Ya despejada la incertidumbre electoral, ahora todo pasa por las señales que envíe Alberto Fernández y las primeras medidas de su gobierno. La gran incógnita es si en medio de la crisis económica se podrán evitar grandes sobresaltos en el último bimestre
Pese a lo que muchos esperaban, las brechas cambiarias se achicaron sustancialmente después de las elecciones presidenciales. Pero poco tuvieron que ver en esto los controles cambiarios recargados que rigen desde el lunes. En realidad, fue tan espectacular la demanda de dólares en la semana previa a los comicios que muchos se quedaron directamente sin pesos. Y ahora se ven obligados a vender dólares para pagar el supermercado, el alquiler o los sueldos como le pasa a los empresarios PYME.
Según se desprende de la información que ayer divulgó oficialmente el Banco Central, las compras de dólares llegaron la semana pasada a nada menos que USD 2.700 millones, una cifra récord. Lo más impresionante es que se trató de atesoramiento exclusivamente del público, ya que las empresas no pueden comprar en el mercado oficial. Semejante cantidad de reservas perdidas sólo para satisfacer a los compradores de dólares ya se había vuelto insostenible.
La necesidad de muchos individuos de salir a vender dólares había llevado a la cotización del tipo de cambio “libre” a $ 67, una merma de 7 pesos sólo el martes. Ayer operó casi todo el día en baja pero al final terminó 50 centavos arriba, mientras que el “Contado con Liquidación” repuntó al final de la rueda, hasta los $ 77.
La gran pregunta que se reitera en las empresas es cómo reaccionará la brecha cambiaria con estos controles recargados. Básicamente, el interrogante es si se producirá otra devaluación como la que “amagó” a fines de la semana pasada pero terminó siendo contenida por las ventas del BCRA.
El escenario ahora quedó definido por la entidad que preside Guido Sandleris de la siguiente manera:
. Fuerte restricción para la compra de dólares en el mercado oficial, con un límite de 200 dólares mensuales por persona.
. Tendencia a la baja de las tasas de interés, ya que el BCRA anunció que el piso para las Leliq pasará en noviembre de 68% a 63% anual. Aunque la entidad informó ayer que tomó la decisión por evidencias de una menor inflación, en realidad la caída en octubre sería demasiado leve como para justificar dicho movimiento.
. Al mismo tiempo, también se anunció una expansión de la base monetaria del orden del 2,5% el mes próximo. Esto significa que aumentará la cantidad de dinero por alrededor de 154.000 millones.
Para algunos, en medio de una inflación galopante, la decisión de bajar las tasas y expandir la cantidad de dinero podría agregarle más “nafta al fuego”. No sólo se corre el peligro de un impacto adicional sobre los precios sino también de una renovada presión sobre el dólar ni bien esos pesos estén en la calle.
El cálculo es que hasta fin de año el Banco Central terminará emitiendo cerca de $ 300.000 millones. Pero al mismo tiempo también aumenta la demanda de dinero en diciembre, ante los pagos de medio aguinaldo y las fiestas. Es decir que hay motivos estacionales que avalan esta expansión, sin que necesariamente repercuta en un estallido cambiario.
También las dudas se centran en la rigidez de los controles cambiarios, que necesariamente desvían parte de la demanda de dólares al tipo de cambio “libre”. La última restricción, que estuvo vigente entre 2011 y 2015 durante todo el segundo gobierno de Cristina Kirchner, demostró que el aumento de las brechas es sólo cuestión de tiempo.
Sin embargo, los temores a un cierre de 2019 muy turbulento se van disipando lentamente. En los próximos 45 días se irán conociendo las primeras medidas del futuro gobierno, en particular qué pasará con la deuda y la futura relación con el FMI. Además, los inversores también estarán atentos al futuro gabinete. Todo esto también influirá sobre la evolución del dólar.
Pero luego de la expansión que se producirá hasta fin de año, el desafío es cómo se absorberán estos pesos excedentes a partir de febrero. La decisión de Sandleris de manejarse de manera muy flexible generó este año una suba de 11% del dólar en febrero y un nuevo pico inflacionario en marzo. El peligro es que se repita la historia, si la futura conducción del BCRA exagera con una política monetaria demasiado laxa.