos grupos o directamente las convirtieron en inviables.
Cepo cambiario, restricciones para importar, prohibición para girar divisas al exterior, inflación cada vez más alta, desdoblamiento cambiario y otras políticas oficiales ayudaron a que estas compañías fueran perdiendo competitividad en los últimos dos años. También juegan aspectos más institucionales pero absolutamente relevantes para garantizar la seguridad jurídica y un marco apropiado para el largo plazo.
El último caso es el de Elektra, empresa mexicana que desembarcó en el país en 2007 prometiendo una inversión de u$s 60 millones y la apertura de 35 locales de venta de electrodomésticos y artículos para el hogar. Propiedad del grupo Salinas, dueño de TV Azteca y el Banco Azteca, su negocio apuntaba a sectores de medios y bajos ingresos, a través del otorgamiento de créditos con cuotas de bajos importes y plazos más extendidos.
Sin embargo, la compañía emitió ayer un comunicado desde su casa matriz en el cual argumenta que su decisión “resulta de un difícil entorno macroeconómico y de negocios, que resta viabilidad a la operación”. También identifica al cepo cambiario y la pérdida de competitividad por la suba de costos a un ritmo más acelerado que el incremento del tipo de cambio como los factores que la fueron dejando sin mercados.
Y agrega que “el control cambiario y las restricciones para importar y exportar limitan el acceso a mercancías para el comercio, mientras que los controles al flujo de capitales restringen la inversión”. Además, señala que la inflación “dificulta la planificación de los negocios, mientras que la regulación laboral permite prácticas sindicales que afectan el ambiente de inversión”.
Ante dicho escenario, los accionistas de la empresa optaron por “concentrarse en países donde se advierte mejor clima para los negocios y finanzas”.
El comunicado asegura que las operaciones locales de Elektra son “poco significativas” respecto al tamaño de la operación en Argentina. Agrega que no mantiene actividades bancarias como las que le permitieron “desarrollar operaciones exitosas en otras regiones, como en los Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Perú, Panamá, El Salvador y Brasil”, donde buscará derivar las inversiones que planificaba para su filial local.
Las razones que argumenta Elektra son similares a las que afectaron a otros grupos extranjeros que también armaron las valijas o redujeron sus actividades a la mínima expresión. Ejemplos sobran. Como el de la minera brasileña Vale, que por razones de costos y de vaivenes cambiarios, frenó un proyecto por u$s 4.000 millones en Mendoza. También los brasileños de América Latina Logística (ALL), cuyos negocios fueron expropiados por el Gobierno por considerar que no realizó las inversiones necesarias en sus ramales ferroviarios de carga. Otro caso brasileño es el de Petrobras, que ya vendió el 50% de sus activos al empresario Cristóbal López y no renunció a desprenderse de lo que aún le queda.
Del mismo modo lo hizo el gigante petrolero Exxon, cediendo la empresa Esso a la familia Bulgheroni. En el área energética, British Gas se fue de Metrogas, como lo hicieron otros grupos extranjeros con participación en empresas privatizadas de generación, transmisión y distribución de energía.
La lista sigue con la también brasileña Deca Piazza, fabricante de sanitarios y griferías; el grupo español Jazztel, dueño de un importante call center en Córdoba. Lo mismo hizo la norteamericana Sykes Enterprises, que mudó a otro país su call center Apex América que operaba en la misma provincia.
En el sector alimenticio también son varios los ejemplos. Se fueron la canadiense Agropur, que controlaba el 50% de La Lácteo; el gigante norteamericano Tyson Foods, que se desprendió del frigorífico Carnes Pampeanas a fines de 2011;la pesquera asiática Sealord, que operaba en Tierra del Fuego; el grupo brasileño JBS, que desembarcó con la compra de Swift, está en retirada y hoy sólo opera un frigorífico.
También se fueron una más de una decena de marcas de indumentaria y accesorios premium (ver recuadro), por las dificultades para importar y la imposibilidad de fabricar sus productos en el país.
El listado se puede engrosar aún más de la mano de la larga lista de empresas que el estudio Orlando Ferreres y Asociados detectó que “mueren en la Argentina”, en una proporción mayor a las que nacen como ocurrió el año pasado por primera vez desde la crisis de 2002.