Para obtener ganancias el empresario debe procurar que los consumidores ofrezcan sus pesos en forma voluntaria. Eso es mercado. Por tanto, no tiene otra alternativa que satisfacer una necesidad ofreciendo un producto o servicio cuya utilidad sea mayor a la de los pesos que tiene en su bolsillo. Si el consumidor valora más el producto o servicio que sus pesos entonces realizará la compra.
Es decir, la única forma que tiene el empresario de obtener el voto silencioso y diario de los consumidores es satisfaciendo sus necesidades. Es lo atractivo de hacer negocios. En el escritorio de una pyme o una gran empresa debería haber papeles o elementos que ayuden al empresario a tomar la decisión más sabia a fin de acertar los gustos, preferencias y presupuestos de los consumidores.
Los consumidores cambian, la tecnología vuela, los competidores juegan. ¿Qué produzco?, ¿cómo produzco? ¿con qué precio salgo?, ¿a qué calidad?, ¿cómo debe ser el pack?, ¿cuál mercado priorizo? ¿cómo lo transporto? Son miles las preguntas que hay que resolver. De esas respuestas depende el éxito de un negocio, la inversión, el empleo y el crecimiento.
En las pymes, y en particular las familiares, se agregan otros términos a la ecuación. No son pocas las veces que una empresa sigue viva sólo porque los hijos «vinieron a jugar de pequeños». Un político nunca comprenderá que un torno, una embutidora, un horno, un compresor o cualquier máquina puedan ser parte de la familia.
Sin embargo, en los últimos años, los escritorios de las pymes han cambiado. Los temas importantes del día ya no son las decisiones de mercado sino la relación con el Estado nacional.
Podemos dividir el escritorio de una pyme en tres partes. Un tercio dedicado a la mochila fiscal, otro a la laboral no salarial y otro a la regulatoria. Un empresario debe estar atento a los 106 impuestos que los 2200 municipios, las 24 provincias y el estado nacional han legislado a lo largo de la historia. La única política de Estado en la Argentina es el impuesto.
Los impuestos no sólo son muchos sino que son complejos. La complejidad tiene solamente un motivo. Generar más multas.
Ingresos brutos es el ejemplo perfecto de una complejidad especialmente diseñada por políticos para aprisionar al sector privado. Demás está decir que IIBB representa el 9% del precio de un alimento, lo cual ya sería motivo suficiente para al menos estudiar su reforma. IIBB es complejo, hostil y sin dudas uno de los sepultureros de empresas. Resulta muy difícil de liquidar.
La mochila laboral ocupa otro tercio del escritorio. En el intento de proteger al trabajador se diseñó una hipertutela que ha impedido el normal desarrollo del mercado de trabajo. Incorporar y despedir a un trabajador se ha tornado burocrático y riesgoso. Si el costo de salida es elevado, el incentivo al ingreso es nulo. Eso explica buena parte del desempleo.
Por último, las regulaciones nacionales, provinciales y municipales han terminado por tapar el escritorio de una pyme. En el rubro cárnico antes que un camión inicie el reparto necesitará 22 documentos al día, además de los 4 permisos electrónicos previos al despacho.
Hasta el 2015 para que una familia pueda acceder a una pechuga de pollo la industria debió cumplimentar 164 trámites en dependencias de todos los niveles de gobierno. Luego de quejas empresarias actualmente ese número se redujo a poco más de 120.
A este delirio se le suma las encuestas compulsivas de los organismos de estadística (so pena de multas por incumplimiento), los registros impositivos, las inscripciones y reinscripciones varias, pues muchos organismos cambian sus sistemas o terminan «perdiendo los papeles».
Para peor, muchos servicios por los cuales el Estado cobra impuestos, establece registros y regulaciones, son ofrecidos en calidad deficiente. Por tal motivo las empresas deben pagar nuevamente «el gasto público» contratando custodias privadas, servicios de recolección privados, seguridad e higiene privada, etc. Multiplicando costos e ineficiencias.
Cada una de estas regulaciones tiene motivos y justificaciones. Cada una de ellas es impecable. Todas juntas es una mochila insalvable. Una verdadera religión estatal.
La sumatoria del peso de las tres mochilas que ocupan el 100% del escritorio de una pyme son más pesadas que la espalda. Por lo tanto asfixia a las empresas, desenfoca la atención y anula sueños y creatividad. La mochila estatal destruye empresas. No hay país posible si los empresarios en lugar de recorrer mercados, recorren ministerios, si en lugar de analizar qué producir solo atinan a preguntar «qué impuesto vence hoy».