No obstante, la ayuda en 2019 implicaría una carga mayor en 2020. Es por un efecto mayor en la recaudación de impuestos. Con rezago, el impacto en el 70% del gasto, que está indexado, terminará implicando una carga mayor
Empezaba el año y en Hacienda sabían que los números de la recaudación de derecho de exportaciones podían estar por debajo de lo que habían proyectado. Pero también que, si no ayudaban los ingresos fiscales, la inflación haría su tarea.
De hecho, el propio Nicolás Dujovne reconoció el lunes, en la conferencia de prensa en la que presentó el resultado fiscal del primer trimestre (con un sobrecumplimiento de la meta prometida al Fondo Monetario Internacional), que el efecto neto de la inflación en ingresos y gastos genera «una pequeña ganancia».
Desde Hacienda habían hecho un ejercicio en el que evaluaban el impacto del comportamiento de distintas variables. Y, sobre la inflación, concluyeron que cada 1% de IPC por arriba de la proyectada de manera original, que en el Presupuesto era de 23% para 2019, representaba una mejora fiscal de 0,05% del PBI.
En ese sentido, Gabriel Zelpo, de Elypsis, calculó que si la inflación termina en 38%, que es lo que desde esa consultora tiene proyectado para este año, el resultado fiscal mejoraría en 0,75% del PBI, un impulso significativo en el medio de las dudas que distintos economistas tienen sobre lograr la meta fiscal de equilibrio primario este año.
Sin embargo, tanto Guido Lorenzo, de LCG, como Eric Ritondale, de Econviews, diferenciaron que la mejora en el resultado fiscal podría ser transitoria: ambos coinciden en que el impacto en el gasto, por efecto de la fórmula de actualización de jubilaciones y otros rubros indexados, implica un rezago de seis meses en la consecuencia negativa de la inflación sobre los números fiscales.
«Hay una elasticidad de 0,9; es decir, cuando sube la inflación en 1% sube la recaudación 0,9%. En un principio ayuda pero es solo un efecto de corto plazo porque al año siguiente hay que pagar la inflación del año actual», sostuvo Lorenzo. En ese sentido, explicó que como más del 70% del gasto está indexado, alrededor de 6 meses después hay un efecto en las erogaciones. «Lo principal es la movilidad de jubilaciones y el resto de prestaciones sociales», identificó.
Así, la «ayuda» que puede traer en conseguir el déficit primario cero en 2019 se transformaría en mayor presión para 2020, un año en el que está previsto lograr un superávit de 1% del PBI. «La verdadera presión existe en que se complica luego desinflacionar; pasar a una inflación del 20% cuando se viene de 50% promedio es costoso en términos fiscales», describió.
Ritondale, de Econviews, coincidió en que la mejora es transitoria. «A cortísimo plazo sí, digamos seis meses, cuando la inflación acelera, se recauda nominalmente más, mientras el gasto, sobre todo jubilaciones, indexado a inflación pasada, queda atrasado en el mientras tanto».
No obstante, marcó que cuando después la inflación se modera o desacelera, pasa lo contrario: la recaudación empieza a crecer más despacio, pero jubilaciones suben más rápido por el ajuste de la inflación pasada. «La aceleración en el margen ayuda, la desaceleración no», señaló.
En Hacienda describieron, dentro del Presupuesto, que «analizando los impactos directos un incremento de 1% de la inflación promedio respecto al escenario base representa una mejora del resultado primario de 0,06% del PBI ($ 12.000 millones). Mientras que, si se consideran también los efectos indirectos sobre otros gastos, el resultado primario mejoraría 0,05% del PBI ($ 10.000 millones)».