Inversores y empresarios siguen con atención las proyecciones electorales y el “humor social”. Qué hay detrás de los sondeos que marcan una mejora en la intención de voto para el oficialismo
Las acciones argentinas volaron en la última semana, con subas que en algunos papeles (sobre todo bancos y energía) llegaron al 20% en dólares. Se trata de retornos excepcionales, en el medio de apuestas puramente especulativas. Lo que está detrás de esta mejora es la expectativa de un resultado flojo para el Gobierno en las PASO, con bastante menos del 40% en el conteo general y una victoria más bien exigua en la provincia de Buenos Aires, donde Axel Kicillof triunfó por 15 puntos en la elección general del 2019.
La apuesta es conseguir una ganancia fuerte de corto plazo. Puede salir mal como en 2019, cuando las acciones y bonos tuvieron una paliza histórica tras la dura derrota de Mauricio Macri en las primarias. Pero esta vez los riesgos no parecen ser tan importantes.
En primer lugar porque las chances de una elección del Gobierno similar a la del 2019 resulta prácticamente imposible luego de un año y medio de pandemia y su consiguiente crisis económica. Pero, además, los precios de los activos argentinos siguen “regalados”. La mayoría de las acciones todavía está en promedio 80% por debajo de los valores máximos que alcanzaron en 2018, antes de que comenzara la corrida cambiaria. En este contexto, el costo de equivocarse no provocaría tantas pérdidas como ocurrió hace dos años.
Vorágine
Desde la semana pasada en bancos y empresas hay una verdadera vorágine de informes que se miran para entender qué escenario político se avecina. Las charlas virtuales con politólogos están a la orden del día, aunque son muy pocos los que están dispuestos a arriesgar encuestas con números finos y prefieren concentrarse en tendencias.
Federico Aurelio, por ejemplo, indicó en una charla organizada por el Grupo Adcap que hay varias maneras de mirar el resultado de la elección. Un dato que remarcó el director de la consultora Aresco es que el peronismo no gana una elección de medio término en la provincia de Buenos Aires desde 2005. Es relevante considerarlo a la hora de evaluar el resultado de las PASO. Además, el Gobierno perdería tres senadores pero conservaría la mayoría y en Diputados ganará algunas bancas aunque no le alcanzará para el quórum propio.
Un informe particularmente relevante es el Barómetro de Opinión Pública que elabora Alejandro Catterberg, director de Poliarquía. Se trata del índice de “humor social” que históricamente mejor predice el resultado de las elecciones. Este medidor de humor social arrojó un puntaje de 3,89 en la provincia de Buenos Aires. “Si las elecciones fuesen hoy, el Frente de Todos obtendría alrededor del 35,5% de los votos de la provincia”, asegura el politólogo.
Aunque no se trataría de un resultado más bien mediocre para el oficialismo, la recomendación para los que leen estos datos para tomar decisiones de inversión es manejarse con cautela. La tendencia muestra que está mejorando de manera bastante acelerada la intención de voto del Gobierno. “En agosto el porcentaje de argentinos dispuestos a votar a Frente de Todos es del 38%”, aseguró el último trabajo de Poliarquía. Se trata de un aumento de un punto en relación a julio y cinco más alto que en junio. La oposición (juntando a los distintos partidos que se presentan en la elección) tiene una intención de voto del 43%, mientras que los indecisos se ubican en el 19%.
Este salto favorable en la intención de voto al oficialismo estaría mostrando que el escándalo de las fotos y los videos de Olivos habría quedado en un segundo plano para los que deciden su voto y que hay otros factores que entraría en juego en las PASO.
La mejora del Gobierno en estas semanas previas a las elecciones estaría una vez más subestimada por los mercados. Pero posiblemente la diferencia entre la percepción de los inversores y el resultado que arrojen las urnas no resulte tan impactante como en 2019.
¿Qué factores hay detrás de esta posible mejora del voto al Gobierno? Posiblemente el componente más fuerte sea el aumento notable del ritmo de vacunación. En julio se aplicaron más de 10 millones de dosis, que es la misma cifra que en los seis primeros meses del año y el ritmo continuará en los meses sucesivos.
Pero junto al incremento del ritmo de vacunación -luego de un arranque sumamente errático- está la promesa de retornar a “la vida de antes”. El retorno del público a las canchas tres días antes de las PASO es sin lugar a dudas la mejor movida electoral (y posiblemente la más grotesca) para reforzar aquella idea. Por supuesto todo “sazonado” con el discurso ya conocido: la culpa de los males actuales está vinculada con la herencia que dejó Mauricio Macri y la pandemia.
La economía no juega especialmente a favor, pero también en este caso hay algunos datos para considerar. Por lo pronto, se consolida el rebote en torno a 7% para el año, recuperando al menos parcialmente el bajón del 2020. Según Fernando Marul, la inflación de agosto se ubicaría en 2,7%, es decir el valor más bajo del año. Esto permitiría que el salario real comience a recuperarse. Y lo más probable es que la tendencia aumente a medida que se acerquen las elecciones legislativas, a mediados de noviembre.
Al mismo tiempo, el Banco Central evitó una crisis cambiaria, lo que también da la sensación de relativa calma aunque el costo a pagar es alto: pérdida de reservas y un cada vez más artificial “planchazo” del tipo de cambio oficial, que sube a un ritmo de apenas 1% mensual.
Un informe elaborado por Consultatio Financial Services, consideró que detrás de la fuerte suba de acciones y bonos no sólo se encuentra el “trade electoral”, sino también la expectativa de un pronto acuerdo con el FMI. Es decir se apuesta a una mayor racionalidad del Gobierno, apurado por los futuros vencimientos que habrá que enfrentar con el organismo. Hasta fin de año habrá que devolver el 95% de los Derechos Especial de Giro (DEG) que el propio Fondo envió en la última semana y que fortalecieron las reservas.
El primer trimestre de 2022
Y para el primer trimestre del año próximo será imposible ya hacer frente a pagos de capital e intereses por casi USD 4.000 millones. Por lo tanto, no habrá otra salida que ir a un acuerdo, que además establezca ciertas pautas en temas sensibles, como el sendero de déficit fiscal y el futuro de los controles cambiarios.
Esta semana Miguel Pesce empezó a marcar la agenda de la discusión que se viene con el staff del FMI. En una presentación ante el Consejo de las Americas, el presidente del Central aseguró que el cepo se podrá ir levantando gradualmente “a medida que aumenten las exportaciones”. Sin embargo, se cuidó de no dar mayores precisiones e incluso planteó un escenario de incremento exiguo en el volumen exportador: 5% en 2022 y otro tanto en 2023.
El Fondo exigirá mayor flexiblidad al movimiento de capitales, reducción de la brecha cambiaria y una eliminación gradual de los múltiples tipos de cambio. La discusión sobre el futuro del cepo es la “madre de todas las batallas” que se avecina con el FMI. La reducción del déficit fiscal es algo en lo que hay mucho más acuerdo entre el equipo económico y los técnicos del organismo, aunque no es algo que se pueda hacer público en medio de la campaña electoral.