El Relevamiento de Expectativas de Mercado que recibe el Banco Central esperaba 4,2%, en promedio, pero el Indec registró 3,3 por ciento
La Argentina arrastra una larga historia de inflación, con variaciones, como en las que se observaron desde agosto, que en un mes llegan a superar incluso al promedio que en un año registra la economía mundial, obviamente excluida Venezuela donde adquirió un ritmo de tasas de un dígito alto por día.
Sin embargo, aún los estudios privados no han logrado aproximarse en sus previsiones al resultado que cada mes obtiene el Indec, excepto cuando se transita un escenario ausente de volatilidades y de puntos de giro violentos en las políticas y en el escenario político, como ha ocurrido desde agosto, tras el resultado de las PASO; y luego con las medidas paliativas que dispuso el Gobierno, como el paquete fiscal que redujo la alícuota del IVA para alimentos esenciales en la canasta familiar; el congelamiento de las tarifas pre elecciones; el control de cambios; y la reacción de los mercados con creciente huida del peso y retiro de depósitos en dólares.
De ahí que a veces el consenso de las consultoras sobre estima la inflación esperada, como ocurrió moderadamente en julio y agosto, y otras veces la subestiman, como sucedió en septiembre pese a que fue un mes difícil por la violenta aceleración de 4% a 5,9%; pero rara vez se observa un desvío en exceso de casi un punto porcentual, como ocurrió en octubre, cuando se esperaba una tasa de 4,2% y el resultado real fue 3,3 por ciento.
De la observación de la detallada estadística del Indec surge que una de las explicaciones de semejante brecha fue la aparente subestimación del efecto del congelamiento de gran parte de los precios administrados por el Gobierno, como fueron los de las tarifas de los servicios públicos de energía, gas, y agua; comunicaciones; y combustibles, y en menor medida transportes; mientras se mostró más flexible en lo que respecta a salud y cigarrillos.
De ahí que mientras los productos afectados por la estacionalidad, como es el caso de los alimentos frescos; y también la ropa, el turismo y otro subieron en octubre 2,8%; y el resto lo hicieron 3,8%, muy cerca al consenso de las expectativas de mercado, los regulados por el Gobierno “apenas” se movieron 2%, a un ritmo de 27% al año.
Esa brecha negativa entre los precios “administrados” y la núcleo (excluye los estacionales) de 1,8 puntos porcentuales en el mes; se amplió a más de 9 pp en los primeros 10 meses de 2019, subieron 36,5% en el primer caso y 45,3%; mientras que en un año se intensificó a más de 10 pp: 43,2% versus 54,2 por ciento.
Pero además, habría gravitado otro factor en contra de las previsiones de los estudios privados: la intensificación del escenario recesivo, como dieron cuenta los informes del Indec y del Ministerio de Producción y Trabajo sobre expectativas de mercado y de empleo del conjunto de los industriales y de los constructores de obras públicas y también particulares; porque puso freno a la intención de remarcación de precios derivados de los aumentos de costos no trasladados plenamente, como los vinculados con el salto cambiario de $45 a más de $60 en 3 meses.
Noviembre se proyecta como otro mes con resultado incierto, porque las consultoras mantienen sus números en torno al 4%, como arrojó el último REM, porque los precios y tarifas de los servicios públicos recuperaron protagonismo alcista, y podrían tener efectos negativos sobre los alimentos y bebidas que comenzaron el mes con notable desaceleración.
Y siempre está el factor incierto del mercado de cambios, el cual se mantiene contenido en el regulado por el Banco Central a través de un riguroso control y limitaciones a las ventas al público en general, y también a las empresas, pero con cierta volatilidad en el plenamente libre y alternativos, como el dólar Bolsa y Contado con Liquidación.