El Banco Central empieza a mirar con más aprecio, ahora, algunas herramientas de política monetaria que en otros tiempos hubiera considerado parte de una receta ortodoxa que la Argentina debía dejar en el pasado. La estampida del "blue" lleva a reconocer, en confianza, lo que nunca se hubiera permitido hasta hace poco en un momento de actividad económica estancada: "Una suba de tasas no le viene mal a nadie", se sinceró ayer un funcionario ante este diario, consultado sobre el encarecimiento del dinero en el sistema financiero.
Ayer a la tarde, el "call money" (la tasa de interés de los préstamos que se otorgan los bancos entre sí) saltó del 14% al 20,5% luego de que, otra vez, el Banco Nación se retirara de la rueda y dejara a los privados sedientos de liquidez. En ese contexto, el Central se vio obligado a inyectar más de $ 2.000 millones en su licitación de deuda, pero las ajustó, por tercera vez consecutiva, en otros 50 puntos básicos.
La suba de la tasa de interés responde a una obsesión del Gobierno por reducir la brecha que existe entre el precio del dólar en el mercado ilegal y el oficial. Un giro drástico en la era de Marcó del Pont, que no pretende tanto asegurar variables más "sanas" para la macro como darle un marco de "buena aceptación" al blanqueo de capitales lanzado la semana pasada.
El Gobierno se esmeró más que nunca, en los últimos días, en derrumbar el tipo de cambio que surge del arbitraje que hacen los inversores en la Bolsa (el llamado "contado de liquidación"). Por una fuerte venta de títulos en dólares que en la plaza atribuyen a la ANSES, el precio de este dólar implícito tocó ayer mínimos de $ 8,40, tras cotizar a $ 8,75 el día anterior (con esto acumuló una caída de casi 70 centavos en sólo dos días). El nuevo precio hizo más barata la "dolarización" que buscan siempre los agentes bursátiles para salvar su dinero de los riesgos de la economía local. El movimiento fue vital para quitarle presión al dólar "blue": los ahorristas prefieren en estos días vender sus billetes en el mercado informal, a un precio superior a los $ 9, siempre que puedan demandar los bonos en dólares que se malvenden en la Bolsa y en el MAE. Esto amplía la oferta de divisas en las cuevas financieras, y explica la caída del billete: 80 centavos en sólo dos días (ayer cerró a $ 9,26).
Simultáneamente, el Banco Central parece decidido también a darles un poco más de atractivo a los activos en pesos. Y a encarecer, por la misma razón, el crédito que toman a cortísimo plazo exportadores para presionarlos a liquidar más dólares en el mercado cambiario oficial. Con un "call money" que ayer quedó en el 20,5% anual, los bancos privados terminaron reduciendo a un mínimo el stock de pases que tienen en el organismo y que les dejan retornos de apenas el 9% anual (ayer bajaron a apenas $ 200 millones).
Según los propios ejecutivos, es probable que este fenómeno de menor liquidez resienta a la brevedad las carteras de corto plazo y que, más tarde, los obligue a subir las tasas de los plazos fijos. Pero eso sucederá, dicen, sólo si el Central persiste en mantener su nueva política "ortodoxa". Para algunos: un giro más sensato hacia herramientas convencionales de política monetaria, que el organismo suele abandonar en cuanto la suba de tasas se traslada a los créditos de mediano plazo. Ahí, entonces, vuelve a sus raíces heterodoxas.
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http://www.ambito.com/diario/noticia.asp?id=688344